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Robert Valencia |
La decisión de Elon Musk de crear en Nuevo León una armadora automotriz de Tesla provocó una intensa y muy agresiva polémica en medios y redes sociales sobre si este nuevo proyecto industrial tiene viabilidad o no considerando el serio problema de escasez de agua que tiene ese estado. La polémica subió de intensidad cuando AMLO intervino para advertir que no autorizaría dicho proyecto debido a la escasez de agua en Nuevo León. En el momento en que escribo este artículo, AMLO ha declarado que Elon Musk le ha garantizado que la armadora automotriz no habrá de contribuir al problema de escasez del vital líquido, razón por la cual el plan original sigue en marcha: Tesla se instalará en Nuevo León.
Lo que me ha llamado la atención de esta polémica es la
manifestación de algunos problemas muy graves que sufre la cultura de Nuevo
León desde hace muchos años. Le dedicaré una serie de dos o tres artículos a este
tema. En este primer artículo me ocuparé de las palabras que muchos regiomontanos
vertieron en esa polémica para afirmar que su cultura es la mejor del país,
como una forma de “racionalizar” y “justificar” a Nuevo León como el mejor
destino de la inversión de Elon Musk. No se trata de un suceso irrelevante que
no merezca atención. Por el contrario, es muy alarmante que algunos o muchos
regiomontanos sostengan esas ideas porque son producto de una ideología
cultural falsa y muy peligrosa que llamaré “fanatismo cultural”, cuyas causas son
un error cognitivo y un estado espiritual exaltado, y que en algunos casos se
convierte en cierta clase de supremacismo cultural y étnico que tiene efectos
destructivos para la convivencia humana, llegando incluso a generar odios y menosprecio
intercultural.
Nuestro marco de referencia: la noción científica de cultura.
Siempre trato de que mis escritos a publicar tengan el mayor
poder explicativo posible según lo permita la materia que tratemos. Es por esto
que, a veces, cuando el tema es complejo, expongo brevemente las teorías o al
menos el marco conceptual que me respaldan a fin de que el lector pueda
satisfacer su curiosidad, despejar sus dudas y aceptar mis enunciados como
cosas ciertas, obvias y creíbles, o al menos posibles. El resultado es que mis artículos
suelen ser un poco más largos que lo normal, pero la ventaja es que nos
evitamos un problema muy habitual en los medios de información y las redes
sociales: falacias y polémicas. Y en este caso, como mi artículo es una
descripción y análisis de un grave problema de la cultura de Nuevo León, estimo
útil darnos un paseo muy rápido por nuestra noción vigente de cultura, lo que
nos dará el marco de referencia.
Nuestra noción de cultura tiene dos significados vigentes.
Uno de esos significados designa la formación de la persona singular en su
auténtica naturaleza humana (espiritual y física), donde la naturaleza humana
no es un dato de la realidad, un hecho, sino que es un ideal a realizar en la
persona singular mediante diversos instrumentos donde destaca la educación.
Esta noción está fundada en un sistema de valores conectado al ideal de la
naturaleza humana que se remonta a la Grecia clásica. El influjo clásico en
este caso es tan grande que nuestro ideal de cultura prácticamente corresponde
a la “paideia” griega, es decir, a la educación con las disciplinas o artes que
son propias del hombre y que lo diferencian del resto de animales: ciencias,
filosofía, política, moral, arte, religión, etc. Es lo que a la postre
llamarían “humanitas” los filósofos latinos como Cicerón y Varrón.
El segundo significado de nuestra noción de cultura es
científico y universalista, y lo debemos a los filósofos de la Ilustración y a
Oswald Spengler, un filósofo de finales del siglo XIX y principios del XX. Este
significado de cultura designa al conjunto de formas de vida y pensamiento creadas,
aprendidas y transmitidas por una generación a otra, entre los miembros de una
sociedad humana. En este caso nos referimos, no a la formación de un individuo,
sino al producto de esa formación que se realiza o deviene en un conjunto de
formas de vivir y de pensar de un grupo social humano.
Este segundo significado de cultura es el que nos servirá de
marco de referencia conceptual en este artículo, porque nuestro tema es, no la
formación o educación de los regiomontanos como individuos, sino un producto o
resultado específico de esa formación que se ha concretado en una ideología
monstruosa y peligrosa: el “fanatismo cultural”.
El carácter científico de esta noción de cultura estriba en
que es objetiva y neutral. La objetividad radica en que se atiene solo a la
realidad empírica de las culturas como formas de vida y pensamiento, así como a
sus productos culturales (objetos, creencias, hábitos, instituciones, etc.). Por
su parte, la neutralidad radica en que no considera los sistemas de valores a
los que se orientan las culturas, y menos considera algún “ideal” de sistema de
valores extraño a cada cultura, lo cual evita la subjetividad de los juicios de
valor.
La objetividad y neutralidad, a su vez, le da universalidad a
esta noción de cultura, lo que nos evita privilegiar a ciertas culturas humanas
y a los grupos humanos que las han creado y las encarnan. Esto significa que
podemos definir objetivamente como cultura a todas las formas de vida y
pensamiento de los diferentes grupos humanos de este mundo, sin importar si
dichas formas son primitivas o civilizadas: cultura mexicana, cultura islámica,
cultura cristiana, cultura judía, cultura rusa, cultura china, cultura de los
indios mixtecos, etc. Y de igual forma, podemos definir objetivamente como
productos culturales por igual hasta las cosas más dispares en sus
características tecnológicas y simbólicas. En efecto, para esta noción
científica de cultura el pozole, el mole poblano, la carne asada y un collar
artesanal de alguna tribu del Amazonas, son cada uno un producto cultural al
igual que los es una planta industrial gigantesca o el centro espacial de la
NASA en los EUA.
Desde esta perspectiva científica, el análisis comparativo
entre dos o más culturas se limita a las tipologías y al grado de eficiencia
con que sirven al propósito de persistencia y progreso de los grupos humanos
respectivos. Pero esto será el marco conceptual de mi siguiente artículo que
tratará de otro problema cultural de Nuevo León.
El fanatismo cultural regiomontano:
¿Hay algún pueblo en este mundo humano que no se haya creído
el elegido por los dioses?
En efecto, todos los pueblos se han creído los elegidos por
los dioses en algún momento de su historia. Se trata de “fanatismo cultural”,
una ideología falsa o sistema de creencias prejuiciadas que posee un pueblo para
exaltar o divinizar a su propia cultura como la mejor y superior, lo cual
implica una exaltación de sí mismo como pueblo que encarna dicha cultura. Sin
embargo, la experiencia histórica ha probado que ese fanatismo cultural es una
justificación falaz a su voluntad de poder o de dominio apuntada al deseo de gobernar
al resto de pueblos, a los que consideran culturalmente inferiores. Y por
supuesto que, para justificar esa falaz certeza de ser los elegidos por los
dioses para gobernar al mundo, se han inventado sus mitologías histórico-culturales
para “racionalizar” su falsa presunción de superioridad.
Afortunadamente, el avance del conocimiento en muchos de esos
grupos humanos que aún existen terminó por destruir esas creencias prejuiciadas
y por fin llegaron a la razón y su verdad objetiva: solo son una cultura más
entre muchas, y diferente a las demás. Sin embargo, han existido y existen algunos
grupos humanos que, pese a cualquier avance del conocimiento, han reforzado esa
falaz certeza de ser la mejor y superior cultura y se han convertido a la postre
en fuente de grandes males para todos. La Alemania nazi fue un ejemplo supremo
de los resultados contraproducentes a que conduce el “fanatismo cultural” en su
máxima expresión: guerra total, destrucción y genocidio.
Desafortunadamente, algunos o muchos regiomontanos, sobre
todo de clase media y alta, también presentan ese problema espiritual del “fanatismo
cultural”, aunque en este caso ya no existe el elemento religioso de ese fanatismo,
a saber. En efecto, esos regiomontanos exaltan a su propia cultura como la
mejor y superior, es decir, como la forma de vida y pensamiento más alta y
avanzada, la más propiamente humana, a la que deben aspirar al menos todos los
grupos sociales en México. Evidentemente, esto implica la exaltación de los
regiomontanos como el grupo social humano mejor y superior al menos en el
universo mexicano, toda vez que ellos son los autores colectivos de esa cultura.
Consecuencia inevitable de lo anterior, es que esos
regiomontanos profesan el etnocentrismo, y que es una ideología que consiste en
juzgar a todas las culturas humanas desde la perspectiva de su propio sistema
de valores culturales, tal como si dicho sistema fuera el tamiz que ha de
separar el trigo y la cizaña de las culturas humanas. El resultado de esto es
que terminan discriminando a las culturas humanas, y a los grupos humanos que
las encarnan, de acuerdo a su semejanza o desemejanza con su propia cultura, lo
que conlleva a un trato diferente a las culturas y grupos humanos que en razón
merecen el mismo trato. El esquema discriminante es muy simple, se funda en su
cultura regiomontana como criterio de juicio, y es el siguiente: los grupos
humanos superiores serán aquellos cuyas culturas se parecen más a la cultura
regiomontana, en tanto que los grupos humanos inferiores serán aquellos que
poseen culturas más dispares de la cultura regiomontana.
Curiosamente, esos regiomontanos tienden también a presentar
un “fanatismo cultural invertido” con respecto a EUA. En este caso su fanatismo
cultural cambia de fundamento desde su propia cultura (que ahora es la inferior
para ellos) a la cultura yanqui, a la que ahora tienen como la forma de vida
más alta y desarrollada que un grupo humano puede alcanzar en este mundo. No es
de extrañar, por tanto, ciertas conductas muy habituales en esos regiomontanos
en este punto en particular, como veremos enseguida.
Prefieren a la cultura de los EUA y a los yanquis por sobre las culturas
mexicanas y el resto de mexicanos. Viven ocupados en tratar de emular esa
cultura anglosajona, y por cierto que infructuosamente. Y en sus momentos
trágicos, cuando la frustración con su cultura local los agobia, se colocan en
el profetismo cultural que se opone al desarrollo histórico-social de México,
tan inevitable como imprevisible, para demandar a gritos cosas extravagantes y
aberrantes como la independencia de Nuevo León y su constitución como nuevo
país (una suerte de emulación de Texas en el pasado), o bien la anexión de
Nuevo León a los EUA.
Lo cierto es que el fanatismo cultural de esos regiomontanos
es una ideología falsa producto de un error cognitivo y un estado espiritual
exaltado. El error cognitivo ocurre porque piensan las realidades culturales,
no con la noción científica de cultura que ya explicamos en el apartado
anterior, sino a través de una imaginaria verdad absoluta encarnada en sus
propios valores culturales, y que todos deben aceptar como tal, según ellos. Y su
fanatismo radica precisamente en esa exaltación de sus propios valores
culturales como verdad absoluta, pero que ya sabemos es solo una falaz justificación
a su falsa presunción de certeza, su dogmatismo y su intolerancia.
El resultado es que esos regiomontanos pierden el contacto
con la realidad y hablan de culturas abstractas, desconectadas de la realidad. Pero
no se dan cuenta de esto porque su fanatismo es una fidelidad a toda prueba,
que no se preocupa de objeciones ni de límites. Así que usted no los moverá de
su fanatismo así les dé ejemplos a montones de regiomontanos que no cumplen con
los valores de su imaginaria cultura superior: flojos, deshonestos,
ineficientes, mentirosos, etc. Por lo mismo, tampoco aceptarán que existen muchos
mexicanos de otras culturas que poseen los valores de una cultura civilizada, y
así usted les dé ejemplos a montones. Vaya,
están tan ciegos por su fanatismo que no se dan cuenta de que sus mismas disensiones
y peleas con otros grupos culturales de México son prueba incontestable de su
error cognitivo, su dogmatismo y su intolerancia.
Lo peor de esos regiomontanos aflora cuando el resto de mexicanos
compiten con ellos por algún beneficio económico o por cualquier mérito que
confiera honores. En ese momento esos regiomontanos se convierten en los
cruzados de su propia virtud para dar inicio a la guerra santa de odio,
humillación o menosprecio contra las culturas que ellos consideran inferiores,
así como contra los grupos humanos que las encarnan; guerra que a veces
adquiere tintes de xenofobia y racismo. Un ejemplo de estas guerras la dio la
polémica que desató la posible inversión de Elon Musk en México. Enseguida le
doy una muestra ligera de la vastísima cantidad de expresiones de odio e
intolerancia que volcaron en Twitter esos regiomontanos convertidos en cruzados
de su propia virtud.
“Nuevo León no simpatiza con las ideas progresistas que se
manejan en el sur y centro. Aquí nos regimos por la ley del trabajo y la
honestidad.”
“Para los que no quieren que la planta de Tesla se instale en
Nuevo León, les recuerdo que es más fácil llevar agua al desierto que hacer
trabajar a un huevón.”
“Las gente de Nuevo León es trabajadora, los demás son
huevones.”
Como AMLO, “también Echeverría odiaba a los norteños.”
“Si vives en Nuevo León y apoyas a Morena no eres regio, eres
un traidor.”
“Si Nuevo León fuera Texas tendría control sobre sus recursos
naturales, en especial los hídricos.”
“Al chile ¿qué hace falta para que Nuevo León se separe de
México? No conozco a ningún regio que esté orgulloso de ser “mexicano. El país
nos odia y nosotros a ellos por muchos motivos, por las buenas o por las
malas.”
“AMLO: Si Tesla decide instalarse en Nuevo León, no se darían
permisos. Respuesta: Nortexit.”
“Esta es la única bandera que representa al Noreste, la
bandera que en 1840 unió a Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas en su intento de
independizarse de México, y algún día lo conseguiremos. ¡Viva la República del
Río Grande!”…Y por cierto que el tipo mostró una bandera horripilante para esa
utopía, que más bien parecía bandera de la Hermandad Musulmana, la matriz del
terrorismo en Medio Oriente.
Como puede ver el lector, se trató de una oleada masiva de “fanatismo
cultural” del más puro cuño regiomontano, y que alcanzó el nivel de la guerra
de odio e insulto contra otras culturas y grupos humanos en México. Estamos hablando
de una ideología monstruosa que está en la misma clase de las creencias
prejuiciadas más peligrosas y destructivas que haya conocido la humanidad:
racismo y xenofobia. En efecto, se trata de una manifestación irracional del
lado sombrío de la cultura de Nuevo León.
Para finalizar, quiero hacer unas aclaraciones para evitarle
a esos regiomontanos fanáticos cualquier acusación contra mí en el sentido de
que yo desprecie a los regiomontanos o algo por el estilo. Yo nací y crecí en
Monterrey. Salvo raras y breves ausencias por motivos de trabajo, siempre he
vivido en esta ciudad. Mis hijos nacieron en Monterrey y, como yo, son
regiomontanos. Pese a sus problemas como ciudad, me gusta Monterrey y
difícilmente aceptaría vivir en otra ciudad. Sin embargo, yo siempre trato de
guiarme con la razón, lo cual me ha evitado caer víctima de ideologías
peligrosas. Y es por eso que me atrevo a realizar esta crítica realista sobre
algunos aspectos del lado sombrío de nuestra cultura local, como es el
fanatismo cultural y sus prácticas aberrantes.
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