Sobre la democracia:
Todo análisis que se precie al
menos de respetar el espíritu científico moderno está exigido a ceñirse a los
hechos y sus relaciones. Desde los hechos y sus relaciones se analizan los
asuntos y sus problemas y desde los hechos se recomiendan soluciones. En este
contexto moderno, los modelos no sirven ya más para justificar los hechos, como
se acostumbraba en el pensamiento antiguo; sirven, sí, para definir un fin y
para determinar cuán lejos estamos en la praxis de ese fin. En política, lo
anterior significa que todo análisis que intente desentrañar la realidad en
torno a la forma de gobierno de una sociedad determinada, debe sujetarse fundamentalmente
al análisis de las conductas de la clase política y de los ciudadanos en el
ejercicio de la política, porque aquéllas son los hechos al caso. Lo que de
aquí surja será lo que dará la definición de la forma de gobierno de esa
sociedad en particular y con independencia de la forma de gobierno que se
inscriba en su constitución política.
La democracia en cualquiera de
sus variantes operativas, incluida la representativa, postula algunas cosas a
manera de principios indeclinables. Entre estos principios, los siguientes dos
son importantes a nuestro caso: Primero, la soberanía recae en el pueblo, en
los individuos libres que se han asociado en un Estado en pos de algunos fines
en común. Segundo, toda acción del político, del gestor del Estado en turno,
supone el previo consenso con la soberanía, que es el pueblo, los individuos
asociados y representados.
La democracia representativa es
un invento que ha mostrado su posibilidad y su utilidad desde que fue puesta en
acto en las sociedades humanas. Y esta modalidad de democracia sigue teniendo
viabilidad en las sociedades modernas. Cierto que éstas tienden a paralizar el
principio de consenso a medida que se hacen más complejas y crecen en escala
poblacional, pero lo que se pierde en este terreno se ha compensado y de sobra
con algunos avances inventivos del hombre como son los medios de comunicación
pero más especialmente dos poderosos instrumentos para la investigación
científica: La probabilidad y el muestreo aplicados a la investigación de
conductas humanas agregadas, vulgo encuestas.
En cuanto a los medios de
comunicación ya sabemos que su estado actual nos permite siempre estar en
contacto al instante para convocar, discutir, polemizar y encontrar puntos de
acuerdo o consenso en los más diversos temas de interés público. Por su parte, las
encuestas ponen a los políticos en perfecta condición de conocer objetivamente,
con base científica, cuáles son las percepciones y opiniones del agregado de
ciudadanos en torno a lo bueno y lo malo en la política con el fin puesto en el
bienestar general. Y es gracias a esos avances inventivos del hombre que la
democracia representativa sigue teniendo viabilidad porque el principio del
consenso tiene posibilidades casi infinitas para ponerse en acto a pesar de la complejidad
y vastedad numérica de nuestras sociedades.
Pero el principio del consenso no
debe ser asumido como un imperativo a tal grado que el político en democracia
tenga que consultar todo con el pueblo. A nadie le importa en realidad si el
político en democracia toma Coca Cola o no, o si va al baño a determinadas
horas. Por supuesto que nadie quiere a un político al estilo del Morgan Freeman
de la maravillosa película Shawshank Redemption: Señor, ¿puedo ir al baño? -
pregunta Morgan -...Diablos, ven acá hombre - le dice el gerente -. Escucha:
para eso no necesitas consultarme. Anda, ve al baño.
Claro. Ir al baño no es una
acción sustancial para el market donde trabajaba Morgan. Pero él no lo sabía
porque él asumía que sí era sustancial en virtud de que así fue educado en la
prisión, donde ir al baño si era una acción sustancial para la eficaz operación
de Shawshank. De la misma forma, el político en democracia debe satisfacer el
principio del consenso previo a la acción solo en lo sustancial para su trabajo:
La promoción del bienestar público. Y cuando digo "lo sustancial" me
refiero a las acciones del político que impliquen diseño, ejecución y
rectificación de políticas que tienen impactos por lo menos significativos en
el estado de bienestar de los ciudadanos, que son los dueños de la soberanía.
Hasta aquí nos queda clara una
cosa: Un político que actúa en una democracia y que no tiene adhesión al principio
del consenso que fundamente sus acciones, al menos en lo sustancial, solo está
demostrando que tiene inclinación o pasión por el autoritarismo, que es algo
que rompe con la democracia.
Sobre EPN y su desprecio a la
democracia:
EPN ha mostrado hasta el
cansancio que él decidió suprimir a los mexicanos como opinión y voluntad
soberana en el contexto de la democracia representativa en que vivimos en
teoría, y solo en teoría. Y las evidencias a este respecto abundan: Compra
masiva de voluntades entre los miserables durante la jornada electoral - Monex,
Sorianazo, etc. -, encuestas sesgadas intencionalmente a su favor, reformas
revestidas de un falso consenso llamado Pacto por México, y un Pacto por México
cuya naturaleza es de consenso solo entre las partes involucradas en los
arreglos copulares de la clase política pero no con la sociedad civil.
Esta intención de suprimir a los
mexicanos en EPN acaba de ser puesta en completa evidencia durante su participación
en la Décima Cumbre de Negocios donde hizo un recuento breve de sus
"logros" reformatorios que, por el modo espeluznante en que los
justifica, más parecen las jactancias de un Samuel Norton - el alcaide de Shawshank
- por sus logros penitenciarios en una gran prisión llamada México. Como verá
el lector enseguida, las palabras de EPN nos dejan claro que, para él, los
mexicanos no existen como personas, que son cosas cuya libertad, opinión y
voluntad han sido suprimidas y que le han sido entregadas para administrarlas a
su antojo. Le ofrezco para esto la siguiente joya discursiva de EPN en la cumbre
de negocios ( Ver enlace 1 al pie de página ):
"No quisimos...dejarnos
llevar por el orden establecido, quisimos dentro de la institucionalidad y con
orden impulsar ajustes y cambios y es lo que hemos venido haciendo. No hemos
venido trabajando para estar bien ni en las encuestas ni bien medidos en la
popularidad, todo cambio, todo ajuste, toda transformación enfrenta
resistencias..."
A confesión de parte...En efecto,
EPN ha dicho que a él le importan un bledo las encuestas, lo cual significa que
le importa un comino lo que piensen y quieran los mexicanos en el ámbito de la
política, que es la lectura real de las encuestas. Es evidente, pues, que lo
único que a él le importa es lo que él y su segundo al mando - Luis Videgaray -
piensen y quieran. Y si EPN piensa y actúa así no es sino porque él cree que la
verdad la tienen él y Videgaray y que los mexicanos están equivocados, que
viven en el error.
Para que despeje restos de dudas
en esto, le regalo enseguida otra joya discursiva de EPN en la Décima Cumbre de
Negocios, según el texto de la fuente que estoy usando:
- "De la reforma energética
(EPN) reconoció que es un tema sensible dentro de la cultura política y social
de los mexicanos porque prácticamente se generó un mito en torno a la riqueza
energética que es de todos.
En efecto, para EPN la idea que
los mexicanos se han construido en torno al petróleo como un recurso que es
propiedad de todos ¡ es un mito ! Confirmado: EPN cree que él tiene la verdad y
que los mexicanos están equivocados, que piensen con mitos. Más adelante vera
el lector qué piensa EPN en torno a quién o quiénes son realmente los dueños
del petróleo, cosa que é tiene por verdad consumada y que los mexicanos
desconocen porque viven en el mito.
Por lo pronto invito al lector a
que vuelva sobre sus pasos al inicio de este apunte donde hablamos sobre la
naturaleza del análisis objetivo en política. Sí, resulta que los hechos de
nuestra realidad política nos indican que EPN se ha rebelado abiertamente contra
el orden democrático hasta suprimirlo porque se ha sustraído por lo menos al
principio del consenso con los ciudadanos, con los cuales ni siquiera está
dispuesto a dialogar. No hay más por decir. Pero ya claros en esto, solo nos
resta indagar lo siguiente: ¿A qué forma de gobierno nos ha llevado EPN por su
soberano arbitrio luego de mandar a la porra a la democracia? Llevo al lector a
dos personajes de la historia reciente para que responda esto por su propia cuenta.
Sobre Gentile y Mussolini:
Juan Gentile ( 1875 - 1944) fue
un filósofo italiano seguidor del idealismo romántico de cuño hegeliano. Benito
Mussolini, por todos bien conocido, siempre sintió gran adhesión hacia la
filosofía de este hombre, Gentile, en virtud de varias características que son
muy propias de todo idealismo romántico: Exaltación del absolutismo - el
absoluto es la verdad y se suprime a los individuos como seres irreales -;
exaltación del hombre sobresaliente en la política que se ha hecho del poder
tal como si fuera encarnación del absoluto - él, el hombre sobresaliente, es la
Verdad absoluta, el Estado y la soberanía -; la realidad, con todo su dolor y
su miseria, no se puede cambiar y solo se puede aceptar y justificar como parte
de un proceso a la perfección de la sociedad que está a cargo del hombre
sobresaliente; y etc y etc. Creo que el lector ya puede comprender el porqué Mussolini
era un devoto seguidor de la filosofía de Gentile: Ésta permitía racionalizar y
justificar al régimen fascista, con todos sus horrores, con el abono adicional
de que alimentaba la megalomanía del Duce: Él era el elegido de Dios. Y para
esto solo bastaba con que Mussolini se instalara en el papel del hombre
sobresaliente a cargo del Estado italiano y que Gentile lo legitimara dada su
condición de filósofo de grande autoridad en Europa.
Lo cierto es que Gentile no fue
remiso en correspondencia a Mussolini y pronto se mostró adherente del régimen
fascista afirmando que éste era la expresión misma de la racionalidad- la
Verdad - y que el Duce era el hombre sobresaliente, el elegido. En pago, el
régimen fascista nombró a Gentile ministro de educación pública. Hasta aquí hay
algo muy curioso porque Gentile vendría a replicar la misma historia de Hegel
con el autoritario estado prusiano, aunque ya a manera de tragicomedia. Aunque
en ambos casos se trata de lo mismo: El hombre sobresaliente que es encarnación
de la Verdad absoluta, el Estado, y que debe suprimir la soberanía de los
ciudadanos y expropiarla para sí. A esta forma de gobierno absolutista y
totalitario se le llamó despotismo ilustrado tiempo ha, pero luego, en tiempos
modernos, se le conoció bajo diversos epígrafes, y uno de ellos es: Fascismo.
Gentile desarrollaría la
siguiente y muy demencial noción de democracia que le serviría para camuflar al
régimen fascista del Duce como una democracia: La verdadera democracia no es la
que permite que los ciudadanos pongan límites al Estado, sino aquella donde los
ciudadanos no ponen límites al Estado que se desarrolla bajo el empuje del
hombre sobresaliente. Ya imaginará usted lo feliz y dichoso que era el Duce,
Benito Mussolini, con esta pervertida idea de democracia que camuflaba sus
porquerías y pecados contra la humanidad bajo el pretexto de la razón. El Duce
se daba rienda suelta decidiendo todo por el pueblo italiano y hacía y deshacía
en su nombre arguyendo que solo él tenía la razón. Y para aquellos italianos
que se atrevían a decirle al Duce que no tenía la razón, que su democracia era
un fascismo, un despotismo, había un remedio infalible: Garrote a nombre del
orden del Estado. Y punto.
Mussolini cae en julio de 1943 y
es mandado a prisión. Escapa gracias a los nazis. Éstos crean un gobierno
fantoche a cargo de Mussolini en la Italia central y septentrional que ocupaban
y al cual llamaron "República Social Italiana". Y pese a esta
decadencia, Gentile seguiría fiel a su Duce, al títere italiano de Hitler, lo
cual lo separaría más todavía de su gran amigo Benedicto Croce, otro renombrado
filósofo italiano. Sin embrago, esto le pareció al pueblo italiano un acto de
alta traición de Gentile y, poco tiempo después, sería muerto en la puerta de
su casa en Florencia en 1944, poco más de un año antes de que su Duce fuera
ejecutado en la plaza pública por el pueblo.
Sobre EPN y la pasión por el
fascismo:
Hasta aquí, creo que el lector ya
tiene suficientes elementos para determinar qué tipo de gobierno es el que EPN está
prefigurando con sus hechos en este país: EPN se asume como el dueño de la
verdad; luego, como él es el dueño de la verdad, asume que los mexicanos están
errados; luego, lo anterior justifica su acción de despreciar la opinión y
voluntad de los mexicanos, lo cual equivale a suprimir a los ciudadanos como
soberanía; luego, y como no puede haber vacío en esto, EPN se ha adueñado de la
soberanía y gobierna a su arbitrio a un conjunto de cosas sin alma, sin
voluntad, que son los mexicanos. Y como él persiste en decirnos que vivimos en
una democracia pese a esa cruda realidad, luego debemos concluir que concibe a
la democracia de la misma forma distorsionada en que la concebía Gentile.
Y vaya que EPN no ha tenido miramientos
en eso de expropiar a los mexicanos. Si ya expropió la soberanía al pueblo para
su uso personal, también ya expropió el petróleo de los mexicanos; y tan lo
expropió que, según consta en su proyecto de reforma energética, lo meterá a un
proceso de compra-venta con las trasnacionales donde él, y solo él, concederá y
quitará contratos.
¿No hay aquí ya vislumbres de una
pasión por el fascismo? ¿No hay aquí ya en potencia un Duce en EPN y un Gentile
en Luis Videgaray?
¿Y los legisladores? ¿No deberían
poner en acto la máxima de Montesquieu consistente en limitar el poder con el
poder? No, no sueñe, porque esos individuos han suprimido el trozo de soberanía
que les corresponde por propia cuenta y a cambio de una participación en los
negocios del Estado. Han sido absorbidos en calidad de cómplices.
Cuestión aparte del presente
análisis es indagar si EPN tiene la razón o no. En esto solo diré lo siguiente.
Si EPN tiene la razón de su parte, como él cree, tendríamos que conceder con él
y afirmar que, por el momento, lo más conveniente para todos los mexicanos es
que EPN persista en su conato de proscribir a la democracia cuando sea
necesario y gobernar como lo viene haciendo, al estilo Duce. Sin embargo, en lo
personal no creo que EPN tenga la razón. Creo que su política es una mezcla de
errores y mentiras. Creo que los mexicanos tienen la razón cuando se oponen al
programa reformatorio de EPN. Y creo todo esto porque ya lo hemos analizado en
multitud de artículos en este diario hablado de las diferentes reformas y otras
salientes más de la política de EPN y el PRI: Casi todo ahí es dogma, mito, error y mentira.
¿Y qué pasará si una gran masa de
mexicanos se movilizan para tratar de obstruir el plan reformatorio de EPN?
¿Veremos acaso en acción la misma solución que el Duce atravesaba a los
ciudadanos que reclamaban el retorno de su soberanía expropiada por el fantoche
de Benito, es decir, el garrote?
Cierro con una reflexión sobre la cuestión de la verdad en este asunto: Si EPN no logró persuadir jamás a los mexicanos para
ganar el apoyo a su programa reformatorio, situación que lo ha llevado al
extremo de tildar a los mexicanos de mitómanos, solo es por una de dos razones: O no tiene la
razón, o teniendo la razón no sabe explicarla. No hay escape, así es la cosa. Pero
el problema es que, en su mejor escenario, EPN está perdido porque no se logra
concebir a un político gobernando a un país siendo que no sabe explicarle a
éste sus razones, y que semejante incapacidad le lleve al extremo de verse
precisado a cancelar el consenso y la democracia como ya lo ha hecho.
Buen día.
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