By Padaguan |
Los regiomontanos de solera inventaron muchos años atrás eso que yo llamo la ciencia empírica del querer. Es un pragmatismo realista que los llevaba a privilegiar en sus juicios y acciones a la realidad por sobre la emoción. Uno de los varios factores que conspiraron para que este modo de ser se difundiera con el tiempo hasta convertirse en un hábito dominante y característico de esa cultura fue su noción del prestigio utilitario, a partir del cual los regiomontanos suelen construir espontáneamente liderazgos sociales de gran legitimidad moral y carismática en aquellas personas que reportan un considerable éxito económico en su vida, como son los empresarios y profesionistas independientes más exitosos. No es sino por esto que los regiomontanos se muestra siempre muy inclinados a adherirse con facilidad y de muy buen grado a las opiniones de esos liderazgos sociales a la hora de juzgar sobre cualquier asunto, incluidas las cuestiones políticas.
Por lo anterior, Nuevo León llegó a convertirse en una comunidad política muy inclinada al ideal de la conservación bajo el criterio de la utilidad, lo cual le ha ganado la fama de conservadora. Nada es más desagradable para el regiomontano típico que una propuesta de renovación política que, pese a cualquier atractivo ideológico, ponga bajo amenaza las cosas que le han funcionado bien en su vida práctica. "¿Para qué echar a perder un buen negocio?", se dice el regiomontano en estas cosas, al igual que lo hizo el judío Sam Rothstein - Robert De Niro - hacia el final de su vida, y después de muchos descalabros, en la película Casino, de Scorsese. Y resultado de todo esto es esa en con nosa enemistad de los regiomontanos con las mitologías políticas, y en especial con aquellas que adquieren tintes de fanatismo y exaltación.
Pero sucede que está historia cultural de Nuevo León, que tan buenos resultados le ha dado históricamente, se ha visto sacudida violentamente en este proceso electoral gracias a la ocurrencia de dos fenómenos conductuales muy curiosos por muy atípicos, y cuyos resultados posibles a futuro no dejan de ser muy preocupantes una vez que analizamos la situación.
De la fuga emocional de muchos regiomontanos:
Las emociones son muy útiles para el hombre. Le sirven ante las situaciones que enfrenta a modo de alertas tempranas y provisionales que activan la razón para confrontar de manera eficaz los problemas. Cuando el hombre cumple todo este proceso que va de la alerta emocional temprana a la razón decimos que está asumiendo reacciones perfeccionadas y superiores. Sin embargo, los problemas empiezan cuando el individuo se aferra a la reacción emocional sin atreverse a transitar a la razón o al menos el sentido común. En este caso el sujeto está acudiendo a reacciones inferiores y primitivas a modo de soluciones subrogadas frente a los problemas, pero que en realidad son intentos de fuga o evasión de la realidad. Pero esos subrogados de solución son tan ineficaces que incluso pueden agravar los problemas. Y hay multitud de ejemplos sobre estas reacciones emocionales y primitivas: la negativa de un ciudadano a aceptar que su candidato preferido ha dicho mentiras demostradas, o el hombre que busca zanjar o resolver cualquier problema con su mujer acudiendo a la violencia física.
Nuevo León ha estado pasando por una historia trágica por lo menos en los últimos ocho años. Se trata de una historia en la que ha habido casi de todos los males, destacando especialmente la violencia extrema, la inseguridad y la tremenda corrupción de los políticos que gestionan al Estado. Pero como esta situación no se ha podido superar hasta ahora pese a la incidencia de algunas mejoras parciales en materia de violencia, muchos regiomontanos han ido cayendo a una actitud de descalabro, con lo cual quiero decir que se sienten impotentes ante los problemas de la comunidad porque ya se sienten rebasados por los mismos. A su vez, esa actitud de descalabro los ha ido volcando al aferramiento a la reacciones puramente emocionales a modo de soluciones subrogadas para tratar de resolver, y donde destacan, por razones obvias, emociones negativas y peligrosas como la frustración, la ira y el resentimiento. Sin embargo, el mismo aturdimiento emocional de estos regiomontanos les impide enterarse de que este contagio emocional solo es un intento de fuga o evasión con respecto a la realidad que, lejos de ayudarles a resolver, puede llevarlos a empeorar las cosas.
De la emoción y de la persuasión:
Una consecuencia de lo anterior es que esos regiomontanos se están ateniendo exclusivamente a las emociones a la hora de juzgar en torno a la validez de las proposiciones que vienen de los candidatos, lo cual significa que sólo están dispuestos a considerar como válidas, y dignas de ser creídas, a aquellas proposiciones que los tocan y los mueven emocionalmente. Es tal como si esos regiomontanos afectados por el contagio emocional hayan decidido confrontar el proceso electoral abandonando su tradicional y muy pragmática regla del: "dime sólo cosas posibles", para asumir en su lugar una novedosa regla emocional del: "dime sólo cosas que me agraden". Por supuesto que no habría mayor problema con esto si tuviéramos al menos una razonable garantía de que nuestras emociones son una ruta válida hacia la verdad. Sin embargo, sabemos perfectamente bien que esto es una triste quimera porque esa garantía no existe en absoluto porque las emociones nunca han sido un criterio de verdad y porque los políticos siempre están en posibilidad de decir mentiras.
En esas condiciones, es muy fácil persuadir y manipular a esos regiomontanos emocionales. La clave para esto la dio D´Alembert en sus Obras Póstumas, más o menos en los siguientes términos: con extremada facilidad se nos persuade con palabras que nos causan placer, pero nada nos resulta tan difícil como persuadirnos de algo que no queremos creer porque nos causa un gran dolor creerlo. En efecto, para echar a esos regiomontanos emocionales al sacó de la persuasión y de nuestra soberana voluntad sólo nos basta con decirles cosas agradables y con evitar pronunciarles cosas que les causen dolor. Y por supuesto que esto presupone nuestra capacidad para no tener escrúpulos en eso de omitir y despreciar los principios de nuestro sistema de moral vigente.
Grande ironía que el único candidato de los cuatro principales que ha hecho reiterada mención pública de este contagio emocional, sea el único que no se ha atrevido a usar del inmoral discurso emocional para persuadir. Es obvio que estoy hablando de don Fernando Elizondo. Y no digo que no haya puesto algún pie ocasionalmente en ese terreno emocional. Lo que quiero decir es que es el único de los cuatro importantes que se ha enfocado a un discurso objetivo, consecuente, y que exhorta a los regiomontanos a trascender desde lo emocional a su habitual pragmatismo realista para que puedan elegir razonablemente.
En cambio, los otros tres candidatos importantes sí que han hecho uso del inmoral discurso emocional en diferentes grados. Muy comprensible que Ivonne Álvarez haya sido la más remisa en este punto. Tiene muy pocos anzuelos emocionales porque está constreñida a permanecer lo más posible en la idea de la continuidad, y que es algo que le reporta costos en virtud de los graves problemas en el régimen de Rodrigo Medina. Pero ni duda cabe que los otros dos de la terna populista, Jaime y Felipe, son los que se han visto más insistentes en el uso del discurso emocional porque son completamente libres de ofrecer una total ruptura con el régimen de Rodrigo Medina como parte de un supuesto y radical proyecto de renovación política. Sin embargo, es evidente que Felipe de Jesús se ve remiso en esto cuando comparado a Jaime Rodríguez, quien es el que se ha llevado la palma y la corona en esto al llevar su discurso emocional a tales excesos que sus proposiciones con frecuencia rebasan los límites de la realidad y hasta llegar al grado del disparate y lo absurdo. Y agregue a lo anterior que el discurso emocional de Jaime se le está empezando a convertir en una montaña de grandes mentiras.
Así que ya tenemos a la vista los dos fenómenos sociales muy curiosos a los que me refería al principio de este documento, y muy bien conectados funcionalmente: hablamos de un candidato independiente a la gubernatura llamado Jaime Rodríguez Calderón que, a diferencia de los otros tres candidatos importantes, está prácticamente especializado en capitalizar al máximo el contagio emocional de muchos regiomontanos con un inmoral discurso emocional. Y desde luego que se trata de una interacción de retroalimentación porque, así como el contagio emocional incentiva a Jaime en sus móviles populistas, también éste incentiva el contagio emocional arrojando paladas de discurso emocional a sus oyentes.
Del bilioso fanatismo político:
El fanatismo es una actitud, punto de vista o doctrina, que desprecia, omite o ignora la falibilidad y los límites de las facultades del hombre en cualquier campo o dominio. La forma más perversa y siniestra del fanatismo que hemos conocido hasta ahora es el fanatismo político en tanto ha trascendido hasta lograr la completa abolición de los límites humanos con la consiguiente exaltación o divinización de puntos de vista políticos y de los individuos que los encarnan. Pero el mayor exceso del fanatismo político radica en que le ha quitado a la misma palabra fanatismo la connotación negativa que tenía desde la antigüedad, para pasar a significar con ella el aprecio positivo de una fidelidad a toda prueba que no se preocupa de objeciones ni de límites.
Si usted analiza la interacción emocional entre Jaime Rodríguez y sus simpatizantes o adherentes de inmediato empieza a inferir que dicha relación se está convirtiendo en un fenómeno que podríamos llamar como: bilioso fanatismo político; donde lo "bilioso" está fundamentado en el uso y la promoción de emociones negativas como el resentimiento, la ira y la frustración. Y aunque dedicaré varios artículos subsecuentes para explicar a fondo las partes de este análisis, por el momento le adelantaré algunos elementos en este sentido.
Es claro que en los discursos y actitudes de Jaime Rodríguez observamos una sistemática apelación a las emociones propias de todo fanatismo. Nos dice, por ejemplo, lo siguiente: soy limón en las almorranas de los políticos, que no es sino el uso del resentimiento de la gente contra la clase dirigente; oremos a Dios para que nos dé el triunfo, que es la apelación a la inspiración divina tan propia de los exaltados en los fanatismos; cooperen porque no tengo dinero, que es una apelación al sentimiento de paridad con los pobres, aunque sabemos que él no es pobre. Por lo demás, el único programa de organización ideal y posible del Estado que nos ha presentado hasta ahora Jaime Rodríguez es muy simple: el linchamiento político de Rodrigo Medina y su papá, es decir, otra vez la apelación al resentimiento de la gente hacia el actual régimen.
En muchos de sus pronunciamientos Jaime Rodríguez nos deja ver que ha decidido abolir caprichosamente sus límites en nuestro contexto político real, y que no es sino expresión un franco fanatismo político. Nos dice, por ejemplo, cosas como las siguientes: que se va a "chingar" a la pobreza; que va a crear una nueva universidad popular porque la actual está echada a perder; que no dará contratos de servicios a los grandes medios de comunicación - aquí busca capitalizar el resentimiento de las gentes contra esas entidades de comunicación -. Pero con estas audacias que rebasan los límites teóricos y prácticos nos pone en serias dudas en torno a si sabe de lo que habla: la pobreza es una constante de los sistemas económicos, la educación es un fenómeno muy complejo, la comunicación tiene una tremenda influencia en las democracias modernas. Pero, sobre todo, parece que Jaime no está consciente de que el siguiente gobierno estatal enfrentará una situación económica tan complicada que el problema será, no ya cómo sacar adelante proyectos más allá de nuestras posibilidades, sino cómo diablos pagar deudas, consumo corriente y salarios.
Pero es en las reacciones emocionales de los simpatizantes de Jaime Rodríguez frente a los escándalos que ha venido enfrentando éste, donde hemos visto la pleamar del bilioso fanatismo político bajo la forma de una fidelidad ciega que no se preocupa ya más de objeciones y límites al líder exaltado: Jaime Rodríguez. En efecto, en el caso de las revelaciones de la ex esposa de Jaime Rodríguez, sus simpatizantes no actuaron razonablemente, como hubiera sido, por ejemplo, someterlo a sanción moral negativa - objetar su proceder - o al menos pedirle una explicación convincente. Antes bien, optaron por asumir reacciones emocionales y muy absurdas como las siguientes: negarse caprichosamente a creer en el testimonio de la señora Silvia González pese a que el mismo tiene validez de prueba en tanto Jaime no demuestre lo contrario; o bien despreciar como fútil un acto inmoral, como es el maltrato a una mujer, arguyendo móviles políticos de los enemigos y apelando a su propia utilidad política. Y lo cierto es que vimos similares reacciones de bilioso fanatismo político cuando se pusieron al descubierto los bienes inmuebles no declarados de Jaime Rodríguez y sus viajes en el jet privado de Jorge Kahwagi.
Desde hace algunas horas los medios están informando que Jaime Rodríguez mintió en el asunto del secuestro de su hija. Así lo dicen en sus cabeceos. Según la prueba que se presenta, un vídeo, dicho secuestro jamás existió, con lo cual nos llevan a inferir que fue un invento del candidato independiente con el móvil, otra vez, de capitalizar el contagio emocional de los regiomontanos con los problemas de la violencia y la inseguridad. Por supuesto que todavía nos falta conocer los argumentos que Jaime pudiera presentar en su defensa. Pero hasta donde se ve hasta el momento, sí existen al menos serias contradicciones en esta situación. Y vaya que el asunto es grave en varias dimensiones, pero sobre todo en lo moral.
No se puede ocultar que este golpe causará graves daños al candidato independiente y con efectos rezagados. Esto, porque ha impactado directamente en la variable más importante de su fórmula emocional: el conflicto con la delincuencia que le ganó la fama de El Bronco. Supongo que esto explica el relativo silencio de la parte afectada en este asunto hasta el momento. Pero confieso que me preocuparía mucho si la reacciones apuntaran hacia la persistencia en no objetar y no limitar la actuación de su candidato, porque esto nos llevaría a un perturbador escalamiento en el bilioso fanatismo político.
El reto de los independientes:
La condición de candidato independiente compromete muy seriamente con la exigencia de rescatar a la política del pantano en que se encuentra para restituirla en sus genuinas dignidad y significación. Esto implica que el candidato independiente está exigido a diseñar y poner en marcha el mejor gobierno democrático posible en nuestras circunstancias y sujetando siempre la actividad política a los principios de nuestro sistema de moral vigente. Y sobre la necesaria sujeción de la política a la moral nos conviene recordar algo que nos dijo Kant: "Aun cuando la máxima 'la honestidad es la mejor política' implique una teoría que la práctica desgraciadamente desmiente, sin embargo, la máxima igualmente teórica: 'la honestidad es mejor que toda política', está sobre toda objeción y es también la condición indispensable de la verdadera política".
De esta forma, es claro que todo fanatismo político está excluido por definición de una candidatura independiente porque está en franca contradicción con ella; porque si la verdadera política exige realismo, es decir, atenerse a la realidad y sus límites y posibilidades, el fanatismo político va hacia la caprichosa abolición de esos límites y posibilidades; y porque si la verdadera política exige su sujeción a la moral como ley suprema, el fanatismo político va hacia la omisión o abolición de esa ley moral.
Así que el reto más importante de Jaime Rodríguez y sus simpatizantes no es superar a sus contrincantes en la campaña, sino superar su bilioso fanatismo político para darle consecuencia y viabilidad a su causa independiente. De no hacer esto tendrán dos graves problemas. En primer lugar, se estarán poniendo en la misma mala condición de aquellos a quienes pretenden linchar por estos tiempos, porque si algo ha ocasionado la corrupción del régimen político actual es su falta de autocrítica y su muy pobre consideración a los principios de nuestro sistema de moral en el ejercicio de la política. Y en segundo lugar, se estarán condenando al más absoluto fracaso aun ganando la elección, porque la experiencia histórica ha demostrado la extremada fragilidad del fanatismo político y la forma en que se invierte en su contrario a la primera ocasión de decepción.
Si queremos un gobierno democrático y moral, gane quien gane, es preciso hacer un esfuerzo para abandonar el contagio emocional y el fanatismo político para avanzar a la razón, el lugar donde reside el habitual pragmatismo realista de los regiomontanos y que tan buenos resultados ha dado siempre. No tenemos opción, porque como decía Kant: la razón es la única garantía de todo auténtico empeño teórico o práctico.
Y eso es todo.
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