Charles de Secondat, Montesquieu
(1689-1755), un pensador producto de la primera Ilustración y de la doctrina
política de John Locke, fue quien rompió con la añeja tradición en filosofía
social consistente en ocuparse solo en la clasificación especulativa de las
formas de gobierno en el Estado - la soberanía - para trascender a la
indagación factual. Gracias a este giro, Montesquieu vio con claridad una nueva
verdad de la que nadie se había ocupado antes, desde tiempos de Herodoto: La
libertad y el bienestar de que gozan los ciudadanos en un Estado no dependen de
las formas de gobierno del Estado mismo - democracia, monarquía, etc. -, en
tanto éstas solo son modelos, conceptos, formas vacías, sino de la limitación efectiva
de los poderes garantizada por el ordenamiento concreto y específico de cada Estado
en particular. Y es en este nuevo contexto de análisis de la política que hinca
raíz el célebre principio de Montesquieu: Para que pueda existir libertad y
bienestar de los ciudadanos, es preciso que no se pueda abusar del poder en la
política y, para esto, es necesario, a su vez, que por la disposición de las
cosas el poder frene al poder.
La experiencia moderna y
corriente demuestran de manera palmaria que Montesquieu tenía razón. Así que,
si pensamos nuestra realidad política en los términos de Montesquieu, diríamos que
la democracia representativa no garantiza por sí misma la libertad y el
bienestar de los ciudadanos. La garantía de estas dos cosas está en otro lado.
En efecto, la libertad y el bienestar de los ciudadanos depende de una condición:
La participación que los gestores de un Estado determinado - políticos -
otorgan a los ciudadanos en la formación de la voluntad del Estado; y con esto
nos referimos a la disposición, la rapidez y la eficacia con que los gestores
del Estado escuchan y acatan la voluntad de los ciudadanos a fin de diseñar y
rectificar las políticas que dan lugar a la voluntad del Estado.
Lo antes dicho aplica a una
democracia representativa. En este caso, la promoción de la libertad y el
bienestar de los ciudadanos no se logra con solo postular la existencia de la
democracia representativa en el papel, tampoco con la sola elección de los
representantes de la soberanía. Para esto, para que la democracia
representativa promueva la libertad y el bienestar de todos los ciudadanos, es
necesario que se cumpla la condición apuntada arriba: Que los políticos den
participación plena a la opinión de los ciudadanos en el diseño y la rectificación
de las políticas que conforman la voluntad del Estado. Si eso no sucede, si la
clase política no toma en cuenta a los ciudadanos en el diseño de la voluntad
del estado, especialmente en los asuntos de carácter esencial, no estamos
hablando de democracia representativa, sino de una forma de gobierno conocida
como despotismo.
Cierto, en democracia
representativa no se elige al político para que gobierne o legisle desde el
simple querer de su voluntad individual - despotismo -, sino desde el consenso
con sus representados; consenso que mana, ya bien durante la campaña electoral,
o ya bien durante el desarrollo del proceso de gobierno. Eso es lo que da
garantía de realidad a la promoción de la libertad y el bienestar en el Estado.
EPN y la pasión por el despotismo:
Sabemos que el PRI se empeña en
sostener su propuesta de reforma energética arguyendo que el asunto fue
planteado en campaña. A partir de ahí, el PRI postula que dicha reforma ya
tiene el consenso necesario para ser pasada y aprobada en las cámaras. Sin
embargo, sabemos que la verdad es otra.
Este partido, el PRI, se dedico a
jugar en toda la campaña presidencial, y algo más allá en el tiempo, a un juego
de la doble verdad: Un discurso para los mexicanos, y un discurso para los
clientes potenciales en la venta de PEMEX: Capital privado foráneo y nacional,
y Obama y demás presidentes de los países del primer mundo.
En cuanto al discurso para los
mexicanos, sabemos que EPN se limito a dorar la píldora con la palabra
"modernización". Pero esta palabra, cuando tomada así, a secas, es
solo una noción formal y vacía que se presta a múltiples interpretaciones y equívocos.
Si EPN nos dice, como nos dijo casi siempre, que desea "modernizar" a
PEMEX, jamás sabremos qué diablos desea EPN con esa modernización porque la
palabra no hace referencia a nada en concreto. Para que la palabra
"modernización" sea inteligible, clara y unívoca, necesitamos
llenarla de contenido concreto en torno a los aspectos o problemas particulares
que deseamos se resuelvan para que algo sea moderno según es nuestro criterio
de lo moderno al caso. Sin embargo, y como ya dijimos, sabemos que EPN se
limitó a decir a los mexicanos que quería la "modernización" de PEMEX
pero sin llegar jamás a dotar de contenido concreto a la palabra para así
salvar el castigo popular. Se trataba de cubrirse tras la espalda equívoca de
la palabra "modernización".
La confirmación de que EPN jamás
dijo nada a los mexicanos en torno al contenido de la palabra "modernización"
no la da la misma actitud de los priistas y sus merolicos de los medios cuando
atacaban a AMLO cada vez que éste adelantaba vísperas sobre el contenido de la
dichosa reforma energética para criticarla en los tiempos en que la misma no
era todavía presentada por EPN. Si el lector hace memoria y consulta fuentes,
recordará con claridad que los priistas y sus merolicos argumentaban lo
siguiente cada vez que AMLO criticaba esta reforma:
- AMLO actúa de manera ilegítima
- decían -. Sin conocer todavía los contenidos de la reforma energética del
PRI, o sin conocer los contenidos concretos de la palabra
"modernización", ignorancia en la que estamos todos los mexicanos, ¡
ya la está atacando !...¡ Esperemos a que nazca el niño !
¿Recuerda eso? Cierto: De entrada,
una flagrante contradicción. Resulta que antes, para desautorizar a AMLO en sus
críticas anticipadas, EPN, PRI y sus merolicos nos decían que nadie conocía el
contenido concreto de la "modernización" de PEMEX. Pero ahora, para
tratar de ocultar su despotismo, nos dicen que todos los mexicanos siempre
conocieron el contenido concreto de la "modernización" de PEMEX. El
hecho es que ellos mismos, EPN y PRI, han afirmado antes que nadie conocía el
contenido concreto de la reforma energética, lo cual nos demuestra que los
priistas jamás consensaron esto con los mexicanos.
Por el contrario, el discurso de
EPN y el PRI para los clientes potenciales en la venta de PEMEX - capital
privado foráneo y nacional -, sí que siempre fue concreto y claro: Expropiar un
porcentaje significativo de la renta petrolera de los mexicanos a favor del
capital privado y sin indemnización a los afectados - mexicanos -. Y lo cierto
es que lo que alcanzamos a saber los mexicanos en ese impase de vacío y
mentiras a la nación respecto del contenido objetivo de la dichosa
"modernización" fue gracias a las filtraciones de información desde
el exterior difundidas por los medios alternativos.
La realidad, el contenido concreto
y real de la palabra "modernización" en la reforma energética del PRI
- un acto de expropiación de una tajada de la renta petrolera en favor del
capital privado -, solo se nos confesó a los mexicanos hasta que EPN anunció
oficialmente su propuesta de reforma energética para mandarla a las cámaras, mucho
tiempo después de que había ganado las elecciones en circunstancias muy
sospechosas, y ya cuando seguramente se habían tejido los arreglos necesarios con
los clientes para PEMEX a espaldas de los mexicanos.
Es evidente para cualquiera que
EPN y el PRI, al menos en este caso de la reforma energética, no están
cumpliendo las condiciones que garantizan la libertad y el bienestar de los
ciudadanos en una democracia representativa por tres motivos: Primero, y como
ya está demostrado, jamás participaron información alguna a los ciudadanos en
torno a su pretendida reforma energética. En este punto, la conclusión es clara
e irrefutable: Le mintieron a los mexicanos. Segundo, si no le participaron
información a los mexicanos, menos aun les dieron opción de participar en la
voluntad del régimen en esta materia: Vender PEMEX. Tercero, no han rectificado
en su pretendida reforma energética no obstante saber que la mayoría de los
mexicanos no está de acuerdo con la misma según consta en diversos estudios de
conductas agregadas creíbles, de fiar. Y en este asunto en general no se
aceptan los argumentos tontos y pueriles de algunos partidarios de EPN y el PRI
que tratan de justificar la mentira y el empeño de hacer pasar la reforma
energética por decreto arbitrario apoyándose en un supuesto saber superior de
la clase política. Además de que dicho argumento sapiencial es bofo y pueril
porque no encuentra apoyo en la multitud de prácticas viciosas de esa misma
clase política que poco o nada tienen de sabias, le recuerdo a esas gentes que
no estamos viviendo en la utópica República de Platón.
En su segundo mitin en defensa
del petróleo AMLO emplazó a EPN a rectificar en su pasión por el despotismo
llamándolo a realizar una consulta popular en torno a la reforma energética. No
abordo los argumentos de AMLO a este respecto y solo diré lo que ya todos
saben: Sus argumentos se inscriben perfectamente bien en lo que ya hemos dicho
aquí en torno a las exigencias para la libertad y el bienestar en una
democracia representativa, lo cual reafirma a AMLO como un político adherente
de la democracia. Sin embargo, horas antes de que AMLO diera inicio a su tercer
mitin, el de hoy domingo 6 de octubre, EPN envió su respuesta a AMLO: No se
acepta la solicitud de consulta popular y la reforma energética pasa por
decreto arbitrario, pasando por alto la voluntad de los mexicanos en el diseño
de la voluntad del Estado y del régimen que lo gestiona por el momento.
Lo que tenemos que concluir desde
esta perspectiva es muy simple y crudo. No estamos viviendo en una democracia
representativa. Se trata de un despotismo priista con máscara de democracia
representativa donde EPN funge como un pequeño monarca que se ha adueñado de la
soberanía del pueblo por su personal arbitrio, y mandando de paso a la libertad
y el bienestar de los mexicanos al bote de la basura. Y nada nos da muestra tan
fehaciente de este despotismo enmascarado que aquellos puntos de la dichosa
reforma energética donde se establece que solo él, ¡ y solo él !, el monarca EPN,
dará y quitará contratos de utilidad compartida en materia energética atenido a
su personal arbitrio y el consejo de su corte. En otras palabras, el déspota es
consecuente con su realidad descarnada hasta las últimas consecuencias: Si se
ha apropiado para sí la soberanía del pueblo de México con un acto arbitrario, lo
mismo ha hecho con el petróleo de los mexicanos: Ya es de él, de su propiedad, ¡
y háganle como quieran, mexicanos !
- ¿Alguna objeción? - preguntó el
monarca de los mexicanos -.
Buen día.
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