En el artículo de ayer dijimos
que EPN y demás priistas han cancelando a la democracia a fin de hacer posible
su plan reformatorio. En realidad no ha sido una cancelación de tajo, de golpe.
Ha sido un proceso de cancelación gradual según llegan las exigencias de pasar
cada fase de su plan sin el consenso con los mexicanos. Esto es lo que nos
dicen los hechos y el mismo EPN ya lo ha refrendado recién sin ambages: No
gobierno para las encuestas, para la popularidad, lo cual equivale a gobernar
por arbitrio personal y sin cuidarse de la opinión y querer de los ciudadanos -
la soberanía -, que es la lectura real de las encuestas cuando bien hechas, no
al estilo Ciro Gómez Leyva y Mitofsky ( Ver enlace 1 al pie de página )
Dijimos también que, una vez que
EPN ha ido cancelando la democracia para el cumplimiento de su arbitrio
personal en la gestión del Estado, nos ha ido trasladando a una suerte de forma
de gobierno con vislumbres crecientes de fascismo toda vez que, de facto, por
los hechos, se cumplen las condiciones para ese efecto: El gobernante, EPN,
cree que tiene la verdad y que los mexicanos estamos equivocados porque vivimos
de mitos, no de realidades - por inverosímil que parezca en un político astuto,
así lo ha dicho él -; lo anterior se sostiene para EPN pese a que no lo
demuestra puesto que, al cancelar a la democracia y su consenso, ha cancelado el
diálogo, el recurso de la razón; y como en esto de la política no puede haber
vacío, EPN se ha apropiado de la soberanía para gobernar según dicte su arbitrio
personal.
Digo, si alguien me dice que esto
es democracia, entonces yo soy san Buenavetura, no el Nolato. Cierto, porque entre el autoritarismo y el consenso democrático hay un abismo de diferencia
igual o mayor que la diferencia que hay entre el fino misticismo del doctor
seráfico y la ruda magia escatológica del pertinaz doctor hereje. A las claras
esto de EPN y PRI dan vislumbres de una peligrosa y activa inclinación por el
fascismo.
En ese artículo llevé al lector a
una experiencia histórica moderna, la de Benito Mussolini y su ideólogo
orgánico, Juan Gentile, para que constatara más directamente la semejanza de situaciones
entre los principios de ideología de este régimen fascista italiano y el régimen
de EPN. Las semejanzas son tan grades en algunos apartados que uno se ve
tentado a apostar que los espíritus del Duce y Gentile están al acecho de EPN y
Videgaray respectivamente.
Insisto: No estamos especulando.
Así es la realidad que se infiere a partir de los hechos de nuestra vida
política; hechos que están cifrados en la conducta real de EPN, de la clase
política y de los ciudadanos. Pero desde luego que no estamos tratando de decir
que el régimen autoritario de EPN ya es un fascismo completo. No, nada de eso. Cierto
que el régimen priista ya está caminando por la ruta del autoritarismo, pero
todavía no adquiere algunas realidades necesarias para catalogarlo de fascismo
completo y logrado: De entrada, aunque EPN expresa públicamente que él tiene la
verdad y que los mexicanos vivimos en lo irreal, en el mito, todavía no llega
al extremo de asumirse como encarnación de la verdad, lo cual nos deja abierta
la posibilidad de que algún día se equivoque y lo acepte; EPN tampoco se ha
asumido públicamente como el hombre especial, cósmico, que ha de construir la
historia de los mexicanos. Vamos, EPN ni siquiera ha asumido la teatralidad y
la fantochería de Benito, ni Videgaray posee aún un celemín del vasto saber de
un Gentile. Así que, por el momento, solo podemos afirmar que EPN nos tiene en
una suerte de transición gradual desde la democracia a un fascismo que se
camufla bajo el disfraz de una democracia cuya naturaleza es movediza en virtud
de que ésta depende de la movediza opinión de EPN, porque, como lo hacía
Gentile con su Duce italiano, en esta caso también la democracia es y será lo
que ajuste al antojo de EPN: Si EPN dice que la democracia es el consenso con
el pueblo, así será; si EPN dice que la democracia es la anulación del consenso
para que él gobierne a su arbitrio, así será. Y así nos vamos, como los pobres
italianos con el Duce.
La experiencia histórica
acumulada nos demuestra que el avance triunfante de los regímenes políticos con
inclinaciones por el fascismo no es producto de su sola iniciativa. Si Mine
Fuhrer, monsieur Hitler, y si Il Duce, monsieur Mussolini, avanzaron
triunfantes como regímenes fascistas hasta destrozar o hacer añicos a la
democracia fue también gracias a la concesión de los políticos de oposición y
la permisividad o hasta al entusiasmo y colaboración activa de los ciudadanos.
En los dos casos citados, lo políticos opositores y los ciudadanos se dejaron
seducir por los anzuelos del dinero a futuro y la comodidad de ser gobernados
por decreto. Sin embargo, sabemos que a la vuelta del poco tiempo, esos
anzuelos adulcorados y seductores se convirtieron en sabor acre para los
individuos cuando ya puestos frente a la realidad real, no camuflada: Regímenes
que absorbieron el ámbito privado del ciudadano hasta suprimir a éste por
completo en la vida política y cuyos resultados concretos solo fueron: Supresión
de la libertad, represión, explotación económica y muerte.
En nuestro caso, el México
corriente del que hablamos, aquella situación de la historia pasada se está
replicando poco a poco con diferentes actores: EPN y PRI van montados a
horcajadas en el brioso corcel del autoritarismo, de la negación y supresión de
los valores democráticos y, consecuentemente, del individuo; PAN, PRD Chucho y
demás partidos enanos han sucumbido bajo el anzuelo priista de las componendas
pecuniarias y electoreras en los entresijos del Pacto por México y han optado,
a cambio, por suspender la máxima de Montesquieu: Frenar al poder con el mismo
poder; en tanto que los ciudadanos hacen una de dos cosas: O colaboran porque
permanecen dormidos, anestesiados, o colaboran porque han encallado en el
anzuelo de las promesas priistas de dinero a futuro bajo máximas como: "Regalemos la renta del petróleo y
tendrán chambita", o porque han encontrado el mayor confort en eso de ser
gobernados por decreto.
Que panistas y Cuchos no se echen
a dormir gozando de sus logros en las componendas en lo oscurito con un régimen
autoritario, porque lo que hoy es recompensa por servicios prestados contra los
intereses de la soberanía, el pueblo, mañana se puede convertir en dolor y en
crujir de dientes. No hay tirano que tenga escrúpulos. Nunca es tarde para
volver a la prudencia y dar validez a las máximas de Santayana y Ortega y
Gasset: No repetir la historia y Saber a qué atenerse.
Pero lo que vale para los
políticos de "oposición" aludidos antes, vale para los ciudadanos
ordinarios. En efecto, si el ciudadano ordinario está viendo esta
descomposición de la vida política con tranquilidad porque considera que los
avances autoritarios de EPN y PRI son inocuos para su vida personal o hasta
benéficos, está cometiendo un grave error porque está equivocado. El acto mismo
de EPN y PRI consistente en suprimir la soberanía de los ciudadanos y cancelar
con ello a la democracia, constituye una clara anulación de la diferencia entre
lo privado y lo público, anulación que no significa otra cosa que la vida
privada de cada mexicano ha empezado a ser absorbida por lo público encarnado
en el régimen autoritario del PRI. Y lo cierto es que, a partir de ese momento,
ya no habrá límites para que el régimen priista intrusione más y más apartados
de la vida personal de cada mexicano conforme se antoje a sus propósitos de grupo
especial y dominante dentro de la clase política. Y los hechos ya abonan con
verdad a este respecto porque a cada individuo mexicano ya le han cancelado las
siguientes cosas: Su soberanía, como lo ha dicho EPN sin ambages; su derecho a
disentir y protestar; y su derecho a decidir en torno al futuro de los recursos
naturales sobre los cuales tiene una propiedad colectiva con los demás
individuos de la sociedad. Y es solo el principio.
Nuestro país está acudiendo en
estos tiempos a una situación extremadamente grave, delicada. Si nos atenemos a
los hechos, solo es posible inferir a futuro que este autoritarismo del PRI se
vaya exacerbando a la medida de sus necesidades predadoras crecientes. El
límite en el futuro cercano para esta ruta es peligroso porque apunta a un
orden fascista camuflado de democracia exótica, puesta de cabeza, al gusto del
que gobierna. Y no es necesario esperar a que este escenario extremo se
concrete para empezar a sufrir los males consecuentes, porque esos males ya los
estamos sufriendo: Un régimen priista autoritario que está intrusionando y
socavando la parcela de lo privado, al individuo y su soberanía, sus derechos y
sus bienes privados o públicos.
Algunos podrían pensar que es
probable que la pasión del PRI por el fascismo cese en cuanto se cumplan sus
deseos de entregar todos los recursos de la nación al capital privado nacional
y foráneo, caso en el cual está garantizado, según estos optimistas, el retorno
de la democracia a nuestra sociedad. Ojalá así fuera. Confieso que, a veces, en
la desazón, opto por pensar esas cosas: "Ojalá se acaben de un golpe todo
el valor económico que desean de este país para que ya se larguen y nos dejen
en paz"...Sin embargo, estimo que este escenario es poco probable por
cuanto no es útil para el PRI y sus socios por dos sencillas razones: Por un
lado, su ambición es infinita, de tal modo que estamos condenados a sufrirlos
mientras no hagamos algo al respecto; y por otro lado, saben que gobernar por
decreto autoritario siempre es más fácil y rentable que gobernar por consenso.
Y en el extremo, saben que el gobierno por consenso requiere un bien muy pero
muy escaso, especialmente en nuestra clase política: Políticos honestos, que es
algo que ellos no están dispuestos a hacer porque no es su giro.
Tan grave es esta situación
general, que hemos llegado a una fase paradójica en nuestra historia corriente
sin que ésta sea advertida por muchos ciudadanos y sin que menos despierte en ellos
la más mínima sorpresa o extrañamiento. Vea.
Se puede postular que el deseo o
querer colectivo de los mexicanos es el pervivir en una democracia, la forma de
gobierno que establece nuestro contrato político originario, nuestra
constitución política. En eso parece que todos los mexicanos estamos de
acuerdo. Por lo menos los mexicanos no han manifestado hasta ahora algún deseo
por cambiar esa forma de gobierno. Pero resulta que los que han sido designados
por una mayoría relativa - no absoluta, o por una minoría mayoritaria entre las
minorías - del pueblo soberano para gestionar al Estado, que son los priistas,
han terminado por rebelarse contra el orden democrático con sus vislumbres de
pasión por el fascismo. Ya vemos a una masa considerable de ciudadanos despiertos
que han empezado a rebelarse contra este régimen fascista del PRI para reclamar
la devolución de su soberanía y tratar de volver la política a su orden debido:
Democracia. Sin embargo, la falsimedia ordenada a los propósitos fascistas del
PRI nos invierte la situación en su información dando lugar a la paradoja: El que
se ha rebelado de facto al orden democrático, que no es sino el régimen del
PRI, es elogiado como demócrata, mientras que los ciudadanos que se oponen a
los propósitos del régimen fascista del PRI son estigmatizados como: Rebeldes, rebelados,
vándalos.
Lo dramático, lo peligroso, es
que muchos ciudadanos no caigan en la cuenta de que se trata de una paradoja,
de una falsa apariencia que oculta una realidad que se cierne con alta
peligrosidad sobre sus cabezas adormecidas.
Buen día.
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