Las palabrotas, las palabras que
consideramos como "malas" o "vulgares" en el lenguaje, ya
traen bajo el brazo carta de nacionalidad en la escritura y el diálogo vivo
desde que los modernos escritores latinoamericanos las adoptaron en su feudo
literario. Desde entonces, y gracias a ellos, no cabe el escándalo cuando
alguien se valga de dichas expresiones porque siempre serán tomadas como un recurso
expresivo legítimo. La senadora Layda Sansores nos dio recién una muestra
magistral de cómo estas expresiones pueden ser usadas en la parcela de la
retórica política para comunicar algo a un auditorio. Y es que la senadora
rubricó su discurso contra la reforma energética de EPN con un retazo de la poética
de Saramago diciendo a sus compañeros privatizadores en la cámara lo siguiente:
"Pero si quieren realmente que haya una privatización a fondo ¡vayan y
privaticen a la puta madre que les parió!"
¿Qué son estas palabras de Layda?
¿Es ruido ininteligible o es razón en el vehículo de la palabra?...Trataremos
de indagar este asunto enseguida.
A menos que alguien se ciña al
idealismo extremeño para creer que el hombre pone las cosas al pensarlas, hoy
en día damos por aceptado que las palabras son la exteriorización de las ideas
para un auditorio, y que éstas, las ideas, dan cuerpo y unidad a nuestras
percepciones. Las percepciones, a su vez, pueden tener un correlato objetivo -
una cosa que está fuera de nosotros, como una piedra - o un correlato subjetivo
- razonamientos subjetivos o abstractos como son las matemáticas -.Así que para
saber si la expresión de Layda es simple ruido insultante o si hace referencia
a una realidad objetiva, tenemos que desmenuzarla y confrontarla con la
realidad. Veamos esto.
De que los senadores priistas y
panistas aludidos por Layda tienen madre, la tienen. Eso es un hecho tan
consumado que se puede demostrar con un simple silogismo: Todos los hombres
tienen madre; los senadores privatizadores son hombres; luego tienen madre. Claro,
no pudieron surgir por generación espontánea y estoy cierto de que tienen mucha
madre. Queda demostrado, pues, que las madres senatoriales y privatizadoras sí
que han parido, excepción hecha de los huérfanos bajo posterior adopción. Pero
la situación se convierte en un problema a la hora de determinar si las madres
de estos senadores son putas. Cierto que es posible que sean putas, pero no
podemos quedarnos en la posibilidad, debemos pasar a la verificación empírica
de este asunto. Y aquí no importan las cuestiones de grado, porque la que sea encontrada
con las manos en la masa como siendo al menos más o menos puta, será tan puta
como la más puta de las madres senatoriales...Un momento, no vayamos tan aprisa.
Supongo que el lector ya comprenderá la casi imposibilidad de contrastar
empíricamente la expresión de Layda; además, de ser posible esto, siempre habrá
sesgo significativo. Vea:
- Dígame una cosa, senador Rufiano
Santoscoy - pregunta el encuestador que designemos para esta tarea indagadora -.
Suponiendo que hoy sean las elecciones, ¿usted considera que su madre es una
puta bien hecha?
- Por supuesto que no, joven. ¡
Mi madre es una santa ! - responderá el senador priista muy arrellanado en su
curul -.
Por supuesto que el senador Rufiano
Santoscoy - apodado el Veinte Uñas por aquello de que saqueaba hasta con las
patas - jamás dirá que su madre es una puta aunque sí lo sea, ¡ y a más y mejor
! Pero suponga el lector que la expresión de Layda en esta parte es cierta a
fin de hacer posible la prosecución de nuestra indagación. Así las cosas,
resulta que ya tenemos como cierto que las madres senatoriales son putas y bien
paridas. Pasemos a indagar ahora si es posible que estas madres puedan ser
privatizadas. Esto es fácil de revisar.
Como toda privatización postula
la existencia previa de una actividad económica bajo la mira de los saqueadores
senatoriales en turno, especialmente del priista Rufiano, debemos preguntarnos
lo siguiente: ¿Existe una actividad industrial en este país cuyo giro sea la
producción y comercialización de las madres putas y paridas de los senadores
privatizadores?...No, a saber no existe esta industria. Y no existe porque no
hay un mercado para este tipo de mercancías o servicios.
- ¿Y por qué no existe? - se
preguntará el lector curioso -.
Bueno, dispense, pero eso no lo
sé. Pero no se arredre el lector ni decaiga, porque, a pesar de todo, hay una
solución a esto: Si creamos una oferta, luego generamos una demanda y una
industria floreciente con los valiosos recursos de la propaganda y el crédito.
Eso no falla. Así que mandemos de nuevo a nuestro encuestador al senado para
que indague si los senadores privatizadores están dispuestos a vender a su
madre que ¡ suuuuponemos ! son unas putas bien paridas.
- Dígame una cosa, senador - expresa
el encuestador -. En una escala del 1 al 10, donde 1 es "no lo acepto y no
estoy dispuesto" y 10 es "esto es cierto y sobre el occiso las
ofrendas", ¿cómo calificaría la siguiente expresión?: "Mi madre es
una puta redomada y bien parida, y estoy dispuesto a explotarla para extraerle
una ganancia y hasta a venderla al mejor postor".
Y hemos llegado aquí al asunto
que interesa a Layda por inspiración del mismo Saramago. Al menos así lo
interpreto yo.
El sentimiento moral:
Aquella persona que tome la
expresión famosa de Layda literalmente, como el intento de describir una
realidad, se verá volcado a una cadena de reflexiones absurdas como las
apuntadas en el anterior apartado. Y eso será inevitable porque ese hombre
tratará de contrastar las palabras de Layda con una realidad: ¿Las madres de
los senadores son putas paridas y éstos estarían dispuestos a privatizarlas? Y
como ese hombre encontrará que dicha expresión no tiene correlato en la
realidad, a saber, y según hemos visto, luego tomará las palabras de la
senadora como un insulto artero.
Si asumimos así las palabras de
Layda, con esta ingenuidad literal, solo podremos concluir que Saramago, de
quien se ha valido la misma Layda, expulsó ruidos ininteligibles cuando
escribió esa expresión en una pieza de poética muy bien conocida y que forma
parte de Cuadernos de Lanzarote. Pero lo cierto es que aquí no hay ruidos
ininteligibles y ni un insulto; hay mucho más, hay un algo más que arraiga
fuerte en la realidad de nuestro tiempo.
Aclaremos antes que el oficio de
Saramago fue la poética, de forma tal que su objeto o vehículo era el
sentimiento, su acervo la imaginación, y su fin la belleza expresiva. De ahí
que en su pieza poética referida, a la que hace mención parcial Layda, haga
referencia al imposible y a cosas como las nubes y el sueño. Y para ser más
claros en esto, le regalo el famoso párrafo de Saramago:
“Que se privatice Machu Picchu -
nos dice Saramago -, que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla
Sixtina, que se privatice el Partenón, que se privatice Nuno Gonçalves, que se
privatice la catedral de Chartres, que se privatice el Descendimiento de la
cruz de Antonio da Crestalcore, que se privatice el Pórtico de la Gloria de
Santiago de Compostela, que se privatice la cordillera de los Andes, que se
privatice todo, que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y
el aire, que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que
pasa, que se privatice el sueño, sobre todo si es diurno y con los ojos
abiertos. Y, finalmente, para florón y remate de tanto privatizar, privatícense
los Estados, entréguese de una vez por todas la explotación a empresas privadas
mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación del mundo… Y,
metidos en esto, que se privatice también a la puta que los parió a todos.”
Pero no porque la poética de
Saramago hinque su interés en esos medios y fines deja de tener fuerte
raigambre en la realidad cuando es menester. Y en el caso de esta pieza vemos
elementos que hincan raíces fuertes en la realidad de nuestro mundo social
corriente. Saramago era un hombre inteligente. Si se está refiriendo en su
pieza al fenómeno social expansivo de las privatizaciones neoliberales en
contextos imposibles - por el momento no se pueden privatizar las nubes ni las
madres putas de los políticos neoliberales - no es sino porque desea enfatizar
el exceso de inmoralidad de esos mismos políticos en la realidad social más
real y cruda; excesos que, para Saramago, los ponen en condición de desear
privatizar hasta lo imposible con máxima verosimilitud.
Avanzando más al detalle, a lo
específico, no puede caber la menor duda de que, en este caso, Saramago
describió a la perfección la triste realidad espiritual de la clase política
mexicana que hoy por hoy va en pos de echar abajo los logros de Lázaro Cárdenas
para devolver el beneficio económico del petróleo a las transnacionales del
ramo. Se trata de un exceso de inmoralidad por doble partida: Primero, por el
acto mismo en tanto es una conspiración o confabulación contra el bienestar de
los mexicanos; algo que muestra de manera fehaciente la ausencia de sentimientos
de responsabilidad moral en esos corsarios o mercenarios camuflados de políticos
para con el pueblo que dicen representar. Segundo, porque su conspiración
contra los intereses de México es cobarde en tanto se vuelca en el recurso retórico
del engaño, de la mentira: "La reforma energética es patriótica y no
privatizará el petróleo de los mexicanos", que es una gran mentira
demostrada a lo largo de muchos artículos publicados por un servidor en este
diario.
Así que no puedo sino concluir
que la senadora Layda Sansores ha dado en el blanco de la verdad en el contexto
de la moral. Cierto, lo de Layda no se trata de ruidos ininteligibles que
insultan, se trata de la expresión retórica que más perfecta y exactamente ha
descrito hasta el momento los excesos de inmoralidad de los priistas y panistas
privatizadores.
Pero hay una X, una incógnita,
que el mismo Saramago deja planteada en su pieza, que es perfectamente
aplicable a los priistas y panistas privatizadores, y que cada uno de nosotros
deber responder por propia cuenta. Es la siguiente: Si nos atenemos a la
experiencia acumulada, especialmente a la que se refiere a lo que ya vemos en
esta reforma energética, y si a los priistas y panistas privatizadores les
fuera técnicamente posible privatizar a sus respectivas madres, aunque fueran ellas
unas santas consumadas, ¿lo harían?, ¿venderían a su madre al mejor postor?
Saramago nunca dijo algo al
respecto, pero supongo que su respuesta sería afirmativa agregando el
calificativo de "puta". Supongo que Layda también daría un rotundo Sí.
Y usted, ¿qué piensa?, ¿serían capaces estos sujetos de baja o nula estofa
moral de llegar al exceso de vender a su propia madre al mejor postor?
Buen día.
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