He leído unos comentarios del
ocurrente Carlos Marín en torno al asunto de Michoacán, a quien en lo sucesivo
llamaré sir Charles de Blanchefort por motivos que más adelante quedarán
claros. El artículo de sir Charles, del cual le doy enlace al final, se titula:
Insidioso video de las "autodefensas", donde el entrecomillado de la
palabra autodefensas trae el evidente propósito de, entre otras cosas, poner en
duda la proclama defensiva de éstas.
En su artículo, sir Charles se
refiere al video que las Autodefensas colgaron el lunes por la noche en las
redes bajo el título siguiente: "El ejército ataca civiles en Antúnez,
Michoacán, México", y donde se da cuenta visual del ataque de una unidad
del ejército a una multitud de civiles irritados que se manifestaban en contra
de la acción del gobierno federal consistente en el desarme de las
Autodefensas. Es claro que la intención de sir Charles es tratar de diluir la posible
responsabilidad moral del régimen de EPN en este caso poniendo de manifiesto
algo que él considera un absurdo: Si las Autodefensas dicen que los civiles en
protesta en Antúnez fueron atacados por el ejército, las imágenes, según sir Charles
de Blanchefort, gran maestre de la Orden del Temple mexica - o Templaria, como
usted quiera llamarla -, dejan en claro que los atacados fueron los soldados. Y
resalto que esto lo manifiesta sir Charles refiriéndose a los civiles de
Antúnez en protesta de manera despectiva, negativa y nada empática, para de
pasada reforzar su mentira emotivamente, pues los califica de: "Turba
vociferante" y "violenta".
Con esta ligera pieza de retórica
mentirosa e insidiosa, sir Charles de Blanchefort nos da muestra palmaria de la
cantidad ingente de maldad que puede lanzar desde sus labios o letras cuando es
apretado a defender a sus amos - los gestores del régimen de EPN - contra
viento y marea, así sea argumentando como lo haría el peor de los torpes:
contra la razón y los hechos. Pero detallo enseguida las maldades de sir
Charles de Blanchefort, o Carlos Marín.
Dice sir Charles que afirmar que
el Ejército atacó a civiles es una "vil insidia" porque las imágenes
muestran que, "en todo caso, los atacados fueron los soldados". Como
puede ver el lector, sir Charles intenta torcer los hechos por completo para
intentar lograr dos efectos posibles en la conciencia de sus seguidores: O
llevar a lo efímero un acto consumado como es el asesinato de civiles a cargo
de esa unidad del ejército, o de plano convertir el asesinato de civiles por
esa unidad del ejército como un acto, si no justificado, sí por lo menos
comprensible. Por supuesto que sir Charles de Blanchefort nunca manifiesta
estos móviles siniestros en su texto, pero sí que los deja implícitos en el
mismo.
El siguiente es el efecto que
busca sir Charles de Blanchefort en sus seguidores:
- ¿Supiste que los militares
mataron a civiles en Antúnez? - dice un ciudadano a otro -.
- Sí, hombre. Pero lo que pasa es
que los civiles atacaron a los militares.
- ¿Cómo?
- Sí, lo dijo sir Charles de
Blanchefort - aclara el otro -.
- Aaaah, con razón. Ya entiendo. Pues
ni modo. Eso se ganan por tontos.
- A los militares se les respeta,
hermano.
- ¡ Claro !
Ahora analice el lector los
hechos para dar cuenta de la maldad de sir Charles de Blanchefort.
Las pruebas documentadas nos
hablan de que la multitud irritada estaba pisoteando la investidura
institucional o la autoridad encarnada en los militares de marras con actos
como los siguientes: Tironeos corporales, gritos, insultos e intentos de
despojo de un chaleco y de armas a los militares. Es más, y aunque no se dio,
suponga que también los civiles lanzaron a los militares manotazos, soplamocos
y una que otra patada a los vehículos. En contrapartida, las pruebas
documentadas nos hablan de que al menos un militar de esa unidad respondió
matando a dos civiles por lo menos. Eso es lo que sucedió. Así que, en esencia,
se puede decir lo siguiente: Los civiles estaban irritados y tratando de parar
la intrusión del Estado en su proceso de autogestión con una moneda que
consistía en repudiar y hasta pisotear la autoridad del Estado encarnada en los
militares, y al menos un militar de la unidad pagó esto con una moneda cuyo
valor es: por lo menos dos civiles muertos.
Sentados los hechos, haga el
lector el balance de las cosas para deliberar si hay justa paridad en las
monedas intercambiadas.
De entrada, le pregunto algo: ¿Valen
la autoridad y el honor de una partida de militares tanto como las vidas de dos
civiles, al grado de llegar a tener en este caso a los militares como los
atacados, los vejados, pese a que mataron a dos civiles en respuesta? No, no lo
valen. Ni siquiera valen la vida del civil más detestable que pueda existir en
este país, o la de un reo de alta peligrosidad.
Mire, en nuestro mundo moderno,
donde se pretende privilegiar a la vida y su libertad por sobre cualquier otra
cosa, solo un demente puede creer que el ataque al honor y la autoridad de un
militar es más gravoso moralmente que cortar una vida humana a nombre de éstos
- el honor y la autoridad de lo militar -. Para que alguien pueda juzgar las
cosas de este modo absurdo, indignante, demencial, necesitaría creer que hemos
retrocedido a la cultura aristocrática y caballeresca medieval donde la defensa
del honor y la autoridad era, para los militares ordenados, cuestiones que se
tenían que hacer valer hasta con la vida de sus ofensores. Y como todo indica
que Carlos Marín sí cree que estamos en esa cultura medieval puesto que así lo
deja ver con su discurso, donde afirma que los militares fueron los atacados
por el simple hecho del repudio y jaloneo a su persona, es por ello que lo he
bautizado como sir Charles de Blanchefort, gran maestre de la Orden del Temple,
que no es sino la famosa Orden de los Templarios del mundo medieval.
- ¿Por qué has matado a esos dos vasallos,
sir Charles de Blanchefort? - preguntaría el abad al gran maestre y caballero
del Temple -.
- Por casi nada, maese abad: Me
atacaron - respondería sir Charles hundiendo su espada en la vaina -.
- ¡ Cómo ! - gritaría
escandalizado el abad -: ¿Acaso te han enfrentado con sable en mano?
- ¡ Peor que eso, maese abad ! -
corregiría escandalizado sir Charles -: Han pretendido desarmarme y tumbarme de
mi brioso corcel. Y ello ataca de manera gravosa mi honor y mi autoridad de
Caballero Templario.
- Bien por ti, sir Charles de
Blanchefort - se regocija el abad -. Bien merecido se lo tenían los bastardos. Y
lección útil para la muchedumbre, porque por vasallos imprudentes y alevosos no
paramos por estos tiempos.
El lector debe tener en cuenta,
además, que matar a dos civiles desarmados no era un acto necesario e
inevitable para salvar el honor y la autoridad militares. Había a la mano de la
unidad militar muchas posibilidades de acción que hubieran evitado la muerte de
dos civiles porque no estamos hablando de un enfrentamiento propiamente. En
efecto, si el jefe de esa unidad militar hubiera sido más sensato y prudente se
habría enterado de que lo más correcto en ese momento era retirase de inmediato
desistiendo de las acciones que ejecutaban hasta ese momento, lo cual no
implica por cierto un retiro definitivo, sino solo para replantear con las
autoridades más superiores la estrategia a fin de no reportar muertos. Vaya,
para acabar pronto, debemos tener en claro que un hombre sensato y prudente
jamás se pondría en la necesidad de matar a alguien para cumplir una orden
superior, así eso le costara el trabajo, tortura, prisión o hasta la vida
misma.
Ahora bien, sir Charles de
Blanchefort está siendo demasiado egoísta con los civiles de Antúnez porque no
está usando con ellos de un sentimiento de simpatía, lo cual significa que él
no los quiere comprender y que le vale madre lo que ellos piensen y sientan. A
sir Charles solo le importa lo que él piense y sienta. Y para entender esto va
lo siguiente.
Sir Charles de Blanchefort no
está tomando en cuenta la siguiente realidad: La gente alzada de Michoacán ya
renunció desde tiempo atrás a la mala tutela del Estado en el terreno de la
seguridad para empezar a valerse por sí misma. Y como esta acción de rebelión
responde a una razón pública harto fundada en los hechos - ineficiencia
histórica del Estado -, y como ha logrado mejores resultados que el Estado en
menos tiempo, es natural que los civiles alzados se irriten cuando ese mismo
Estado ineficiente pretende intrusionar con actos autoritarios su eficiente proceso
de autogestión, como es la incautación forzosa de las armas a la fuerza civil que
les ha dado una solución efectiva a su vida en el día a día: Las Autodefensas. Así
pues, es natural y muy comprensible que esos civiles alzados se opongan de
manera activa y muy irritada a la intrusión del Estado en su proceso eficiente
de autogestión porque su experiencia acumulada solo les permite extrapolar
cosas trágicas a futuro de permitir esto. Si su experiencia con el Estado
consiste solo en corrupción e ineficacia, incluso en asociación delictuosa con
los carteles, es natural que solo esperen la vuelta de la muerte y la
desolación si es que ceden a las pretensiones autoritarias del Estado.
Es toda esta desoladora realidad
la que irrita con mucha razón a los civiles alzados. Y es precisamente la
realidad que sir Charles de Blanchefort pretende ocultar del público lector al
referirse a esa multitud de civiles indignados como: "Turba
vociferante" y "violenta", tal como si fuera una turba de
bárbaros con demandas irracionales, para luego desde ahí dar fuerza a su
absurdo argumento de que los civiles son los agresores y los militares las
pobres víctimas...¿Ya le queda clara al lector la maldad de sir Charles de
Blanchefort?...Solo nos restaría saber si es maldad innata o heredada desde
épocas de amargura en la vida de sir Charles de Blanchefort.
Pero invito ahora a sir Charles
de Blanchefort a que haga un ejercicio mental: Deje su vida de privilegios aristocráticos
en su fortaleza del DF, deje su egoísmo y su maldad asociada, deje su yo, y
póngase en los zapatos muy averiados de uno de los muchos trabajadores rurales
inmersos en ese proceso de autogestión civil. ¿Qué haría sir Charles en la
situación de ellos? ¿Confiaría plenamente en las promesas del Estado para luego
dejar las armas y retirarse a su vida habitual, o persistiría en su posición de
autogestión hasta que no vea resuelto el drama? ¿Confiaría plenamente su vida a
un Estado que históricamente le ha demostrado que no es confiable porque no funciona
para estos efectos?
Bien, como ya le queda claro a
sir Charles de Blanchefort, la forma correcta de asumir este asunto por parte
del Estado no es apelando al principio de autoridad, tal como está pretendiendo
hacerlo hasta ahora el régimen de EPN, lo cual no huele sino a deseos de
montarse en una ola estrictamente civil para cosechar donde no sembró jamás,
sino acudiendo a los recursos de la persuasión y la demostración. Pero dejaré
para el siguiente artículo en este diario la demostración de esto a fin de que
sir Charles de Blanchefort comprenda de una buena vez la naturaleza del
problema y su solución más correcta.
En mi opinión, es precisamente
este oportunismo del régimen el que se alza como la causa esencial de la muerte
de esos dos civiles en Antúnez. Y se trata de una cruel ironía, porque al final
de cuentas esa unidad de soldados implicada en los hechos de Antúnez, y ese
soldado implicado en el asesinato de dos civiles, solo han sido instrumentos de
un juego torpe en las altas esferas del poder.
Pero como los hechos están
consumados, y como esos hechos no se pueden ocultar bajo la alfombra pese a los
mejores esfuerzos retóricos de sir Charles de Blanchefort, el gran maestre de
la Orden del Temple mexica, es el caso que éste se ha visto precisado a
reconocer lo siguiente en su escrito: Que un "hombre" mató a dos
civiles, y que "quizá" tendrá que responder penalmente por su acto. Pero
es claro que, en esta parte, sir Charles reconoce los hechos a marchas forzadas
porque no abandona el deseo de diluir la responsabilidad moral del ejército
hablando de un "hombre". Lo cierto es que no se trata de un simple
"hombre", se trata de un hombre cuya condición en la sociedad civil
se llama: Militar. Y se trata de un militar en activo que mató a dos civiles
desarmados pese a estar en ese momento bajo el mando de un jefe de unidad que
pudo optar por la graciosa retirada, lo cual hubiera evitado la muerte inútil de
dos civiles.
Buen día.
Nota aclaratoria: Jamás existió
un gran maestre de la Orden del Temple que respondiera al nombre de Charles de
Blanchefort. Este personaje es solo producto accidental de este artículo.
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Marín, o sir Charles de Blanchefort:
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