Miguel Mancera no es un político
de izquierda. Se engaña aquel que piense esto. Y si Mancera dice que es de
izquierda, es solo por cubrir el expediente de su proyecto en la política.
Mancera es un hombre sagaz que ha sabido aprovechar coyunturas y circunstancias
en un ambiente político de izquierda para que sus olas le lleven a escalar en
el poder. Lo ha hecho bien hasta el momento; no se puede ocultar esto
considerando que ha llegado a la jefatura del gobierno de una de las grandes
capitales del mundo según es su dimensión demográfica y complejidades cultural
y urbana. Más se potencian sus buenas cualidades en el juego de la política de
salón si consideramos que su escalada hasta el momento se da en un ambiente
político perturbador por su carácter faccioso - tribus perredistas -. En
estricto sentido, podríamos decir que, en lo que toca a la política de salón, Mancera
juega en un ambiente perredista que bien puede ser tenido como una vulgar
guarnición de mercenarios desalmados capaces de cualquier cosa, que es algo que
exige sagacidad al máximo.
Mancera tiene muchas cualidades
para convertirse en un excelente político. De entrada, creo que es un buen
hombre; no santón, pero sí al menos bien intencionado. Goza demostradamente de
una buena cualidad natural para el desempeño en la política con eficacia, la ya
anotada antes: Sagacidad. Luego, Mancera está inserto en un ambiente que puede
ser favorable a su real perfeccionamiento como político porque, a diferencia de
los prianistas, está constreñido a desempeñarse con la mayor rectitud moral posible
toda vez que, si quiere hacerse del control legítimo de la izquierda en México,
su reto mayor es emular y hasta superar a AMLO, alguien cuyo mayor activo en la
política es precisamente la legitimidad moral, el ethos. Y finalmente, el
natural, el estatus y los resultados, han dotado a Mancera de un conjunto de
cualidades que le otorgan algún acervo de legitimidad carismática; algo que,
pese a todo, pese a su aporte marginal en el éxito verdadero en la política, no
deja de ser importante en estos tiempos donde todo está bajo el influjo de la
maldita mercadotecnia. En suma, si Mancera sigue esta ruta, creo que puede
llegar mucho más lejos de lo que ha logrado hasta ahora.
Sin embargo, por momentos Mancera
flaquea de esta ruta correcta en la política por dos motivos. Por un lado, en
los últimos tiempos se le ha visto en ocasiones un tanto lejano de la legitimidad
moral en tanto se ciñe demasiado al arbitrario script de EPN contra las
manifestaciones de repudio al programa de reformas. Por otro lado, cada vez más
deja ver que pretende suplantar al ethos con el uso exclusivo de dos modelos mercadológicos
en la política: El de EPN y el de Vlad Putin El Martillo, aunque en este último
caso solo en su faceta del Sportman. En efecto, Mancera parece estar cada vez
más rendido a la estrategia de insertarse en la voluntad de los ciudadanos privilegiando
un apartado muy frívolo de la legitimidad carismática: El galán y sportman
admirable y codiciable. Y muchas y muy variadas son las salientes concretas a
este respecto en algunos medios, de tal forma que el problema no se puede
ocultar ya bajo la alfombra: El boxeador, el atleta, el elegante, el fino, el
muñeco bonito, el don Juan...en suma, el nuevo esteta de la política.
Recién Mancera acaba de mostrar
al público sus pectorales cuando acudió a vacunarse contra la influenza. Aunque
esto puede tomarse como un hecho intrascendente, no lo es. De entrada, tome en
cuenta el lector que no era inevitable que Mancera fuera fotografiado con las
"chiches" de fuera. Bien pudo reservar el momento del pinchazo al
ámbito privado y limitarse al exhorto público con los medios para el antes o el
después del mismo. Y aclaro que si digo
"chiche" no es sino para emular a mi general Villa por aquello de que
solía preguntar a los aspirantes a la Bola que eran muy mozos y bisoños lo
siguiente a fin de disuadirlos de tal lance: "Y a ti, muchachito: ¿Quién
diablos te da tu "chiche"?"
Si Mancera nos ha mostrado sus ejercitados
pectorales no es sino porque él mismo los tiene por colosales y bellos, y de
ahí por dignos de alabanza, envidiables y vendibles. Es así que el asunto es
importante, no por los pectorales de Mancera en sí mismos, sino porque se trata
de un nuevo capítulo de la frívola aventura estética de este hombre, donde a
todas luces se trata de emular el efecto mercadológico del Vlad Putin El
Martillo con el torso desnudo en las estepas siberianas. Y tenga por cierto que
si Mancera tuviera por "chiches" unos colgajos flácidos de bofes
apuntalados por una panza hinchada, jamás se hubiera atrevido a protagonizar
semejante acto de exhibicionismo donjuanesco...¿Apuesta?
Tal vez Mancera piense que, pese
a todo, esta estrategia de lo frívolo sea eficaz toda vez que, según son los
hechos a la vista, ha dado resultados tangibles. A primera vista tendríamos que
conceder con él, porque, no obstante la compra masiva de votos del PRI, EPN
arribó al poder con la estrategia del muñeco bonito. Sin embargo, de ser las
cosas así, Mancera estaría perdiendo de vista que se está dejando llevar por
una historia priista que, además de no poder llamarse feliz y exitosa porque
apenas empieza y tiene mucho tramo por delante para ver su último día, es de
máxima verosimilitud que termine como un grande fiasco ante la opinión pública.
Se aclara de paso que la afirmación de la muy alta probabilidad de que el
régimen de EPN termine en un nuevo fiasco del PRI a la vuelta de algunos años
es real. No es producto de pesimismos o de oposición dogmática al PRI, se trata
de objetividad y juicio ceñido a la experiencia histórica. Si usted revisa con
detenimiento lo esencial del programa de reformas del PRI - reformas
energética, fiscal, laboral y financiera -, y toma en cuenta además como
precedente que en el mismo no se han tocado en lo más mínimo las causas
esenciales de la mala distribución del ingreso y la riqueza en este país, solo
puede concluirse que este régimen entregará al final un país más devastado en
materia de justicia, equidad y, en consecuencia, en potencial de crecimiento.
Solo aquel hombre que analiza estas cosas ceñido al libro de texto y omitiendo
experiencia y conciencia histórica, puede creer en el discurso optimista del
régimen de EPN.
Si Mancera desea en realidad
escalar al sitial de un político auténtico, y por ello realmente exitoso, no
debe olvidar las siguientes dos cosas:
Primera: Si bien la estrategia
del muñeco bonito puede ser muy efectiva para arribar al poder, sobre todo en
situaciones como la nuestra donde la mayoría de los electores viven bajo el
tutelaje de la televisión, no lo es para sostenerlo de la mejor manera posible
en el largo aliento. Esto, porque a la larga esta estrategia superficial
siempre será rebasada por una realidad social que termina por convertir al
muñeco bonito en un monstruo horrendo. Basta recordar el caso engañoso de Salinas
de Gortari, asunto de reciente data, para tomar conciencia de esto.
Segunda: El verdadero político,
el héroe en política, el que goza de legitimidad moral, y que es el que deja
abundante progenie en la memoria, la devoción y la obediencia de los
ciudadanos, es aquel hombre que pasa por alto modelos superados y precedentes
ya anacrónicos para luego lanzar delante de sí nuevas líneas de inteligencia y
verdad a fin de crear un nuevo universo moral que perfeccione a la sociedad. Pero
esto no se consigue con la cualidad de "muñeco bonito", con lo pueril
y efímero, sino alcanzando la legitimidad moral, que es algo que solo puede
lograr Mancera si se restringe a la emulación en el ámbito de la verdadera
izquierda mexicana.
Lo anterior postula que Mancera
en realidad quiere ser un verdadero político. Pero si la verdad es que Mancera
solo quiere ser otro EPN, entonces debemos concluir que no tiene madera para
ser un héroe de la política y, por ello, que no es capaz de llevar a la
sociedad a un nuevo orden moral que ayude a superar nuestra condición
decadente. Y si así son las cosas, esto significa que Mancera sigue atrapado en
su cerco de egoísmo y supeditado a sus deseos e intereses personales, sin
llegar a tomar conciencia respecto de sus funciones como ciudadano y político y
del principio de reciprocidad implicado en ellas y que es la regla de la
justicia y el fundamento del amor al prójimo.
Pero no todo está perdido para Mancera
si es que solo quiere ser otro EPN, es decir, un muñeco que cree que es
político. Si éste es el caso de Mancera, puede estar casi seguro de que sus
deseos se realizarán porque es muy probable que su estrategia de lo frívolo le
dé estupendos resultados. En efecto, si sigue por el mismo camino, y si la
fortuna lo favorece - la política es una suma de voluntad y azar -, puede estar
seguro que un día será un presidente bonito que terminó siendo un completo
fiasco. Si eso satisface a Mancera, felicidades por él.
En lo personal, yo le veo
posibilidades para mucho más si sigue la ruta correcta de la emulación en
política. Si lo hace, puede ser un héroe de la política, un hombre que deje
progenie memorable en sus conciudadanos. De otra firma, solo será un lindo
muñeco que es muy exitoso en el estrecho cerco de su egoísmo. Pero bueno, cada
quien con sus quereres.
Buen día.
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