Parece que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas amenaza con
despertar y volver a la realidad. Recién pidió al comité directivo del PRD
nacional renunciar a efecto de proceder a una sacudida de dicho organismo para evitar
su transformación en una pieza más en la maquinaria infernal del corrompido
sistema de partidos en México, que no es sino un sistema de franquicias
ordenadas a grupos de interés privado. Yo corregiría un poco al ingeniero y
diría que se trata, no de evitar eso, sino de sacar al PRD de su condición ya muy
consolidada como pieza menor y subordinada en esa máquina infernal de partidos;
situación que no es sino obra suprema de los Chuchos según consta en hechos
consumados.
Si me atengo a lo dicho por el ingeniero como expresión de su
deliberación más sincera y completa, si asumo que no le falta nada a eso y que
no hay pretensiones ulteriores no declaradas, mucho me temo que sus planes se
van a frustrar quedando luego en mera fantasmagoría, en simple golpe mediático,
y con un PRD que, en los hechos, continuará en decadencia. Digo esto porque
hasta el análisis más somero de la situación nos indica que el PRD fue
secuestrado por los Chuchos al menos desde el 2006 y hasta ahora para
convertirlo en una franquicia para su ya reconocido negocio privado: la
vendimia política. En ese sentido, limitarse solo a abortarlos de la dirigencia
es denuncia de fracaso futuro porque se les deja en activo en las entrañas del
organismo y siempre listos para restablecer su vulgar imperio de mercachifles
de la grilla en ese partido.
Tal vez lo que he dicho suene muy duro, muy atrevido, muy
audaz, tal vez hasta inmoral, porque implícitamente estoy indicando que la
solución eficaz apunta a un ingeniero dando una sacudida de purga en el PRD
para extirpar el tumor de los Chuchos. Sin embargo, debemos reconocer que en la
política real, en la política de orden superior, a veces se justifica acudir a
un medio moralmente ilegítimo, como es una purga por el principio de autoridad,
para combatir a un grupo de personas que representan un gran mal deliberado y
muy intransigente - los Chuchos -, y todo con la vista puesta en un fin moral:
el bien del PRD y su militancia auténtica. No se trata de apelar a la adopción
de un maquiavelismo vulgar por sistema, que es hechura de los jesuitas, no de
Maquiavelo, donde la actuación se rige siempre por la máxima: el fin justifica
los medios. No, nada de eso, se trata de ceñirse al verdadero maquiavelismo:
buscamos la lealtad y la honestidad en el accionar político, pero cuando las
condiciones que se enfrentan son de mal, hay que combatirlo con los
instrumentos más eficaces, sin consideración alguna a su calidad moral, para el
logro de un fin moral ulterior. Se apela a un maquiavelismo limitado, razonable,
a una política realista, pragmática y eficaz, que busque expulsar a los Chuchos
de ese partido. Por lo demás, el ingeniero tiene todas las condiciones
necesarias para realizar esas acciones radicales con total eficacia puesto que
es el fundador de ese partido y su líder moral. Y no hay pretexto alguno para no realizar
semejante acción de purga puesto que ésta no denuncia costo posible para el PRD.
El mismo ingeniero reconoce implícitamente lo que ya todos sabemos: el PRD has
sido devastado por los Chuchos. Por el contrario, sabemos que semejante acción pondría
al PRD, ahora sí, en condiciones de un renacimiento de credibilidad y de una
vía de progreso posible, y a él, al ingeniero, le abonaría en más legitimidad
como líder social.
No puede caber la menor duda ya de que los Chuchos
prostituyeron al PRD entregándose a la tarea de venderse al mejor postor, al
poder en turno. Es claro que el negocio de ellos, de los Chuchos, no son las
dos virtudes principales de la política de orden superior: honestidad y
lealtad. Lo de ellos es la vendimia política. Eso quedó en evidencia desde que
validaron el golpe de estado de Felipe Calderón en el 2006 adhiriéndose a su
régimen ilegítimo. La vendimia de los Chuchos quedó luego en evidencia al
adherirse al circo mediático del Pacto por México, que no era sino el postulado
de la reforma energética, lo cual hace a los Chuchos cómplices vergonzantes de
la misma así hayan hecho el circo de la oposición. Digo, es que a estas alturas
solo un torpe no cae en la cuenta de que así estaba armada la trama mediática
de las reformas: un pacto que da legitimidad artificial a las reformas.
Siempre tuve claro que los Chuchos obraron en esta larga vendimia
como lo hacen los torpes: asumiendo que los otros son tan estúpidos que nunca
se darán cuenta de sus maldades. Pero el tiempo les demostró que los torpes son
ellos, porque no solo están evidenciados como maldosos de alto calado ante los
mexicanos, sino que se los comieron redondos sus socios, sus compradores de
ocasión, el actual régimen, es decir, mordieron el seductor anzuelo del régimen
sin saber que era el último cebo que probarían con infinito placer. Cierto, ya
queda claro que mordieron el cebo y que sus cazadores ya les dieron garrote
imprevisto con Ayotzinapa. No se lo esperaban.
Hasta hace poco yo tenía muy serías dudas en torno a si el
caso Ayotzinapa era un crimen de Estado. Tenía mis serias reservas porque me
queda claro hasta ahora que a EPN y al PRI no les resulta útil de manera alguna
la masacre de los muchachos de Ayotzinapa, y menos en la situación exitosa por
la que caminaban en su programa de reformas. Creo, y sigo creyendo, que ese
escenario es una mala apuesta para ellos, una apuesta que ni el más torpe de
los hombres tomaría. Incluso toqué ese asunto en un artículo reciente. Sin embargo,
a medida que ha pasado el tiempo, agregando sus acontecimientos, me queda claro
que el crimen de Estado sí es altamente verosímil, donde verosímil indica que
me parece verdadero sin cualquier pretensión a ser verdad. Pero como dejaré
este tema para otro artículo, me limito a decir lo siguiente sobre este asunto
en términos un tanto alegóricos.
Creo que los priistas, muy ingenuos, y echando por tierra su fama
de zorros, mordieron el cebo seductor de un "extraño" cazador de peso
completo, que luego les dio garrote "imprevisto" con Ayotzinapa, lo
cual luego encuadra al acontecimiento en un crimen de Estado de alto calado. Y
no es sino por esto que el actual régimen se muestra en el estado crítico que
ya señalé en un artículo anterior: desmayado de miedo e incapaz de afrontar la
situación con acciones de orden superior. Parece que en este escenario todo
está conectado, y que dichas conexiones no contravienen al menos al sentido
común: impunidad pactada entre partidos, Ayotzinapa, reforma energética, fallos
de la suprema corte en torno a las consultas energéticas, políticos del primer
mundo y falsimedia global dando legitimidad moral a la protesta popular. Al
final, parece que podríamos tener a un zorrillo - Chuchos - prendido al cebo de
un zorro muy menguado - priistas -, que a su vez está prendido al cebo de un
gran cazador inesperado, y hasta ahora muy bien oculto.
Pero el hecho es que, con o sin crimen de Estado, con o sin
cazador de peso completo, los Chuchos, avariciosos como son, mordieron el cebo priista
desde el principio y ya están hasta el cuello en el escándalo, lo cual los pone
al filo del abismo político con la resolución del ingeniero Cárdenas, y si es
que éste desea ir al fondo con acciones eficaces. Pero si el ingeniero actúa
ingenuamente, si no purga al PRD de los Chuchos, este suceso solo será un golpe
mediático inútil que luego pondrá al ingeniero bajo sospechas. Y ya ahí, que el
ingeniero no se lamente por las inferencias que puedan lanzar los mexicanos.
La nota cómica en todo este escándalo perredista, aunque de
mal gusto, y diría que de humor negro, la viene a dar por ahora el ocurrente
Graco Ramírez, desgobernador de Morelos, cuando declara que al ingeniero Cárdenas
se le pasó la mano al pedir la renuncia del comité directivo del PRD. Nos dice
el ocurrente Graco lo siguiente:
"Lamentablemente, se excedió - se refiere al ingeniero
Cárdenas -, porque la legitimidad - de la dirigencia del partido - no está
cuestionada; al contrario, es la dirección con mayor legitimidad que hemos
tenido en el partido... El Comité Ejecutivo y el presidente del partido tienen
toda la legitimidad para encabezar al partido...Confundir la situación de lo
que ocurre en Iguala y en algunas ciudades donde el crimen organizado ha
penetrado, con la legitimidad del partido, me parece un exceso, con todo
respeto." Y agregó: deben cambiarse los modelos de la Policía y no
encontrar responsables en el corto plazo.
Graco está muy confundido. Le pasa por alto que la
legitimidad no es un bloque homogéneo, que tiene sus partes, sus clases. Una
cosa es la legitimidad legal, electoral en este caso, que es a la que él apela
sin saberlo, y otra cosa es la legitimidad moral, la cual desconoce al parecer.
En estricto sentido, los Chuchos podrán gozar de legitimidad legal en este
caso, que lo dudo sabiendo lo matreros que son, pero eso no implica que tengan
legitimidad moral para estar ahí, dirigiendo a un organismo de interés público
que debiera regirse por la honestidad y la lealtad. Y el dato duro es que no
tienen legitimidad moral porque los
hechos consumados los acusan como parte estelar de la matanza de Ayotzinapa al
menos por omisión movida por un utilitarismo vulgar en la política, o en el
mejor de los casos por ignorancia culpable.
No toda elección democrática es moral, ni toda acción moral
es democrática, y la elección de los Chuchos en la dirigencia del PRD es
completamente inmoral. Eso le debe quedar perfectamente claro a Graco si es que
se precia de ser político. Pero es claro que no lo sabe porque habla como
habla, desordenadamente, sin atinar a aceptar la realidad: la elección del
actual comité directivo del PRD es inmoral por la presencia de los Chuchos, lo
cual rehúye a la descripción de legitimidad total en el discurso de Graco.
Pero si pese a lo anterior, que es verdad de razón y de hecho,
Graco insiste en sostener absurdamente que la legitimidad de la dirigencia
actual del PRD es completa, total, entonces está haciendo cómplices a los
militantes del PRD que votaron por ellos porque las palabras de Graco equivalen
a afirmar implícitamente que esos mismos militantes han validado el pecado de
los Chuchos en Ayotzinapa. Pero ¿cree usted, estimado lector, que un militante
honesto del PRD estaría dispuesto a votar por los Chuchos en este momento?
¿Cree acaso que votaría por ellos sabiendo que están implicados en el escándalo
de Ayotzinapa? Vaya, hombre, se puede deducir que el voto que llevó a los
Chuchos a la dirigencia es producto de degradantes fenómenos como: clientelismo
y asociación inmoral. En efecto, solo sus clientes o sus socios de andanzas
pueden pasar por alto las exigencias de la moral para votar en favor de continuar
en el negocio de la vendimia política con los Chuchos al mando. Si el negocio
ha marchado bien hasta ahora, ¿para qué cambiar, para qué echar a perder un
buen negocio?
Y vaya, hombre. Ahora resulta que al ocurrente de Graco le
parece poco el mal radical implicado en los trágicos sucesos de Ayotzinapa.
Digo esto porque se atreve a decir que al ingeniero Cárdenas ¡ se le pasó la
mano ! Es decir, para Graco es un exceso la petición del ingeniero cuando puesta
frente a la reconocida participación de los Chuchos en la tragedia de Ayotzinaoa
al menos por omisión o por ignorancia culpable. Es así que me pregunto: ¿Qué
necesita Graco para considerar justa la petición de Cárdenas?, ¿acaso un
genocidio al estilo Nazi? A partir de este dato en Graco, no me imagino hasta
qué alturas podría llegar el humor negro de este hombre si el ingeniero
procediera a hacer lo correcto según el canon de la eficacia en el sentido
político, que no es sino lo que dijimos al abrir este apunte: purgar a la
fuerza a los Chuchos del PRD.
Es evidente que Graco está pasando por el mismo trance por el
que pasa la clase política oficialista en estos momentos: está actuando
emocionalmente, incapacitado para afrontar la realidad, al punto del desmayo, y
luego inventando subrogados imaginarios para evadirse y fugarse. De ahí
devienen sus reacciones de orden inferior, pero completamente inútiles, que son
señales solo de un gran descalabro, y consistentes en inventar legitimidades
inexistentes, minimizar y despreciar los hechos consumados de Ayotzinapa, y
pedir piedad implícitamente con su apelación a no buscar culpables de corto
plazo.
Y eso es todo.
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