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Sent to OTRS, By Jeff Bachner, New York Arm Wrestling Photographer (jbachner@gmail.com) |
La tradición bipartidista de los
EUA:
La política norteamericana se
centra esencialmente en un dilema en torno a la relación Estado-Individuo. El
primer reflejo de esto lo vemos en la forma en que los padres fundadores de EUA
asumieron su proyecto de nueva nación: un arriesgado experimento social sobre
el fundamento del individuo. La misma carta fundacional de los EUA ni siquiera
considera en su texto la figura de los partidos políticos y los candidatos a
los puestos de elección popular son considerados bajo el título de ciudadanos
sin partido. Pero lo cierto es que este experimento con el individuo fue muy
efímero, solo duró un par de años mientras nadie planteó el dilema fundamental
norteamericano en la relación Estado-Individuo.
Los partidos políticos aparecen
en la escena norteamericana hacia mediados de la década de los 1790´s cuando
Alexander Hamilton, el secretario del tesoro de Washington, pone en la mesa del
congreso el dilema fundamental norteamericano al presentar el primer programa
económico para la nueva nación. Es el momento en que el congreso abandona el
experimento político del individuo para fracturarse en dos corrientes políticas
que se formalizarían muy pronto en los dos primeros partidos políticos en EUA:
Federalista y Demócrata-Republicano. El partido Federalista, creado por
Washington y Hamilton, se inclinaba por un Estado "hands-on", o
interventor en la vida de los individuos, en tanto que el Demócrata-Republicano,
creado por Thomas Jefferson y James Madison,
se inclinaba por un Estado "hands-off", o que minimice su
injerencia en la vida de los individuos. Y como es natural que ocurra en una
sociedad que se está estrenando como nación, dicha fractura partidista se
difundió rápidamente desde el congreso a los ciudadanos ordinarios, da tal
forma que muy pronto la sociedad civil norteamericana estaba dividida entre
Federalistas y Demócratas-Republicanos.
La historia política completa de
los EUA se ha tejido desde entonces con los dos hilos de esas dos corrientes
fundamentales, lo cual se concretó muy rápido en una añeja tradición
bipartidista a la cual los norteamericanos se adhieren con fe. En teoría, una
corriente va del partido Federalista de Washington y Hamilton al efímero
Partido Nacional Republicano, luego al Partido Whig, para terminar con el
actual partido Republicano, fundado oficialmente en el año 1854; en tanto que
la otra corriente va directamente del Partido Demócrata-Republicano de
Jefferson y Madison al actual Partido Demócrata, fundado oficialmente en el año
de 1824. Sin embargo, hay motivos sobrados para dudar de ese supuesto linaje
partidista porque los partidos, además de ser en parte producto de situaciones
de oportunismo político-electoral, como ocurrió en el tiempo de John Quincy
Adamas y Andrew Jackson, no siempre se han ceñido rígida, completa e
invariablemente a una de las dos corrientes de pensamiento.
Enseguida le obsequio dos
gráficas que hice en base a los datos electorales de EUA desde su primera
elección presidencial, en 1789, y hasta
la última elección nacional de 2012. Para facilidad de análisis, estoy
limitando los datos a las elecciones presidenciales en que se presentaron a
competir candidatos independientes, y consignando los datos de éstos frente a
los dos partidos más fuertes de cada elección, que son siempre cualquiera de
los que mencioné arriba. Omito a los otros partidos menores porque no son
figuras estadísticamente. Vale aclarar también que los datos de la elección de
1789 se refieren a la votación del colegio electoral, no al voto popular. Hice
esto porque en esos primeros tiempos el voto popular estaba sumamente
restringido: a los ciudadanos libres y propietarios, con excepción de las
mujeres, lo cual restringía el proceso a las élites de EUA. De esta forma, me
parece un mejor indicador de la voluntad popular del momento el voto del
colegio electoral.
Bien, esas dos gráficas nos ponen
en claro la fuerte adhesión de los norteamericanos al bipartidismo. Esa
adhesión es tal, que los candidatos que se han postulado en cada elección por
la vía independiente, o por una tercera vía partidista, alcanzan cifras de
votos, o muy bajas, o ridículamente bajas.
En el caso de los independientes
la elección de 1789 es atípica porque, como dije al abrir este artículo, para
ese entonces no existía la figura del partido político, de tal forma que los
candidatos se presentaban por mandato de ley a modo de ciudadanos sin partido.
Con excepción de ese año, y como indica la gráfica 1, los únicos dos candidatos
independientes que llegaron a figurar muy modestamente en la historia
norteamericana han sido John Anderson, con un 6.61% de la votación en la
elección de 1980, y H. Ross Perot, con un 18.91% en la elección de 1992. Sin
embargo, en ninguno de esos dos casos ajusta para preocupar a los dos grandes
de la contienda. En lo que toca al resto de independientes se ciñen al eje
horizontal, muy cercanos al cero. En general, la participación de todos esos
independientes menores en la votación total oscila entre el 0.00% - la mayor
frecuencia de casos en cifras redondeadas - y el 0.91%.
Pero si la figura de
independiente en EUA ha sido un completo fracaso luego de 1789, la tercera vía
partidista ha sido al menos un fracaso. La gráfica 2 nos da una medida
indirecta de eso. El tramo que falta para que cada barra del histograma alcance
el 100% de altura nos da la suma de: otros partidos, write-in - personas no
postuladas -, y nulos por diversas causas. A partir de ahí, el lector puede
inferir que en todas las elecciones la tercera vía partidista es irrelevante. Y
lo cierto es que en cada año electoral ocurre lo mismo con los otros partidos o
la tercera vía partidista: está muerta.
En el caso de los independientes
y la tercera vía partidista se ha intentado de todo en EUA para tratar de
atraer la adhesión del electorado. Ahí se ha ensayado todo: retorno al
individualismo de los padres fundadores, religión, abolicionismo, esclavismo,
centralismo y federalismo, antimasonería, anticorrupción, nazismo, feminismo,
comunismo, socialismo, sindicalismo, agrarismo, impuestos pobreza, desempleo, tercera
vía por sí misma, anticonspiracionismo, y hasta hubo por ahí un partido que se
tomó a broma la política y postuló a un candidato un tanto cómico por un
partido que no iba atrás en ironía cómica: partido de la Apatía. Si me atengo a
la abundancia y variedad de opciones que se han inventado en aquel país luego
de más de 200 años de historia política, podría decirle que los norteamericanos
son los maestros supremos en eso de inventar candidatos independientes y
opciones para la tercera vía partidista. Sin embargo, todo ha sido infructuoso
porque no le hacen mella al bipartidismo en la conciencia de los norteamericanos.
En conclusión, la historia
político-electoral completa de EUA demuestra que la vía independiente y la
tercera vía partidista en las elecciones presidenciales de ese país son
ineficaces, no funcionan.
La aversión de los
norteamericanos a los financieros:
El aspecto más relevante de la
batalla política de los norteamericanos en torno al dilema Estado-Individuo es sobre
el papel que debe jugar el Estado en la actividad económica de la sociedad, y
más especialmente en relación con los agentes económicos. En esto siempre se
han definido dos corrientes principales que empiezan desde la presidencia de
Washington. Por un lado tenemos a los Federalistas de Hamilton que se definían
por un Estado que apoyara sobre todo a los grandes capitalistas y financieros.
Por otro lado tenemos a los Demócratas Republicanos de Jefferson y Madison que
se definían por una democracia económica participativa y un Estado muy
vigilante sobre los abusos de los grandes capitalistas y financieros. En el
balance, la postura de Jefferson y Madison siempre gozó de mayor popularidad en
los EUA y fue por ello que se convirtió en la fuerza política dominante hasta
poco antes de la era Lincoln. Por su parte, la corriente Federalista, más
elitista y contraria a la democracia participativa, fue cayendo de la gracia de
la gente hasta desaparecer de la escena política.
Estas dos corrientes fueron
heredadas a los partidos dominantes que vinieron con el tiempo. En lo esencial,
el Demócrata, desde tiempos de Ban Vuren y Jackson, se define por el enfoque de
Jefferson y Madison, y el Whig y Republicano se definen por el enfoque elitista
de Hamilton, aunque un tanto suavizado. Con todo, y como dije arriba, los
partidos no siempre se han ceñido rígidamente a una corriente determinada en
este punto. Aún hoy la cuestión del linaje partidista según ideología es asunto
de paradojas, sobre todo cuando ponemos la vista en aspectos muy particulares
de la política. Tome por ejemplo a dos de los tres aspirantes principales a la
presidencia en este momento: Hillary Clinton y Donald Trump. Aunque Hillary es
Demócrata, sus posturas de no regulación a Wall Street coinciden con la
corriente elitista de los Federalistas de Hamilton y de los Whig; a su vez,
Donald Trump es Republicano, pero sus posturas para regular a Wall Street encajan
muy bien en la corriente de los Demócratas de Jefferson y Madison.
Lo que nos muestra todo esto es
lo siguiente: en EUA ha existido siempre una gran desconfianza del pueblo hacia
los grandes capitalistas y financieros. Se trata de una percepción muy
difundida y representada muy bien por la popular corriente de Jefferson y
Madison hasta nuestros días. Y esa aversión se acrecentó cada vez más con las
crisis y depresiones que se generaron por la codicia incontrolada de los
financieros en el siglo XIX, en las décadas de los 20 y los 90 del siglo XX, y en
la primera década de este siglo. En todos esos momentos hay factores comunes
que han fortalecido esa aversión del público norteamericano: la ética
empresarial de la ganancia rápida y sin esfuerzo, estrecha conexión entre
financieros y gobierno, pasión por la desregulación, y corrupción generalizada.
La reputación de los banqueros y
financieros ha caído a niveles tan bajos en los EUA hoy en día, que su
actividad predadora ya es tema central en literatura y libretos para televisión
y cine. Con frecuencia las encuestas para la calificación de los grupos
sociales según ocupación en EUA ubican a los banqueros y financieros en los
últimos lugares, solo por encima de las prostitutas y los criminales convictos.
Volviendo a Michael Bloomberg:
Según son los hechos, nada puede
ser más garantía de fracaso para una persona que pretender ser presidente de
EUA a través de una candidatura independiente y siendo además de oficio un
empresario importante de Wall Street. Así que es de máxima probabilidad que
Bloomberg sucumba en el intento y al costo gratuito de los 1,000 millones de
dólares que piensa invertir en su campaña...Un momento: ¿es posible que Michael
Bloomberg ignore que prácticamente no tiene posibilidades de ser presidente?...No,
sí lo sabe. Yo creo que sus intenciones reales pero ocultas apuntan a otro
lado.
En realidad, lo que le preocupa
mucho a Bloomberg, como a toda la familia de Wall Street, es la cada vez más
cercana posibilidad de que Bernie Sanders le gane la carrera a Hillary Clinton
en el partido demócrata, y que Donald Trump se quede con la candidatura
republicana. Ese resultado sería realmente catastrófico para ellos porque, de
esos tres personajes, la única que le garantiza a Wall Street la prosecución de
su poder y privilegios es Hillary Clinton. De sobra conocida es en EUA la estrecha relación entre las firmas de Wall
Street y el matrimonio Clinton, lo cual incluye fondeos a los proyectos
políticos de éstos por firmas como: Citigroup, Goldman Sachs, JP Morgan Chase
& Co, Morgan Stanley, incluyendo a figuras de la burbuja especulativa del
2007, como la extinta Lehman Brothers. Por el contrario, Bernie Sanders y
Donald Trump no inclinarían fácilmente la cabeza ante Wall Street porque tienen
por el momento una orientación más afín al pensamiento de Jefferson y Madison:
democracia participativa y regulación estatal, lo cual dejaría a las firmas de
Wall Street bajo alto riesgo de muerte. Sin embargo, creo que la mayor amenaza
para Wall Street está en Donald porque éste ya avanzó programáticamente una vez
que propuso implementar una política de regulación sobre los lobos de Wall
Street, y que incluye impuestos.
En suma, creo que la intención
oculta de Bloomberg en esto es restarle votos a Donald Trump si la candidata de
Wall Street resulta electa en el Demócrata: Hillary Clinton. Esto sí tiene algo
de sentido porque el Bloomberg financiero puede resultar un buen sustituto del
Donald empresario en la mente de algunos norteamericanos despistados. Y por muy
pobre que sea la cosecha de Bloomberg como independiente, sería de gran ayuda
para Hillary en el caso de una elección cerrada. Por lo demás, yo no creo que
Bloomberg esté dispuesto a derrochar 1,000 millones de dólares apostando al sueño
imposible de ser el primer lobo de Wall Street en llegar a la presidencia de
los EUA con una candidatura independiente. Eso sería tanto como creer que el
señor Montgomery Burns puede ser presidente de los EUA...algo que solo es
posible en el mundo de Los Simpson.
Y eso es todo.
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