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¿Se puede hablar de una ciencia
cristiana?:
Desde muchos siglos atrás la
filosofía y la ciencia crecieron, maduraron y finalmente se marcharon de su
casa paterna, la teología, para hacer vida legítima y autónoma. Hoy en día hacemos
una distinción clara y explícita entre estas disciplinas y reconocemos una
diferencia fundamental entre teología y ciencia: la primera se funda en
principios de autoridad - fe - que recibe como revelación y considera los
objetos de que se ocupa como revelados o deducibles a partir de esos principios;
la ciencia, por su parte, se funda en principios que son conocidos por la razón
y la experiencia y considera los objetos de que se ocupa como aprehensibles por
esos dos recursos para llegar a conclusiones que son fruto exclusivo del
razonamiento humano. Lo que interesa al discurso teológico es si sus argumentos
y conclusiones están soportados por los principios revelados, en tanto que lo
que interesa a las hipótesis científicas es si están soportadas o refutadas por
la observación y la experimentación según ciertos métodos acordados.
Así pues, la teología dogmática o
la teología natural o escolástica nunca ofrecen criterios de verdad para la
ciencia, de tal modo que ningún enunciado científico es verdadero y cristiano
solo por ser compatible con la dogmática cristiana, como tampoco puede ser
falso y pagano o hasta herético si contradice con sus resultados dicha
dogmática. Resulta absurdo y hasta chocante hablar, por ejemplo, de una
medicina cristiana o una economía cristiana. Un médico o un economista pueden
ser cristianos, pero no pueden ser cristianas sus respectivas ciencias, que
solo son eso: ciencias. Así que la respuesta a la pregunta que titula este
apartado inicial es la que sigue: si la ciencia es una parcela legítima y
autónoma del conocimiento humano, con sus métodos y objetos propios, y con al
menos igual dignidad que la teología, no puede ser cristiana de modo alguno,
como tampoco puede ser pagana o herética. Al final, a lo más que puede aspirar
legítimamente una frase como "economía cristiana" es a significar que
los enunciados de dicha ciencia son compatibles con la sabiduría cristiana, no
más, y sin que ello le agregue validez a sus enunciados.
Dado lo anterior, nos queda claro
que todo discurso o argumentación teológica siempre permanece en el terreno de
la teología sin poder convertirse en ciencia o filosofía. Y esto se sostiene
aun y cuando el teólogo proceda a usar de categorías y formas de razonamiento
científicos o filosóficos para llegar a determinadas conclusiones a partir de
premisas reveladas - obtenidas por la Revelación -. Lo cierto es que esto
último no convierte a la teología en ciencia o filosofía de manera alguna, solo
da lugar a la formación de la teología escolástica o natural, puesto que los
principios, los datos, las premisas, se siguen obteniendo por Revelación y se
siguen aceptando por fe, no por lo que es propio de la ciencia y la filosofía: la
razón y la experiencia.
El intercambio verbal entre
Donald Trump y el Papa Francisco:
Traje lo anterior a cuentas para
que sirva como marco de referencia conceptual en el trabajo que me propongo en
este artículo: espigar algunas conclusiones en torno al intercambio de críticas
que se dio entre Donald Trump y el Papa Francisco durante la visita pastoral de
éste a México.
Ya sabemos que Donald ha sido
convertido en el ave de las tempestades por el Establishment norteamericano una
vez que se atrevió a poner en duda y bajo amenaza los principios que norman los
negocios lucrativos de las élites de ese país. El circo ha escalado tanto, que
la campaña norteamericana ya se parece mucho a las campañas mexicanas de los
últimos tiempos. Vaya, ya hasta tenemos ahí al Felipe Calderón y el Fox ocupados
en las mismas tonterías que hicieron y dijeron en las elecciones del 2006 en
México: comparando a Donald con Hitler y diciendo que es un peligro para EUA.
Bendito sea Dios con estos necios. Y por si faltara poco, ya hasta el Papa mordió
el carnaval de las tempestades con Donald para cometer varios despropósitos, como
veremos enseguida.
De lo menos que se puede acusar a
Donald Trump es de ser un sujeto torpe o ingenuo. Su fortuna obtenida con el
esfuerzo propio lo avala como un tipo astuto. Y me parece que Donald Trump mostró
la lucidez de su razón astuta al anticiparse bien a una de las intenciones
centrales que tendría la visita del Papa a este país: la condenación teológica
de su posicionamiento político en el tema de la inmigración en Estados Unidos.
Esta predicción completa de Trump ocurrió durante una entrevista que concedió a
la cadena Fox News días antes de la visita del Papa, y donde añadió las
siguientes palabras: “El Papa es una persona muy política, creo que no entiende
los problemas que tiene ese país, el peligro de la frontera abierta que tenemos
con México".
El dato es que las cosas
sucedieron tal como Trump las anticipó. La visita del Papa a México sí se
convirtió en una condenación teológica de los posicionamientos de Donald en el
tema de la inmigración. Esto lo vimos hacia la parte final de dicha visita con
el servicio religioso multitudinario en Ciudad Juárez, que estuvo colmado de
condenaciones simbólicas hacia los posicionamientos de Donald Trump. Aquí los símbolos
teológicos hablaron a más y mejor, sobre todo cuando se apeló a la familia de
Nazaret como sujetos de inmigración forzada durante el tiempo del viejo imperio
romano. Pero las condenaciones papales contra Donald Trump ya fueron directas y
claras en la rueda de prensa que éste ofreció durante su viaje de retorno al
Vaticano. A la pregunta de un reportero en torno a que si un católico podía
votar por alguien como Trump, el Papa dijo lo siguiente: "Una persona que
sólo piensa en la construcción de muros, dondequiera que se encuentren, y no en
la construcción de puentes, no es cristiano (…) Eso no está en el
Evangelio".
Ya sabemos que Donald Trump se
limitó a zanjar la cuestión con expresiones amables hacia la persona del Papa, no
comprando reyertas inútiles, y aclarando que él no veía una disputa con el Papa
en este asunto, pero sin dejar pasar la oportunidad de deslizar por ahí la percepción
de que éste estaba sesgado en sus juicios en virtud de que se había dejado usar
por el gobierno mexicano en la cuestión de la inmigración.
Todo este episodio se cierra con
las declaraciones del vocero del Vaticano, Federico Lombardi, en el sentido de
que el Papa nunca quiso realizar una condenación personal sobre Donald Trump y
tampoco una indicación del voto a los norteamericanos: "El papa ha dicho
aquello que ya sabemos bien, si seguimos sus enseñanzas y sus posiciones: que
no se puede construir muros, sino puentes", dijo Lombardi. Y en opinión de
él, se trata de una postura muy coherente del Papa por ceñirse a las indicaciones
del Evangelio sobre acogida y solidaridad.
Los errores del Papa Francisco:
Bien, si el lector no pierde de
vista lo que apuntamos en el primer apartado de este artículo le será muy fácil
encontrar los varios errores que cometió el Papa en este suceso. Los errores
comienzan cuando el Papa y el Vaticano juzgan las propuestas de Donald Trump
sobre la inmigración en los EUA única y exclusivamente desde los principios de
la Verdad Revelada, tal como si el fenómeno de la inmigración fuera un objeto propio
de la teología dogmática. Es por ello que se limitaron a construir sus juicios bajo
el siguiente silogismo teológico: Los Evangelios ordenan la acogida y la
solidaridad con el prójimo - incluidos los inmigrantes -; Donald Trump no
obedece esta norma salutífera; luego Donald Trump no es cristiano.
Para efectos prácticos, el Papa y
el Vaticano mandaron a la porra a la razón y la ciencia para convertir a la
inmigración en un objeto propio de la teología, a manera de una nueva "ciencia
económica cristiana", con todas sus absurdidades añadidas, y con el solo
propósito ilegítimo de restarle validez a las propuestas de Donald Trump y de
paso dispensarle su condenación. Digo, uno tiene que concluir esto porque en ningún
momento escuchamos al Papa o al Vaticano que apelaran a la ciencia económica
para emitir sus juicios en el tema al menos como opinantes. Vamos, ni siquiera
vimos que al menos advirtieran que las propuestas de Donald deberían ser
analizadas en el tribunal de la ciencia para determinar si están corroboradas o
refutadas por la observación, la experiencia o los hechos.
El silogismo teológico en este
tema podrá valer para el teólogo dogmático y para el devoto cristiano que solo creen
las cosas por la autoridad incuestionable de los Evangelios, sin atreverse a entender
las cosas que creen, pero no es válido para aquellos que quieren apelar a la
ciencia para entender el problema, y sean o no cristianos. Y debemos decir que,
en este caso que nos ocupa, lo legítimo es tratar de entender el problema
porque el fenómeno de la inmigración es un objeto propio, no de la teología
dogmática, sino de varias ciencias sociales, especialmente de la economía.
El lector puede extrapolar con
facilidad las consecuencias absurdas que se seguirían con eso de persistir en asumir
a la inmigración únicamente desde el plano teológico. Para esto, suponga por un
momento que todos los norteamericanos deciden que el silogismo teológico del
Papa es la verdad última en el tema, y a la que deben ceñirse activamente. ¿Puede
imaginar lo que ocurriría en EUA?...En efecto, catástrofe completa, amigo mío,
porque ya con todas las barreras legales al flujo de personas desde el exterior
disueltas, ya con todos los norteamericanos ayudando en buena copia y
generosamente a los inmigrantes a cumplir su plan de asentamiento en EUA, ese
país se vería invadido de seres humanos hasta las banderas, sobre todo con los
apremiados por la miseria, y al poco tiempo colapsaría. Sería demasiada carga poblacional
para un país con recursos finitos. Al final, y no obstante el carácter
catastrófico de los resultados en el ámbito material, el Papa y el Vaticano estarían
felices con el resultado por cuanto se habría dado cabal cumplimiento a las
normas salutíferas de los Evangelios. Y por supuesto que no estarían solos en el
jubiloso festejo, serían acompañados por otros grandes beneficiados con la
catástrofe norteamericana, aunque con móviles no tan beatíficos: los
norteamericanos que usan inmigrantes a bajo precio, los políticos yanquis que
usan a los ilegales como voto barato en potencia, y los políticos en los países
latinos, quienes se habrían librado de una vez y para siempre de sus pobres.
¿No hemos llegado a consecuencias
absurdas con el silogismo teológico? En efecto, y todo se debe a que asumimos
de una manera incorrecta el problema - la inmigración en EUA -. Lo cierto es
que este asunto se resuelve con los instrumentos de la ciencia, y donde la
Revelación solo debe tomarse como posible redondeo moral al asunto.
En suma, es cierto que lo que
propone Donald Trump no es cristiano, pero una persona religiosa responsable que
juzga este asunto debe tomarse el tiempo para aclarar explícitamente varias
cosas al respecto. En primer lugar, que lo que propone Donald no es cristiano
solo porque no es compatible con el dogma cristiano. En segundo lugar, que
dicha incompatibilidad no presupone una prueba en contra de la validez de sus
propuestas. Y en tercer lugar, que la apelación de Donald a un modo de
pensamiento moderno, no teológico, para resolver el problema de la inmigración
no implica que él no sea cristiano. Sin embargo, y como ya sabemos, ni el Papa
ni el Vaticano se tomaron tiempo para hacer esas aclaraciones
responsables.
Otro error del Papa es que no
midió con la misma vara teológica a todos los agentes y personas involucradas
directa o indirectamente en el fenómeno de la inmigración en EUA. Sabemos que son
muchas las causas que cooperan en la formación del fenómeno de la inmigración
en los EUA. Una de ellas es el atraso y la injusticia económica y social en
México y los otros países que fabrican inmigrantes forzados; y sabemos que esto
es resultado, no de una providencia divina, no de una tara espiritual de los
latinos, sino de la falta de eficacia en la clase política y de la ausencia de
conciencia pública en los ciudadanos de esos países. Otra causa es la demanda
activa del trabajo barato de los inmigrantes en ciertos grupos sociales
específicos en EUA. Otra más es el interés clientelar que muchos políticos
norteamericanos le otorgan a los inmigrantes ilegales, a los cuales asumen como
voto barato en potencia. Y otra causa más, y tal vez la más importante, es la
voluntad de los mismos inmigrantes ilegales para entrar a EUA aun en contra de
las leyes de ese país. El dato es que en todas estas causas encontramos faltas
a varias de las normas salutíferas de los Evangelios que no fueron atendidas
por el Papa ni por asomo.
Nunca escuchamos que el Papa le
dijera directa, personal y públicamente a las figuras políticas más salientes
de México que su actuación en este asunto de la inmigración no era cristiana.
Tampoco escuchamos que le dijera a los políticos yanquis más destacados que no
es cristiano promover la inmigración ilegal con fines electorales. Tampoco
escuchamos que le dijera a los yanquis usuarios de mano de obra ilegal que su
acciones no eran cristianas. Y había motivos para hacerlo por cuanto no cumplen
al menos con la norma del amor al prójimo. Los mismos inmigrantes ilegales, al
entrar a EUA rompiendo las leyes de ese país, están faltando contra varias de
las normas salutíferas más importantes del Evangelio, entre ellas: no hagas a
otros lo que no quieres que te hagan a ti. Digo esto porque a nadie le gusta
que los otros rompan las leyes para afectarle sus derechos y libertades. Y lo
cierto es que en EUA hay muchos norteamericanos, que tal vez hacen una mayoría,
que creen que la inmigración ilegal les afecta negativamente. Sin embargo,
nunca escuchamos que el Papa amonestara a los inmigrantes ilegales diciéndoles
que entrar ilegalmente a ese país no es cristiano.
Como dije antes, cierto que lo
que propone Trump no es cristiano, pero siempre y cuando eso se asuma solo
desde el plano de la incompatibilidad doctrinaria y no presuponga una prueba en
contra de sus propuestas. Si es así, no tengo nada que objetar en contra de esa
amonestación papal. Pero ¿y los demás? ¿Ellos si son cristianos pese a sus
faltas? ¿O es que ellos no deben ser amonestados pese a sus faltas? ¿Por qué solo
Donald Trump fue sujeto personalizado de amonestación pública por parte del
Papa?
Esto es muy extraño y da lugar a
muchas suspicacias. Pero por lo menos creo que ya queda clara la asimetría o el
sesgo con que el Papa y el Vaticano actuaron en este punto. Y es por esto que,
pese a las palabras del vocero del Vaticano, yo me quedo con el extraño sabor a
boca de una estrategia apuntada a desgastar políticamente a Donald Trump y a
inducir el voto en los EUA. No puedo probarlo, por supuesto, pero tal es mi
percepción en este punto. Y advierto que me encuentro en igual circunstancia de
ignorancia sobre los móviles que habrán detonado esta estrategia vaticana que
lleva un matiz de maquiavelismo vulgar. Pero encuentro otra incoherencia del
Papa en el asunto Trump.
Según se nos dijo en los medios,
el Papa no accedió a recibir personalmente a los padres que protestan por la
desaparición de sus seres queridos en virtud de que su agenda no lo permitía y
porque existen desencuentros entre esos grupos. Solo se limitó a invitarlos a
participar en el servicio religioso multitudinario de Ciudad Juárez - nada más
propicio para disolverlos en el anonimato, claro -. Por supuesto que no tengo
nada que objetar a las reglas de la agenda del Papa por sí misma. Tal vez yo
haría lo mismo si estuviera en su lugar. Vaya, lo de Ayotzinapa no es mi quid
aquí. Lo que me interesa es lo siguiente. Recordemos que el Papa dijo que
Donald Trump no es cristiano cuando "piensa en la construcción de muros
(...) no en la construcción de puentes". Sin embargo, y bajo el argumento
de no tener tiempo y no querer complicaciones y problemas, el Papa no estuvo dispuesto
a recibir a esos protestantes, no ya con el propósito de resolver sus
problemas, sino de erigir entre ellos puentes de comprensión y amistad.
¿No es incoherente que el Papa le
pida puentes a Donald Trump mientras que él no está dispuesto a sacrificar
parte de su tiempo y confort para tender puentes entre un grupo específico de
seres humanos ordinarios y muy desesperados? Pregúntese el lector qué habría
hecho Cristo en el lugar del Papa en este caso. Si lo que sabemos de Cristo por
el testimonio de los Evangelios es cierto, luego estoy completamente cierto de
que habría atendido a los padres de los desaparecidos para disolver su
aflicción y desesperación y fundirlos en la unidad de amor y comprensión en
Cristo. Sin embargo, el Papa no se aplicó a la construcción de esos puentes.
Reflexión final: ¿Errores o negligencia
del Papa Francisco?
Un hombre ocupado en la religión
y la teología debería estar de acuerdo con lo que apuntamos en el primer
apartado de este artículo sobre la distinción entre teología y ciencia, toda
vez que no es legítimo tratar de mandar a la razón a la nada por un simple acto
caprichoso de autoridad. Esto lo pondría en la ruta de los pensadores
cristianos que buscaron una conciliación entre la fe y la razón a fin de
entender la Revelación, incluidos sus límites y posibilidades. Se trata de
ceñirse a la actitud agustiniana del "Credo, ut intelligam" que
sostuvo fielmente San Anselmo de Canterbury (1033-1109), de quien podría
decirse fue el primer pensador cristiano que intentó formalmente una
conciliación entre fe y razón:
"Porque no busco entender para poder creer - fe -, sino que creo
para poder entender", decía San Anselmo en su Proslogium, algo que
significaba una aplicación rigurosa del razonamiento a los dogmas de la fe, no
con la pretensión de despojarlos de su misterio, sino para entenderlos y
discernir sus implicaciones en lo que es posible a la limitada razón del
hombre. Y San Anselmo estaba tan de acuerdo con San Agustín en esto que llega a
observar con claridad que no esforzarse en razonar lo que se cree para
entenderlo, es negligencia. Fue gracias a esta actitud agustiniana en los
pensadores cristianos que finalmente llegamos a las joyas de Santo Tomás de
Aquino (1224-1274) y Guillermo de Ockham (1285-1347), a quienes debemos el
primer reconocimiento a la legitimidad y la autonomía de la filosofía y la
ciencia al menos en el tratamiento de los asuntos terrenales - Santo Tomás -, así
como la aceptación de la intuición o experiencia inmediata como fundamento de
todo saber factual - Ockham -. A decir verdad, fue esa expansión progresiva de
la actitud agustiniana en los pensadores cristianos lo que echó los fundamentos
de la revolución científica y filosófica que vendría luego en el Renacimiento. Sin
esto, tal vez nada de lo actual hubiera sido posible y la historia se hubiera
paralizado en el oscurantismo y la teología dogmática.
Asumir esta actitud agustiniana y
"racionalista" - entrecomillo para tener reservas con el término - cuando
se está en la religión otorga a la persona un punto de vista no dogmático,
razonable e inteligible de sus asuntos, digamos una posición más apuntada a la
apertura y la comprensión, pero sin socavar los principios de la Verdad
Revelada a los que se debe. En esta posición la Revelación es vista, no como único
o supremo saber, sino a manera de
redondeo moral de los otros campos del conocimiento y la actividad humanos. Sin
embargo, y con toda sinceridad, y al menos en lo que atañe al caso Donald
Trump, yo no vi en el Papa esa actitud apuntada a la conciliación entre la fe y
el razonamiento. Lo que vi fue a un líder religioso ortodoxo ocupado en las
necesidades políticas de la institución religiosa, usando de la teología dogmática
en sus discursos condenatorios, juzgando asimétricamente a los agentes y
personas involucrados en el asunto de la inmigración en EUA, y a veces
incoherente con respecto a las implicaciones de su misma dogmática. Podría
decirse, pues, que el Papa obró de manera un tanto negligente en este punto
porque no quiso entender las cosas con una actitud razonable y de apertura,
apuntada al progreso y el futuro. Y bajo esa perspectiva de las cosas, yo no
veo cómo el Papa Francisco pueda dialogar eficazmente con las personas que
buscan entender las cosas que creen o entender las cosas para poder creer. Lo
cierto es que para esas personas no basta con creer ciegamente en los
principios de la Revelación para entender las cosas, o bien encuentran que la
Revelación no es útil para ese propósito de entendimiento.
Debo concluir que Donald Trump tiene
razón cuando dice que el Papa Francisco no entiende los problemas que tienen EUA
y México con el asunto de la inmigración. Aunque nunca descartaría que sí los
entiende, pero no quiere decir públicamente lo que entiende por exigencias de
política práctica. En cualquier caso, estamos en problemas con la institución
católica.
Y eso es todo.
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