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"Donald Trump speaking at Iowa State University" by Alex Hanson from Ames, Iowa |
Vaya que la opinión pública en México fue implacable y
corrosiva en su crítica negativa contra EPN y Donald Trump con motivo de su
reciente encuentro en nuestro país. Dejaron a EPN como un hombre sin dignidad y
un traidor a la patria que merece juicio político por permitir que el racista,
xenófobo y no grato Donald Trump persistiera en humillar la dignidad de México
y de todos los mexicanos. Fenómeno expresivo inédito por su intensidad emotiva,
mas no por su objeto de interés. Lo cierto es que al menos la inquina de muchos
mexicanos contra Donald Trump existe desde el inicio de las primarias en aquel
país.
Pero ¿es cierto todo lo que se dijo de EPN y Trump? ¿La
opinión pública hizo justicia a la verdad con estos dos personajes? Y lo más
importante: ¿de verdad estamos los mexicanos en este caso buscando el respeto a
la dignidad humana?...Bien, intentaré responder éstas y más interrogantes importantes
centrándome en Donald Trump, y dejaré para el siguiente artículo a EPN. Pero
como en todo este asunto se ha hecho un muy generoso uso de la
"dignidad" como causa contra EPN y Donald, creo que es necesario
hacer algunas aclaraciones sobre el significado de esta noción y sus
consecuencias sobre la conducta humana. Si no tenemos claro esto, corremos el
riesgo de seguir fallando en los juicios.
Sobre la dignidad y su sentimiento:
La dignidad es un valor intrínseco que no tiene equivalencias
porque es superior a nuestro concepto de valor ordinario y relativo - precio,
utilidad, etc. -, y que tiene sus principios en la razón práctica y,
especialmente, en la segunda de sus fórmulas del imperativo categórico: Obra de
manera tal que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de
los otros, siempre como un fin y nunca solo como un medio. El hombre, además de
dignidad, también posee conciencia de ésta, o sentimiento de dignidad, y
gracias al cual cuida de su dignidad y la de los otros. Dado que el segundo
imperativo presupone la existencia de la libertad en algún grado, entonces la
dignidad consiste en la autonomía legislativa de la persona, es decir, en su
capacidad de decidir qué ser y hacer atenido solo a leyes, normas o reglas
instauradas o acordadas por él mismo. El segundo imperativo también deja claro
que la moralidad es la condición de la autonomía legislativa o de la dignidad.
Es por esto que el dominio de los instintos y las emociones a través de la
fuerza moral constituye la libertad del espíritu que se expresa como dignidad
en los actos humanos concretos.
La persona con dignidad efectiva, que se toma a pecho la
dignidad, es moralmente responsable, tiene responsabilidad moral, la cual le
permite sentir satisfacción al hacer el bien y sentir culpabilidad cuando causa
males o daños a otros. Así pues, una persona con dignidad reconoce al menos dos
cosas. PRIMERA: que debe respetar a las personas porque las asume como fines en
sí mismos, como personas dotadas de una dignidad que no tiene precio, y no solo
como medios al servicio de sus propósitos. SEGUNDA: que no hay ningún valor
ordinario relativo - dinero, placer, bienestar, etc. - que justifique
moralmente el sacrificio de ese valor intrínseco que es la dignidad, tanto en
él como en los otros.
Aunque la persona jamás pierde su dignidad, sí que puede fallar
a la hora de ponerla en acto por deficiencia o por exceso. Y la persona puede
fallar en esto porque se hace víctima de sus emociones al grado de menguar su
carácter y fuerza moral o de perder el equilibrio en su sentimiento de
dignidad. La persona falla por deficiencia cuando accede a dejarse usar como
simple medio o cosa por los otros. La persona falla por exceso cuando inflama su
sentimiento de dignidad para luego pretender derechos excepcionales y
arbitrarios, lo cual presupone que asume a los otros como cosas o simples
medios.
Sobre los insultos de los mexicanos a la dignidad de los
norteamericanos:
Según se dijo arriba, la persona con dignidad es moralmente
responsable y, por ello, respeta a las personas, lo cual presupone que respeta
el contenido biográfico que las personas deciden darle a su vida. Cuando
hablamos de un grupo humano según nación, ese contenido biográfico de las
personas incluye las leyes positivas que han acordado e instaurado
democráticamente para el gobierno de su nación. Así pues, si los
norteamericanos han acordado desde mucho tiempo atrás unas leyes de inmigración
para su país, nosotros los mexicanos debemos respetar esas leyes si es que
somos personas con dignidad, es decir, moralmente responsables. Pero aquí empiezan
los problemas para nosotros porque sabemos que cada año cientos de miles de
mexicanos intentan cruzar ilegalmente hacia los EUA. Esto constituye un insulto
a la dignidad de los norteamericanos porque dicha conducta nos dice tácitamente
que los mexicanos que intentan cruzar ilegalmente a EUA asumen a los yanquis,
no como fines en sí mismos, no como personas con dignidad, sino solo como
medios de su propósito arbitrario: cruzar a los EUA ilegalmente. Y el insulto
se verifica solo con el intento de cruce ilegal, se logre o no. Pero además,
los que no intentamos cruzar ilegalmente a EUA pero alentamos emocionalmente esta
conducta ilegal estamos también lesionando la dignidad de los norteamericanos.
Ahora bien, sería absurdo buscar justificaciones en este
asunto con el fin de diluir nuestros insultos a la dignidad de los
norteamericanos en la nada. El insulto a la dignidad de los norteamericanos existe
con cada intento de entrada ilegal a su país, y ningún pretexto sirve aquí para
anularlo, llámese pobreza, falta de empleo o bajos salarios en México,
aspiraciones a la mejora, las ganancias de algunos norteamericanos con el
empleo de los ilegales, o lo que sea, por lo que ya se dijo arriba: si somos
personas con dignidad, si nos tomamos a pecho a la dignidad, luego reconocemos
que ningún valor ordinario y relativo - dinero, bienestar personal, placer,
etc. - justifica moralmente el sacrifico de nuestra dignidad o la dignidad de
las otras personas.
Los mexicanos caímos y hemos persistido en este lamentable
error porque en algún momento de nuestro remoto pasado incurrimos en un exceso
de dignidad que nos confirió el derecho arbitrario para cruzar ilegalmente a
los EUA. Y tal exceso de dignidad nos despojó del sentido de responsabilidad
moral en este tema, de tal forma que ya perdimos conciencia en torno al hecho
de que cada cruce ilegal de la frontera es un insulto a la dignidad de los
yanquis que se constituye en sus leyes de inmigración. En llano, y por efecto
de ese exceso de dignidad, ya no nos importa lo que ellos quieran para su
nación, porque solo nos importa lo que nosotros queremos de EUA, y punto.
Hemos llegado a tales excesos en esto que nos hemos creado un
subrogado de cultura a partir de prejuicios en el tema y que se hacen verdad
solo por el voto emocional de la aplastante mayoría. Esta cultura del
inmigrante ilegal nos ha resultado muy útil para camuflar nuestro derecho
arbitrario a cruzar ilegalmente a los EUA con el disfraz de un "bien
hacer" al que se le confiere, además de virtudes, un honor. En efecto,
porque para nosotros, y según ordenan los clichés de esa mala cultura, el
inmigrante ilegal no es ya la persona que insulta la dignidad de los
norteamericanos con cada cruce ilegal, sino la persona que merece honor,
consideración y alta estima, solo por tener las "virtudes" necesarias
para intentar cruzar ilegalmente a los EUA confrontando las duras hostilidades
de la naturaleza y la Border Patrol. Y por supuesto que en la formación de esta
mala cultura han colaborado mucho los gobiernos de ambos países con su laxitud
en el control de la frontera común, pero donde los políticos mexicanos se
llevan la palma de la más sonada victoria.
Difícil mensurar la cantidad de veces que hemos insultado a
los yanquis con esto. Necesitaríamos contra a todos los mexicanos que han
intentado cruzar ilegalmente a EUA, lo hayan logrado o no, y desde que se
instituyeron las leyes de inmigración en aquel país desde principios del siglo
XX. Pero un sencillo ejercicio de imaginación nos permite suponer que la cifra
andaría en las centenas de millones de insultos.
Lo que ha dicho Donald Trump sobre los mexicanos:
El 16 de junio de 2015 Donald lanzó un discurso donde anunció
que contendería por la presidencia de los EUA. El discurso contenía la
siguiente expresión que se ha convertido en manantial de muchas controversias,
simulaciones de la verdad, mentiras y malas interpretaciones. Dijo Donald lo
siguiente: "Cuando México envía a su gente no manda a los mejores...Envían
a gente con muchos problemas, y están trayendo esos problemas con nosotros.
Traen drogas. Traen crimen. Son violadores. Algunos, asumo, son buenas
personas". Los medios tradicionales en EUA han vuelto a la carga varias
veces preguntándole a Donald sobre el significado de esta expresión, y él se
mantiene firme en lo mismo: los inmigrantes mexicanos traen problemas a EUA,
como el crimen, narcotráfico, violaciones, etc., y las "buenas
personas" entre ellos son los que entran legalmente a nuestro país y respetan
sus leyes. Por supuesto que se trata de expresiones muy desafortunadas de
Donald, como veremos enseguida.
¿Qué nos dijo Donald con todo esto? Trataré de dar respuestas
a esto, pero siendo tan exacto como lo permita la misma expresión. Según dijo
Donald, entre los inmigrantes mexicanos hay malas personas - lo dice
tácitamente - y buenas personas. Lo único que nos permite decir su expresión en
torno a la magnitud de los dos grupos, es que son más las "malas
personas" porque el término "algunos" que usa en el caso de las
"buenas personas" indica moderación. Tratándose de un discurso, es
claro que Donald apeló solo a los tres problemas más graves que, en su opinión,
hay en esas "malas personas". Ahora bien, si Donald y los muchos
yanquis que piensan como él consideran que entre los inmigrantes mexicanos son
mayoría las "malas personas", es porque consideran a la inmigración
ilegal como un crimen, no como una falta administrativa. Pero vale aclarar que
esto de criminalizar a la inmigración ilegal en EUA no es obra de Donald porque
desde hace años hay una tendencia en aquel país, y donde son mayoría los
republicanos y conservadores, a categorizar la entrada ilegal a EUA como un
crimen, no como una falta administrativa. Dieciocho estados en aquel país han
legislado para criminalizar a la inmigración ilegal o han estado en intenso
debate en el tema. Incluso el gobierno federal de los EUA ya considera un
crimen el entrar a ese país ilegalmente varias veces o cuando reingresas
ilegalmente luego de haber sido deportado.
En cuanto a los otros problemas que ha mencionado en varios
discursos - narcotraficantes, violadores, padres con niños anclas, etc. - no
sabemos si incurrió en una simulación de la verdad porque las expresiones han
sido indeterminadas en cantidad.
Ya conocemos las partes de mayor interés para nosotros en el
programa de inmigración de Donald: restricción a las cuotas de inmigración, cambios
de criterios de admisión de inmigrantes desde los lazos familiares a criterios de
eficiencia, enforcement law, deportación de ilegales, construcción de un muro
fronterizo. Si nos atenemos a lo que se ha dicho en el discurso oficial y a los
contenidos, queda claro que el propósito de este programa de inmigración es
promover la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos norteamericanos, y
especialmente en el apartado de la economía de las familias norteamericanas.
Donald y sus adherentes creen que la restricción y control a la inmigración colaborará
en la mejora en los ingresos de los trabajadores norteamericanos y en la disminución
en la presión fiscal. Por el momento no se trata de indagar si tienen razón en
esto o no. Eso sería tema para otro artículo. Y no debemos pensar que Donald y
sus adherentes son una minoría en esto. Lo cierto es que una mayoría de
norteamericanos creen que es necesario un programa para la restricción de la
inmigración. De acuerdo a Gallup, por ejemplo, el 60 % de los norteamericanos
desean al menos una disminución de la inmigración - en 2008, en la cima de la
crisis, ese porcentaje era del 72 % -. De acuerdo a Pew Research Center, el 69
% de los norteamericanos desea restricción y control a la inmigración. Y lo más
importante aquí es lo siguiente: mientras las leyes de inmigración en EUA
persistan al menos como están, debemos concluir que los norteamericanos asumen como
verdad acordada que el cruce ilegal de sus fronteras ofende a las leyes de su
país y a su dignidad como personas.
Las mentiras y las simulaciones de la verdad sobre Donald
Trump:
Como ya queda claro, es una gran exageración decir que Donald
ofendió la dignidad de todos los mexicanos. Lo cierto es que Donald ofendió a
los inmigrantes mexicanos ilegales al criminalizarlos, y a una mayoría de
inmigrantes mexicanos - incluyendo a los ilegales - al calificarlos tácitamente
como: "malas personas", que es una etiqueta negativa que no merecen.
Pero estas ofensas no son coextensivas, de manera tal que no es legítimo
afirmar que al ofender a esos grupos sociales especiales ofendió a todos los
mexicanos. Por otro lado, el programa de inmigración de Donald es legítimo en
su país y no ofende nuestra dignidad, a menos que persista nuestro derecho
arbitrario para cruzar ilegalmente a EUA.
El posible muro fronterizo tampoco es una ofensa a la
dignidad de los mexicanos. El famoso muro es solo el lamentable resultado de
una historia binacional donde nosotros los mexicanos no hemos sido capaces de
garantizar a los norteamericanos el respeto a la parte de su dignidad inscrita
en sus leyes de inmigración. Sinceramente, creo que este asunto del muro, antes
que indignarnos, debería invitarnos a un sincero examen de nuestra actitud en
este asunto. Tal vez con eso reconozcamos nuestros errores y recobremos el
equilibrio en el sentimiento de dignidad.
Mentira que Donald haya insultando nuestra dignidad nacional.
Sus programas son legítimos en su país y no pretenden lesionar nuestra
autonomía de gobierno. Tampoco sus discursos hacen mención a algún afán
intrusivo con México. Y si dichos programas pueden reportarnos costos con alta
probabilidad si él gana la elección, no es culpa de los yanquis ni de Donald,
es culpa de nosotros por descuidarnos en el buen gobierno de nuestro país. Bien
lo dijo Donald hace días: "Compito para presidente de los EUA, no para
presidente del mundo".
Es también una mentira que Donald haya mostrado actitudes
racistas o xenofóbicas con los inmigrantes. A saber, Donald jamás ha postulado
que los inmigrantes mexicanos ilegales deban ser expulsados de EUA solo por ser
parte de una cultura diferente o de una antirraza mexicana.
Conclusiones:
Creo que ya queda claro que las críticas negativas de la
opinión pública mexicana contra Donald Trump son una mezcla de simulaciones de
la verdad y otro tanto de mentiras en redondo. Por otro lado, el balance de las
ofensas a la dignidad en este tema no es nada bueno para nosotros. Han sido más
los insultos de nosotros hacia la dignidad de los yanquis, que los insultos de
ellos a nuestra dignidad. Pero lo que más grava en nuestra contra en este
balance es que nosotros somos la raíz del problema. Esto es así porque nuestra
libertad está presupuesta, de tal forma que siempre estamos facultados para
elegir entre cruzar o no la frontera ilegalmente. Y como hemos visto, y por
efecto de un exceso de dignidad, hemos acordado por mayoría aplastante a favor
del derecho arbitrario del cruce ilegal hacia EUA, con su consecuente insulto a
la dignidad de los norteamericanos. Y para colmo de males, decidimos camuflar
ese "mal hacer" con el disfraz de un supuesto "bien hacer",
pero que no es sino otro producto más de nuestro derecho arbitrario.
En estas circunstancias, es inútil pretender lo que pide la
opinión pública: una disculpa de Donald Trump. Y es inútil porque no vamos a
llegar a ningún resultado por lo siguiente. Por un lado, los mexicanos quieren
una disculpa de Donald pero sin atreverse a abandonar su exceso de dignidad y
su consiguiente derecho arbitrario. Pero además, los mexicanos exigen que EUA
no ponga un muro porque esto le complicaría a muchos mexicanos la puesta en vías
de hechos de su derecho arbitrario al cruce ilegal hacia EUA. Y por el otro
lado, Donald no puede ofrecer una disculpa por cuanto eso significaría endosar
una humillación más a los muchos norteamericanos que ya se sienten humillados
por el fenómeno de la inmigración ilegal. Evidentemente, estamos en un callejón
sin salida.
Pero es ya una completa absurdidad pretender lo que exigen
muchos políticos y opinadores de este país: una disculpa a la fuerza de Donald.
Absurdo porque con esto pasamos a una confrontación de fuerzas arbitrarias, a
un duelo de poder por el honor, donde la dignidad ha muerto porque el otro ya
solo es un medio para lavar nuestra honra. Y desde luego que se trataría de un
juego peligroso porque la experiencia nos ha demostrado que nuestra desgastada
noción del honor - prejuiciosa respetabilidad - muy a menudo detona conflictos
muy trágicos en las relaciones entre los individuos y entre las naciones. Y
para medir el peligro de esta convocatoria al duelo de fuerza por el honor,
solo imagine a un Donald Trump como presidente de EUA, dotado con el poder casi
omnímodo de ese país. Vaya estupidez de propuesta de algunos mexicanos.
La única solución legítima y eficaz en este asunto es la
dignidad misma, porque la única disculpa que vale es aquella que deviene del
reconocimiento sincero de una falta y de la voluntad de reparar. Pero el hombre
con dignidad se exige a tomar la iniciativa en la reparación de daños cuando
sabe que él ha detonado algún altercado. Así pues, si queremos que Donald
presente su más sincera disculpa, tomemos la iniciativa reconociendo con
sinceridad nuestros errores y abandonado nuestro derecho arbitrario a cruzar
ilegalmente la frontera. Pero casi garantizado que nunca obtendremos una
disculpa sincera de Donald y sus adherentes mientras no tomemos la iniciativa.
Si lo que he apuntado parece excesivo, es culpa de la
dignidad y su sentido de responsabilidad moral. Así son sus exigencias de
duras. Si en esto hemos tomado a la dignidad como razón, como causa, entonces
debemos ajustarnos a las consecuencias de esas exigencias sobre la conducta
humana. Pero si no queremos constreñirnos a ellas entonces renunciemos a la
dignidad como causa y tomemos una de dos rutas posibles: o pasemos al peligroso
duelo de fuerzas con Donald Trump y el Republicano, o no nos quejemos más de
los insultos que nos llegan desde los vecinos del norte por sostenernos en
nuestro derecho arbitrario para cruzar ilegalmente a EUA.
Y eso es todo.
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