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De World Travel & Tourism Council Greg Abbott, Governor of Texas |
El domingo pasado el gobernador de Texas, Greg Abbott, firmó
la ley SB4 que prohíbe el estatus de ciudad santuario en ese estado. Como ya
sabemos, esta ley ha detonado una reacción de protesta del Partido Demócrata,
algunos activistas y líderes latinos y los medios afines al Demócrata. Nada
extraño esto. Era absolutamente previsible porque el Demócrata y sus medios
afines ya hicieron de la protesta contra los gobiernos republicanos un recurso
necesario, imprescindible, apuntado al móvil de los impulsos caprichosos. Tampoco
me sorprende la persistencia de los demócratas en eso de seguir mintiendo al calificar
este tipo de acciones como racistas, por cuanto es una de sus habladurías
predilectas. Pero lamentable que el gobierno mexicano también haya introducido
en algún grado la cuestión racista en su comunicado de protesta ante el
gobierno de Texas, donde expresa algo como lo siguiente: "Este tipo de
medidas criminalizan aún más el fenómeno migratorio, fomentan actos de
discriminación racial y reducen la colaboración de la comunidad migrante con
las autoridades locales". Y desde luego que este pronunciamiento del
gobierno mexicano equivale, entre otras cosas, a afirmar por lo menos que el
gobernador Greg Abbott y el Congreso de Texas han realizado un acto racista con
esta ley.
Pero, ¿es cierto lo que dicen los protestantes en este caso?
¿Cuál es el propósito de la ley SB4?:
El propósito documentado de esta ley es la restitución de la
legalidad en materia de inmigración en el Estado de Texas. Para este efecto,
prohíbe el estatus de ciudades santuario en el estado y faculta y obliga a las
corporaciones de policía para indagar y colaborar con las autoridades federales
en materia de inmigración. Y para garantizar su propósito establece penas a las
ciudades, universidades y oficiales que se resistan a cumplir con esta ley.
Inseguridad y criminalización:
El contenido del concepto "crimen" en una sociedad
lo determina el grupo social. Y para nuestra desgracia, desde hace años hay una
tendencia creciente en EUA a definir la entrada ilegal a ese país como un
crimen, no como una falta administrativa. Dieciocho estados en aquel país han
legislado para criminalizar a la inmigración ilegal o han estado en intenso
debate en el tema. El mismo régimen de Obama ya consideraba un crimen el entrar
a ese país ilegalmente varias veces o cuando reingresas ilegalmente luego de
haber sido deportado. Y por supuesto que el régimen de Trump impulsa esa
tendencia con mayor vigor. Sin embargo, en esta ley SB4 no hay algo que nos
permita afirmar que se han añadido nuevos contenidos al concepto crimen
aplicado al cruce ilegal de la frontera. La ley SB4 sólo pretende poner en acto
las leyes en la materia. Así pues, no
hay algo en esa ley que nos permita afirmar que refuerza o perfecciona la
criminalización de los ilegales.
Por supuesto que esto llevará a una disminución en la
denuncia de delitos en el grupo social de los inmigrantes ilegales en Texas, lo
cual impactará negativamente en los índices de seguridad y justicia en el estado.
Pero este argumento contra el gobierno de Texas es muy débil porque presenta asimetría
con respecto a la justicia. En efecto, quienes protestan contra esta ley SB4
arguyendo ese impacto negativo en la seguridad y la justicia, jamás se ocupan en
el impacto negativo sobre la justicia que deviene de las faltas contra las leyes
de inmigración. Y esta misma asimetría le resta credibilidad a su presunto
interés por la justicia. No es un argumento persuasivo.
Cuando a un grupo de seres racionales le importa realmente la
justicia no podrá ni disolverse voluntariamente como sociedad si antes no ha
purgado todas la faltas que se hayan cometido contra las leyes, desde las más
gravosas a las más leves, y si es que no quiere cargar con la culpa de la
injusticia. De esta forma, toda posición argumental que promueva el
cumplimiento de unas leyes y no de otras a conveniencia personal o de grupo
específico dentro de una sociedad, como es la posición de los demócratas en
este caso, no es legítima, se destruye a sí misma porque, no valiendo para
todos, solo introduce división y conflicto en la sociedad. Si todos actúan bajo
esa máxima de cumplir solo las leyes que les convienen, Estados Unidos de
América terminará siendo un país sin leyes.
Sobre el racismo:
El racismo es la creencia de que todas las manifestaciones
histórico-sociales del hombre dependen entera y únicamente de la raza. Sobre la
base de esa falsa relación de determinación, toda mitología racista tienden a afirmar
básicamente lo siguiente. Todas las instituciones fundamentales de la
civilización, como la ciencia, la filosofía, la religión, y todos los valores
que de ahí surgen, incluyendo a la verdad, han sido creadas y perfeccionadas
por una raza superior. Las otras razas son inferiores, antirrazas parásitas, y
sus manifestaciones culturales son el veneno de la raza superior. Con esa razón
racial, a veces sancionada con el concurso favorable de una providencia divina
en la historia, la raza superior justifica su derecho a gobernar a la razas
inferiores, lo cual incluye la segregación y el exterminio contra éstas como
soluciones radicales para mantener a salvo la pureza de la civilización de la
raza superior. Además, hay una equivalencia entre las características físicas de
la supuesta raza superior y las características dominantes en la raza que de
momento se asume como la superior, en tanto que las características físicas de
las otras razas constituyen los rasgos distintivos de las antirrazas parásitas.
Sobre el presunto racismo en la ley SB4:
Nadie ha documentado la existencia de algún rastro, no ya de
una doctrina racista, sino al menos de un impulso racista desordenado actuando como
móvil en esta ley SB4 del gobernador Abbott. Nada hay ahí que sugiera al menos
implícitamente ideas como las apuntadas en el anterior apartado. Jamás vemos
por ahí la afirmación de los texanos y los yanquis como una raza superior,
autora de las instituciones fundamentales de la civilización, y dueña del
derecho arbitrario de gobernar a su antojo a los latinos en aquel país. Tampoco
vemos ahí alguna afirmación de los inmigrantes ilegales como siendo parte de
una antirraza latina parásita que deba ser expulsada de Texas y los Estados Unidos
de América a fin de evitar su corrosiva y venenosa contaminación cultural.
A saber, y según se ha documentado, los dos móviles de la ley
SB4 son: la restitución de las leyes en materia de inmigración y la seguridad. Ambos
móviles son legítimos porque buscan una satisfacción integral de la justicia y
porque caen dentro de la autonomía legislativa de los texanos y no lesionan la
dignidad de los otros. Y si dicha ley tendrá un impacto significativamente más
grande entre los latinos en aquel país se debe, no a un móvil racial, sino a que
en este grupo étnico está con mucho la mayor frecuencia de individuos que no
respetan las leyes de inmigración en los Estados Unidos de América. Así pues, se
comete una falacia de causalidad al adjudicar a esta ley un móvil racista solo
porque afectará fundamentalmente a una clase de personas dentro del grupo
étnico de los latinos: los ilegales. Y siendo así, esto es algo que más bien
debería llamar nuestra atención para analizar este problema y darle soluciones ajustadas
al espíritu de la ley en EUA. Es evidente que algo anda mal en nuestras
conductas en esta materia, y no así en las conductas de los yanquis y los
texanos.
Vi a ciertos articulistas por ahí, como en el diario El País,
argumentando que la ley SB4 es racista. Uno de sus argumentos para afirmar el
racismo me llamo la atención: que los policías de Texas aplicarían el
"muéstrame tus papeles" a las gentes según su apariencia física, es
decir, si pareces latino, entras al filtro de los papeles, pero si pareces no latino
- anglosajón, afroamericano, etc. - no entras al filtro. Y dado esto, para
ellos ya hay un móvil racista. Parece que todos estamos de acuerdo en que nada
tiene de malo que la policía de Texas se aplique a estas tareas de vigilancia y
prevención en materia de inmigración. También estaremos de acuerdo en que la
policía de Texas no puede realizar un censo completo de personas en la calle, y
tiene que atenerse a trabajar con muestreos de personas a criterio. Pero estos
opinadores también cometen falacia de causalidad en este caso, puesto que si
los policías de Texas habrán de muestrear con preferencia a las personas con
apariencia latina, no es por un móvil racista, sino porque saben que es en este
grupo étnico donde se presenta la frecuencia más alta de personas que no
respetan las leyes de inmigración de aquel país. Se trata de un muestreo
estratificado gruesa e intuitivamente con las estadísticas y la experiencia de los
oficiales de policía, y apuntado a la maximización de la eficacia. Y le puedo
garantizar a estos opinadores que este tipo de muestreo tendrá mucho mayor probabilidad
de éxito que si los policías de Texas muestrearan con independencia de la
apariencia étnica. Menudo favor se harían a sí mismos los policías de Texas si,
por ejemplo, muestrearan con preferencia a las personas con apariencia
anglosajona. Sería un trabajo no razonable, propio de estúpidos.
Ahora bien, si los protestantes contra la ley SB4 tienen una
mejor estrategia de trabajo para los policías de Texas, que la propongan. Pero
se aclara que el no hacer nada no es opción puesto que, por principio, en Texas
todos están constreñidos al restablecimiento de la justicia integral si es que
realmente les interesa la justicia.
De cierto que estas tareas de inspección policial por muestreo
a criterio pueden resultar molestas para muchos residentes en Texas,
especialmente para los latinos. Eso es indudable. Pero nunca debemos perder de
vista lo que ya dijimos antes: todo este problema deriva de algo que anda mal
en la conducta de muchos latinos en esta materia de inmigración, no en las
conductas de los yanquis y los texanos.
Solo más habladurías tontas de los demócratas:
Creo que ya queda claro que no hay fundamento alguno para
acusar a esta ley SB4 del gobernador Greg Abbott como racista. Este tipo de
argumentos racistas son falaces porque, mañosamente, intentan sembrar causas
racistas donde no las hay y porque buscan convertir sutilezas accidentales en
móviles racistas. Denotan por ello mala voluntad, voluntad de estorbar una ley con
el móvil de los impulsos caprichosos. Y siendo así, se impone la pregunta: ¿por
qué los demócratas en Estados Unidos de América persisten en la acusación de
racismo? ¿Por qué mienten tanto en este tema los demócratas? Aquí hay móviles
muy ajenos a la verdad y la moral, como veremos enseguida.
Desde el día en que Donald Trump ganó las elecciones
presidenciales sus opositores dejaron de ser una verdadera oposición para
convertirse en enemigos impenitentes del régimen y hasta en conspiradores
contra su propia nación. Para ellos la vida pública ya no es competencia
política institucional con la razón y el móvil del bienestar de la sociedad,
sino una lucha con cualquier medio para derrocar a Trump y satisfacer sus
impulsos, como la furia, la aversión o los intereses personales y de grupo. Con
esto demuestran también que están mal educados y que son incapaces de vivir en
democracia. En estas circunstancias, cualquier recurso que les sea útil para
derrocar a Trump está justificado sin importar las exigencias de la verdad y la
moral. Es de esta manera como han convertido a la mentira y la simulación en
los principales contenidos de su retórica falaz y destructiva. En efecto, es
por esto que los enemigos impenitentes de Trump se han dado a la tarea de armar
una buena cantidad de habladurías - juicios falsos - que se hacen verdades
objetivas sólo por su repetición hasta el cansancio tal como si fueran verdades
objetivas, y sobre todo a través de los medios afines al Demócrata. Y una de las
habladurías predilectas es precisamente acusar de racismo a toda acción que el
nuevo régimen emprende para el restablecimiento de las leyes en materia de
inmigración. Y este caso de la ley SB4 de Texas, que surge desde la iniciativa
de un gobernador republicano como Greg Abbott, nos da otro ejemplo del uso
amañado de una habladuría con el móvil de los impulsos caprichosos, o vulgar oportunismo
político.
Así que nada nuevo bajo el sol en el campo del Demócrata. Sin
novedad en el frente. Una vez más vemos a los demócratas y a sus medios afines conspirando
contra su propia nación al lanzar una falsa acusación de racismo a un gobierno
republicano. Han disparado esa falsa acusación contra todas las acciones de
Trump en materia de inmigración, y ahora lo hacen con la ley SB4 del gobernador
de Texas, Greg Abbott. Pero ya sabemos que actuar con la máxima de la mentira
jamás nos lleva a un buen resultado. La máxima de la mentira se destruye a sí
misma porque, no valiendo para todos, solo termina por introducir la división y
el conflicto entre los seres racionales: por un lado los mentirosos, y por otro
lado los afectados por sus mentiras. Y por consecuencia, un político que miente
para dañar a los que cree sus enemigos, solo está conspirando contra su propia
sociedad. Eso es lo que hacen los demócratas y sus medios afines.
Lo lamentable es que el gobierno mexicano se haya sumado a
esa corriente de opinión introduciendo también la cuestión del racismo en su
protesta oficial. Comprendo la necesidad que tiene el gobierno mexicano de no
atizar la delirante sospecha popular de traición a la patria por no sumarse a
la lucha irracional contra el Republicano y su imaginario racismo. Por
desgracia, la mayoría de la gente ha comprado esta tonta habladuría del racismo
republicano tal como si fuera verdad objetiva. Comprendo también la urgencia
que tiene el gobierno mexicano por sostener la continuidad de la inmigración
ilegal a los Estados Unidos de América. Después de todo, hay que reconocer que
por el momento no hay soluciones domésticas para todos esos mexicanos que huyen
del país en busca de sobrevivir o de mejores oportunidades. Pero no creo que la
simulación de la verdad en las controversias binacionales sea un buen recurso político
por lo que ya apunté en el párrafo anterior. La introducción deliberada de simulaciones
y juicios falsos en nuestros argumentos sólo nos llevarán a la división y el
conflicto con los gobiernos republicanos en Estados Unidos de América, y esto
es contrario al propósito constructivo de una actividad arquitectónica como la
política.
Finalmente, y pese a todo, debo reconocer que los demócratas
son bastante histriónicos en esto de acusar a los republicanos de racistas. Nos
hablan con tal convicción sobre esto, que a veces uno pensaría que ellos sí ven
en el programa político de Trump y de Abbott lo inexistente: una doctrina
racista consolidada y explícita al estilo de Gobineau, Houston Stewart
Chamberlain o de Alfred Rosenberg.
Y eso es todo.
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