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By Gustavo Benítez |
La democracia es la primera generalización de la autonomía
política en la historia. Gracias a ella se reconoce la existencia de los individuos
en el campo político, y se pone al alcance de todos ellos la igualdad ante las
leyes y el derecho a participar en las decisiones políticas, no solo como
gobernados, sino también en la promulgación y derogación de leyes. La audaz y
prometedora revolución de la democracia presupone dos cosas. En primer lugar, el
reconocimiento de los seres humanos en cuanto tales, como seres dotados de
razón y dignidad, capaces de hablar y de discutir razonablemente. En segundo
lugar, el reconocimiento de que todas nuestras diferencias de hecho son
subsumidas o anuladas por ese principio democrático de igualdad legal y
política de los individuos. Con las "diferencias de hecho" me refiero
a las cualidades que nos ubican en grupos sociales especiales que suelen entrar
en conflicto en tanto tienden a dar primacía a sus intereses de grupo, a veces
fundados en graves sesgos, como: pobres y ricos, empresarios y obreros, sabios
e ignorantes, expertos e inexpertos en la cosa pública, políticos y ciudadanos,
derecha e izquierda, hombres y mujeres, etc.
Dado lo anterior, queda claro que la democracia desautoriza
la primacía de cualquier diferencia de hecho que socave o anule a su principio
supremo de universalización de la autonomía política, y con ello desautoriza,
por ejemplo, la primacía política de los tecnócratas, los ricos o de cualquier grupo
social especial o persona que pretenda subyugar el principio político democrático
al dinero, al presunto saber de alto nivel en el gobierno o a cualquier
presunta cualidad excepcional en alguna persona o grupo social especial.
Así pues, cada vez que un grupo social especial o una persona
de este país pretenden monopolizar la autonomía política arguyendo en su favor
presuntas cualidades excepcionales en la cosa pública, lo único que están
consiguiendo es socavar o anular a la democracia para mandarnos hacia atrás en
la historia, al ancien régime y sus modos autocráticos de gobierno donde tiene
primacía su monopolio principesco del principio político. Y de paso, con ello nos
despojan de nuestra individualidad y sus contenidos - dignidad, racionalidad,
autonomía política, etc. - porque nos asumen como cosas al servicio de sus
fines muy individualísimos. Pero desde luego que siempre habrá algunos que
intenten justificar este monopolio principesco del principio político arguyendo
que el interés de esos grupos especiales o personas se identifica con el
interés público y que en la gestión del Estado siempre es mejor su presunto
alto saber en la cosa pública. Sin embargo, la experiencia acumulada nos
demuestra que los intereses de esos grupos especiales o personas solo
representan sus propios intereses y que de expertos tienen lo que yo tengo de
astronauta, de tal forma que el resultado es el mismo: con esas tentativas de
monopolio principesco del principio político se anula o socava a la democracia
y nos vamos en movimiento retrógrado hacia el ancien régime y la autocracia.
Bien, hace unos días nos dio un ejemplo de esa tendencia
retrógrada y contraria a la democracia Vicente Fox cuando declaró contra AMLO
en el marco de una cirquera conferencia conjunta con otros expresidentes
latinoamericanos sobre el problema de Venezuela. Nos decía el Chente Fox algo
como lo siguiente en esa ocasión. Que él personalmente se encargará con sus
muchas mañas de evitar que AMLO sea presidente. Que lo hará porque AMLO es un
populista que llevaría a México a vivir una situación igual a la de Venezuela.
Que su móvil en esto es la felicidad de los mexicanos. Y finalmente, que se
pondrá sus botas de "caboy" para ser más eficaz en esta empresa.
Las declaraciones del Chente Fox son completamente
irrelevantes en lo textual. Solo un necio se tomaría en serio sus discursos
inconsecuentes y torpes. Se trata de lo mismo de siempre en él: fantasías, habladurías,
vulgaridades, leperadas, torpezas, apologías y diatribas sin contenido
objetivo, y alardes y locuacidades seniles de un hombre cuya ignorancia está más
que probada. Lo importante en las palabras del Chente en esta ocasión está en
lo implícito porque es ahí donde se nos revela en pleno su desgraciada
realidad. Veamos esto.
Cuando el Chente Fox nos dice que él se encargará de evitar
que AMLO sea presidente nos está dejando muy en claro que a él no le importa en
absoluto lo que el resto de individuos en este país lleguen a opinar respecto de
AMLO, porque para sus efectos foxianos esos individuos ya no existen, él los ha
convertido en cosas a su servicio, de tal modo que, para él, solo existe un
individuo en este país: Chente Fox. En efecto, Chente Fox ha derogado la individualidad
y la autonomía política de cada uno de los mexicanos para crear su monopolio
principesco de la individualidad y el principio político. Y es así que ya
tenemos aquí de golpe al autócrata Chente Fox que se nos va en movimiento muy
retrógrado hacia el ancien régime medieval. Mas la gran ironía es que hace esto
precisamente cuando está dibujando a Nicolás Maduro y a AMLO a modo de tiranos
con el solo arbitrio de su voluntad caprichosa. ¿Quiere mayor inconsecuencia en
política?
Ni duda cabe que Chente hace esto porque él cree poseer ciertas
cualidades excepcionales y únicas que le hacen diferente y superior a todos los
mexicanos, lo cual, en su opinión, le confiere el derecho pleno al monopolio
principesco del principio político. ¿Y cuáles son esas cualidades que se
adjudica? Bueno, difícil saberlo porque nunca lo dijo, pero yo asumo que son
las siguientes: su rol social de expresidente y él cree que es muy sabio en la
cosa pública. ¿Y es cierto esto? Si nos atenemos a sus hechos como presidente,
que solo fue más de la misma ruina nacional, y a sus habituales habladurías, la
presunta sabiduría de Fox queda en ignorancia en redondo. Y por lo que respecta
a su rol social, y en el marco de su obra política mediocre o miserable, Chente
Fox ignora que su condición de expresidente solo le otorga una virtud: la de
seguir siendo una carga para la nación por cuanto continúa consumiendo recursos
de la misma que no merece y que no produce o fomenta con trabajo.
Es claro que el discurso de Chente Fox en esta ocasión trae
un sentido sobrecargado de alarde, especialmente cuando habla de sus muchas
mañas. En esta parte su discurso sí que tiene correlato objetivo porque está
aceptando implícitamente el más gravoso de sus delitos contra la nación, y que
sigue impune: su activa participación en el fraude electoral del 2006 que llevó
a Felipe Calderón a la usurpación del poder. En efecto, Chente Fox está
mandando de manera implícita el mensaje de que sigue teniendo el poder y las
mañas para replicar ese delito contra la nación. Desgraciadamente, a Chente se le
pasan por alto dos cosas muy importantes en este punto. En primer lugar,
realizar un fraude electoral siendo presidente de este país no tiene virtud
alguna que confiera honores a reclamar. Lo único que nos prueba Chente con esto
es que es un desvergonzado, un descarado que se jacta de sus crímenes contra la
nación. En segundo lugar, olvida que ya no es presidente de este pobre país, de
tal forma que ya no puede poner en acto su voluntad autocrática tan fácilmente.
Y es aquí donde vemos otro aspecto sombrío de Chente Fox: la locuacidad, es
decir, aquella inclinación de los ancianos seniles a estar recordando a todos las
hazañas de sus mejores tiempos, por muy viciosas que hayan sido, y creer que es
posible revivir ese mejor pasado.
Chente Fox nos dice que su móvil en este asunto es la
presunta equivalencia de sus intereses con los intereses de la nación. Y pum, listo,
ya tenemos ahora al caudillo autócrata que afirma tener una misión especial en
favor de la nación. Desgraciadamente, el Chente Fox no nos aclara cuál es la
fuente última que le transfiere dicha misión - ¿Dios o su frenética fantasía?
-. Pero, contra lo que dice el Chente Fox, sus hechos nos hablan de un hombre
que eligió la profesión de la grilla con el móvil supremo e individualísimo de
satisfacer sus intereses, y cuya contradicción con el interés nacional se
concretó en la existencia de una larga lista de amplias sospechas de raterías
de él y su familia cuando fue presidente de este atribulado país. Desde luego
que se necesita ser tan torpe como Fox para creerle este choro del amor a
México.
Ahora bien, a menos que Chente Fox ya esté loco de atar, es
claro que todo lo que dice este hombre es producto de un juego delirante entre su
ignorancia y su inclinación a confiarse en la loca de la casa a la hora de
pensar: su fantasía. En efecto, es su frenética fantasía la que le hace creer
que tiene los méritos para derogar la autonomía política de los mexicanos y
para monopolizar el principio político para sí mismo. Es su frenética fantasía
la que le hace creer que tiene una misión especial para la nación. Es su
frenética fantasía la que convierte su fraude electoral del 2006 en una virtud
que confiere honores. Es su frenética fantasía la que le borra del disco duro
de la choya toda su larga lista de delitos contra la nación para creer que ya
es moral. Es su frenética fantasía la que le permite creer que Trump lo toma en
cuenta. Y es su frenética fantasía la que le hace creer que sus botas de
"caboy" son fetiches que le transfieren un poder sobrenatural hasta
convertirlo en algo así como: El Superpayo. Mas es su completa ignorancia la
que le impide percatarse de la realidad, que es la siguiente: que sus palabras
contravienen al espíritu de la democracia y que nada tienen de correlato con
las conductas democráticas del mundo real; que él es tan corrupto como el que
más en la política mexicana; que Trump no lo pela, ni en el mundo lo hace; y
que sus botas de Superpayo solo son dos piezas de calzado inanimadas.
El caso es que Chente Fox nos ha mostrado su verdadero rostro
con este lance contra AMLO: un anciano autócrata, muy ignorante, amante de las
fantasías, parlanchín, lépero, mañoso, vicioso, muy locuaz y que se cree
caudillo. Eso es Chente Fox. Nada que ver con el verdadero espíritu
democrático, y sí muy emparentado con los grandes autócratas de la historia. En
efecto, Chente es tan autocrático como Carlos I de Inglaterra, quien, como Fox,
aspiró infructuosamente al monopolio principesco del principio político; algo que,
por cierto, le costó a Carlos I la cabeza a manos de su impetuoso y virulento
opositor populista Oliver Cromwell. Aunque en descargo del monarca legendario Carlos
I hemos de aclarar que éste aventaja por mucho a Chente Fox en seriedad,
elocuencia, refinada educación y exquisita elegancia. Digamos, pues, y para ser
justos con Carlos I, que Chente Fox es un autócrata muy cerrero, más
emparentado con don Perpetuo del Rosal por sus conductas inferiores, y que es un
modelo nativo muy grotesco, vulgar y comiquísimo del autócrata mexicano. Eso es
Chente Fox: un Perpetuo del Rosal encarnado.
Y por todo ello, pobre de este México nuestro, de verdad.
Cómo ha batallado nuestro país para acceder a la democracia. Durante más de 70
años hemos intentado esta hazaña con muy pobres resultados, de tal forma que lejos
estamos aún de conocer la completa universalización de la autonomía política
que garantiza la democracia. Y en esencia, esa tragedia tiene su razón de ser
en el hecho de que nuestra clase dirigente se conforma mayormente por
personajes autocráticos como Chente Fox. Pero nosotros también tenemos culpa,
porque lo hemos permitido.
Por cierto, en cuanto a lo de la amenaza de Chente Fox de
ponerse las botas para cobrar sus poderes sobrenaturales de Superpayo, dudo que
a su edad tenga fuerzas siquiera para agacharse y ponérselas. Pero si es en
serio la tremenda amenaza de las botas mágicas, le recomiendo que al ponérselas,
y antes de ir a su cruzada contra AMLO, se meta a un chiquero a dar de patadas
al excremento de los marranos para que al menos dé la apariencia de que sí
trabaja de verdad, que tiene ímpetu y dignidad, que es capaz de valerse por sí
mismo, y que no es solo lo que es: un autócrata en el ocaso que sigue siendo
una carga para la nación.
Y eso es todo.
Puede leer este artículo también en el diario digital mexicano SDP, donde regularmente publico los trabajos o artículos que usted ve en el acervo de este blog.
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