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Algunos afirman o insinúan que la demanda de perdón que AMLO
hizo al rey Felipe VI y al Papa Francisco es válida porque el perdón entre
países ha ocurrido antes. Para este efecto citan algunos casos de perdón entre
países en la historia reciente. El problema es que esto es una falacia de
autoridad. Se trata de un argumento falso que invoca, no a la razón, sino a la
autoridad de la tradición o de comportamientos pasados que se han ido
convirtiendo en convenciones. Otra parte del engaño consiste en que usan casos
históricos donde se ponen en juego políticos con aparente autoridad. Sin
embargo, la autoridad siempre es sospechosa en la política. En suma, la finalidad
de estas personas no es probar y convencer, sino engañar al auditorio tocando
sus emociones para persuadirlo de que su juicio es válido.
Es fácil probar la falsedad y la intención engañosa del
argumento llevándolo al absurdo. Si creemos que es válido hacer algo sólo
porque antes se ha hecho, entonces ya es válido todo lo que se ha hecho,
incluyendo las cosas más atroces de la historia: guerra, genocidio, esclavismo,
racismo, etc.
Para determinar si la demanda de perdón de AMLO es válida o
no necesitamos invocar a la razón frente a los hechos, es decir, probarla o
refutarla con tal fuerza de razón como permita la naturaleza del tema en
cuestión a fin de que pueda ser tenida como válida o inválida por todo auditorio
razonable. En esto me ocuparé en el presente artículo no sin antes aclarar
algunas cosas que nos servirán de guía.
Del perdón político y su utilidad:
Podemos dividir al perdón en dos clases según su dignidad:
legítimo e ilegítimo. El perdón legítimo es el que está insertado en una
relación causal moral, y que fue el que usé en mi anterior artículo - ver
enlace 1 al final -. A su vez, el perdón ilegítimo es el que tiene su causa en
móviles que no corresponden propiamente a la moral, como: política, interés,
cortesía, pusilanimidad, miedo, vergüenza, etc.
En todos los casos históricos que se han citado en esta
controversia, incluyendo el caso de AMLO, la causa moral ya no existe, ha sido
disuelta como azúcar en el agua agitada de la política. En efecto, todos los
casos pertenecen a la clase del perdón ilegítimo con móvil político, por lo
cual me referiré a ellos en lo sucesivo como: "perdón político".
Siendo así, debemos analizar todo esto desde la dimensión política y sus
criterios.
Los criterios de la política:
Nuestra política moderna sigue siendo maquiavelismo. Nada más
natural si consideramos que Maquiavelo es el padre de la ciencia empírica
política y que todo lo que se ha dicho después de él son simples notas al pie
de su obra. En consecuencia, la finalidad explícita de la política sigue siendo
la determinación de las reglas o normas prácticas para el desarrollo y
conservación de la sociedad bajo el criterio de la eficacia, pero reconociendo
que siempre pueden existir fuerzas condicionantes que restringen a la eficacia:
moral, azar, etc. Solo con esto ya nos quedan en claro los criterios
fundamentales que rigen en este campo: realismo, eficacia, precedencia de los
individuos. Con el último criterio me refiero a que la política debe buscar ante
todo el bien de los gobernados, no el bien del gobernante y su partido.
Japón y el maquiavelismo genuino:
Decidí incluir este caso porque es ejemplo de maquiavelismo
genuino, es decir, de política realista, eficaz y apuntada al bien común. Si no
lo perdemos de vista en la lectura ayudará a despejar cualquier duda que reste
sobre los errores de AMLO.
Los gobiernos japoneses han pedido perdón a China y a otros
países vecinos por las injusticias que cometió contra ellos el viejo imperio
japonés antes y durante la Segunda Guerra Mundial. En el año 2015 el primer
ministro japonés, Shinzo Abe, volvió a pedir disculpas a China. Estos actos de
perdón han llegado al grado de las indemnizaciones por daños a sobrevivientes y
sus familiares y de apoyo financiero para el desarrollo a China y otros países
de la región.
Sabemos que las relaciones entre China y Japón son bastante
precarias debido a la trágica historia compartida. Pero China es la causa de
esa precariedad porque sostiene hasta hoy una retórica del ajuste de cuentas
con Japón pretextando las injusticias que le infligió el viejo imperio japonés,
y que es muy útil para sus propósitos hegemonistas en la zona. Ya conocemos dos
capítulos de ese hegemonismo chino: la progresiva anexión de territorios ajenos
y su palanca de terror llamada Corea del Norte. El resultado es una región que
vive en una paz muy precaria y siempre al borde de la guerra.
Cuando visionamos los actos de perdón de Japón en el contexto
de esas relaciones nos queda claro el móvil político. Los gobiernos japoneses
han identificado un problema real que pone en riesgo su seguridad nacional:
China. Dada su desventaja de fuerza militar, creen que el perdón político es un
medio que podría traer los siguientes resultados probables a su favor. Primero,
perfeccionar las relaciones con China o al menos deslegitimizar ante la
comunidad internacional el pretexto reivindicador de este país. Segundo,
unificar al resto de países de la zona en su favor y contra China, y de ahí que
Japón le ha ofrecido disculpas a esos otros países que también fueron afectados
por el viejo imperio japonés.
El móvil puramente político de Japón se sigue revelando en
ciertas acciones que ponen en entredicho al perdón. Shinzo Abe fue el primer
mandatario que visitó a Donald Trump en su torre de Nueva York luego del
triunfo electoral de éste. Y si hizo esto no fue sino porque sabía que Trump
había prometido desde su campaña que metería a China en orden. A los primeros
visos del retorno de EUA como poder militar supremo en el Pacífico, Shinzo Abe
declaró que por fin Japón no estaba solo, en clara advertencia velada a China.
Por otro lado, las indemnizaciones son muy selectivas. Finalmente, una vez que China
estuvo bajo la intensa presión de la poderosa palanca trinitaria del Estado
norteamericano - militar, económica y financiera -, Shinzo Abe declaró que
daría por terminada la ayuda financiera para el desarrollo a China aduciendo que
ya estaba "muy desarrollada".
No hay duda en torno a que los actos de perdón de los
gobiernos japoneses son mera política, y muy válida en sus circunstancias. Es
política realista y razonable porque intenta resolver un problema crítico real
eligiendo el medio - el perdón político - que con mayor probabilidad acarreará
el fin previsto. Pero renuncia al medio cuando los riesgos se atenúan. Es
política eficaz puesto que al menos le ha restado legitimidad a la retórica
reivindicadora de China. Es política que apunta al bienestar de Japón. Y por
todo lo anterior, es maquiavelismo genuino.
De paso, ya podemos inferir con máxima probabilidad lo que
habría hecho Japón si EUA no se hubiera retirado gradualmente del escenario del
Pacífico como lo hizo a partir de Bill Clinton, y sobre todo en tiempos del
inepto de Barack Obama, a quien los chinos se cansaron de patearle el culo:
jamás hubiera pedido perdón, al menos durante esa etapa.
El caso de AMLO contra España y el Vaticano:
La experiencia acumulada nos dice que nuestras relaciones con
España y el Vaticano son tan funcionales y pacíficas como cabría esperar en
tres grupos humanos civilizados. Son tan estables en esos caracteres que son
harto previsibles, de tal forma que no vivimos con el fantasma de una ruptura o
hasta de una guerra con España. Un análisis comparativo entre nuestra realidad
y la de Japón nos da cuenta de que somos Tierra y ellos infierno. Y si nos
falta convicción en esto, podríamos saciarla con solo imaginar lo que es vivir
con misiles norcoreanos volando por nuestro vecindario.
Cuando visionamos la postura de AMLO montada en lo anterior
inevitablemente concluimos que sus palabras no tienen correlato alguno con
nuestra realidad. Así que cada vez que AMLO afirma que es necesaria la
"reconciliación" porque hay "heridas abiertas" por las
"injusticias" cometidas por España y el Vaticano siglos atrás en este
país, sabemos que se trata de ideas subjetivas fraguadas en su imaginación sin
límites. En otras palabras, AMLO está inventando una ficción política que ni él
sabe qué diablos significa.
Pero la pregunta que nos asalta ahora es la siguiente: ¿qué
pretende AMLO con esta ficción? Para responder a esta pregunta hay que acudir a
la breve historia del gobierno de AMLO.
El gobierno de AMLO ha entrado a una fase de crisis porque la
realidad le está resultando adversa, le está obstruyendo o dificultando algunos
capítulos importantes de su ambicioso programa de gobierno. Todo apunta a que
el primer año de gobierno será de fracasos y realizaciones a medias. La crisis
es notoria en su comportamiento. Se empieza a mostrar errático, contradictorio
y confrontador. Y para sortear esta crisis AMLO está creando ficciones
políticas para persuadir al auditorio en el sentido de que está cumpliendo el
programa sin cumplir del todo. Ya hay varias ficciones en su haber, y una de
ellas son sus cartas.
Como es propio de toda ficción, la demanda de perdón de AMLO es
una tentativa para engañar a los ciudadanos. El engaño sería justificable si
con él se pudieran conseguir buenos resultados para la sociedad, pero ocurre
que la ficción de AMLO solo es una tentativa para ocultar la realidad de un
gobierno que se ha mostrado poco eficiente y, con ello, salvar el prestigio del
gobernante y su partido.
A estas alturas la actuación política de AMLO en este caso ya
degradó terriblemente por las siguientes razones. Su ficción política ha quedado
como mera fictione poetarum o fábula. Como la fábula es una radical ruptura con
la realidad, no es realista. Como no persuadió ni a los demandados ni a la
mayoría de los mexicanos, no es eficaz. Pone su interés, no en el bien de los
mexicanos, sino en el bien del gobernante y su partido. Y por todo lo anterior,
es maquiavelismo vulgar. Pero aquí no para la degradación.
Como ya sabemos, las cartas de AMLO ocasionaron una disputa
que perturbó el saludable estado de la relación trilateral. Aunque el asunto no
pasó a mayores, no se puede ocultar que socavó el apalancamiento de AMLO en
política internacional. Esto es un acto irracional que, cuando visto con el
criterio de la eficacia, degrada la actuación de AMLO al nivel de una
maquiavelada de párvulos, un maquiavelismo desastroso digno solo de principiantes
en el oficio del engaño político. Y por supuesto que hay una abismal diferencia
con respecto al maquiavelismo genuino de los gobernantes japoneses que brillan
por su realismo, eficacia y lealtad a sus ciudadanos.
Vaya, solo la negativa del Papa puso la ficción política de
AMLO a la vista del que quiere ver. Sabemos que el arrepentimiento es una
virtud imprescindible de todo buen cristiano, pero eso no significa que deba
arrepentirse siempre por una falta contra la ley divina que ya reconoció y corrigió,
o bien que deba arrepentirse por una falta que no es una falta sino mera
ficción.
Concluyo diciendo que la demanda de perdón de AMLO es
inválida. Y con esto pruebo por segunda vez que los defensores de AMLO incurren
en una falacia. En efecto, no se puede justificar la demanda de perdón de AMLO
solo porque esto ha ocurrido antes.
Notas de pie.
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