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AlejandroLinaresGarcia |
Tras el atentado contra Ciro Gómez Leyva hubo una agresiva
reacción de la oposición acusando a AMLO de ser la causa de dicho atentado, así
como de los asesinatos de periodistas, y donde destacaron Carlos Loret de Mola
y un grupo de 180 periodistas y presuntos intelectuales. En lo sucesivo me he
de referir solo a los homicidios de periodistas dando por entendido que el
atentado contra Ciro es un caso más de ese fenómeno en tanto fue una tentativa
de homicidio, aunque fallida.
Estos opositores políticos dijeron lo siguiente en un
manifiesto público: “La difamación, que sustituye al debate de ideas, es una
convocatoria a la violencia física contra los periodistas estigmatizados por el
presidente.” El 19 de diciembre pasado Carlos Loret publicó un artículo en el
Washington Post y dijo lo siguiente: “Aunque no se sabe aún el móvil del
atentado contra Gómez Leyva, es imposible no conectar los puntos: el presidente
de México tiene una responsabilidad que asumir por ser el principal promotor de
un ambiente hostil contra el periodismo.”
Hay un párrafo interesante en el artículo de Carlos Loret
donde deja claro el mecanismo de esa presunta relación causal que existe en su imaginación,
y que por lo visto también imaginan sus 180 amigos. Dice lo siguiente: “López Obrador
define sus largas conferencias mañaneras como un ejercicio ´didáctico´. En eso
ha sido muy exitoso. Hay que reconocer que su mensaje ha llegado fuerte y claro
a donde tenía que llegar. Las consecuencias están a la vista.”
A la vista de esas declaraciones, queda claro que estos
opositores afirman la existencia de una relación de causalidad entre el
discurso crítico de AMLO y los homicidios de periodistas, cuya estructura
básica es la siguiente. AMLO es la “sinécdoque” (causa sinéctica), es
decir, la causa verdadera y propia, presente la cual está presente el efecto
(homicidios de periodistas), y eliminada o disminuida la cual queda eliminado o
disminuido el efecto. A su vez, consideran que los autores materiales de esos
homicidios son solo causas cooperantes, las causas que solo añaden fuerza en
virtud de la cual el efecto previsto por la causa verdadera y por excelencia (AMLO)
se produce y con más facilidad, tal como cuando se añade una mula a un carro de
tracción animal que está siendo arrastrado por una sola mula fatigosamente. Por
todo lo anterior, queda claro que estos opositores consideran al discurso
crítico de AMLO como una siniestra “fuerza productiva” de asesinatos de
periodistas.
Curiosamente, he notado que la estructura de la relación
de causalidad que afirman estos opositores se parece mucho a la noción de
causalidad de los viejos estoicos, según nos narra Sexto Empírico (siglo II) en
su obra “Esbozos Pirrónicos”. Por eso he usado los términos “causa sinéctica” y
“causas cooperantes”, que eran propias del estoicismo. Aunque aseguro que ellos
desconocen esta coincidencia porque está claro que son algo ignorantes.
El problema es que esa grave afirmación acusatoria contra AMLO es una mentira construida en una buena cantidad de violaciones a la razón y las reglas que prescribe para la realización de inferencias justificadas de conexión causal. En este artículo vamos a demostrar eso. Pero antes invito al lector a que hagamos una explicación muy rápida de nuestra noción de relación de causalidad para determinar los criterios de juicio en nuestro análisis, con lo cual resultarán más claras y obvias las pruebas sobre las violaciones a la razón y sus reglas que cometen estas personas.
Sobre la relación de causalidad:
Generalmente
entendemos la relación de causalidad como una relación entre dos cosas, donde
una es la causa y la otra es el efecto, y donde el efecto es unívocamente
previsible a partir de la causa. Cuando digo “unívocamente”, me refiero a que a una causa específica solo le corresponde un
efecto específico. Esta noción ha
tenido una larga historia en el pensamiento humano donde ha adquirido dos
formas fundamentales que podríamos denominar de la siguiente forma:
racionalista y empirista.
Aunque los
presocráticos y Platón abordaron la relación de causalidad, no lo hicieron de
manera integral. Fue Aristóteles el primero en establecer una teoría de la
relación causal, misma que dominó al pensamiento humano durante más de 16
siglos. Estamos hablando de la noción racionalista. Y en este caso, la causa se
consideraba como la razón de ser de su
efecto, de donde resulta que el efecto es deducible a priori a partir de la
causa. Cuando digo a priori, me refiero a que el efecto se puede deducir de la
causa con un ejercicio de pura razón, sin apelar a la experiencia o a los
hechos. A menudo esta noción describe la acción de la causa como una “fuerza
productiva” no accesible a la experiencia humana que produce necesariamente el
efecto. La noción de los estoicos a que hicimos referencia antes se inscribe en
esta línea de pensamiento.
Poniendo en términos
ordinarios lo anterior, esto significa que, si conoces la esencia y todas las
características de la causa, entonces puedes deducir a priori todos sus efectos
posibles. Pero el problema con esta noción es que, al privilegiar el
conocimiento esencial de las causas, desechaba el conocimiento de los hechos de
experiencia (los efectos). Y a medida que la ciencia progresó, especialmente
las ciencias observacionales y experimentales, se fue haciendo cada vez más
evidente la insuficiencia de la noción racionalista en cuanto a conocimientos
nuevos y previsibilidad.
Fue el filósofo Ockham
(siglo XIV) quien por primera vez señaló esta insuficiencia de la noción
racionalista, dando inicio con ello a la noción empirista de la relación de
causalidad. Hay un párrafo en la obra de Ockham, “Summa logicae”, que nos
describe de una manera muy obvia el problema de la noción racionalista y la
necesidad del conocimiento por experiencia: "Una proposición como ‘el
calor calienta’ de ningún modo se puede demostrar por silogismo (deducción a
priori), y el conocimiento de ella sólo puede ser obtenido por la experiencia,
ya que si no se experimenta que a la presencia del calor en una cosa sigue el
calor en otra cosa, no se puede saber que el calor produce calor”.
El filósofo David Hume
(siglo XVIII) fue quien le dio culminación a esta nueva noción empirista de la
relación de causalidad. En su obra “Una investigación sobre el entendimiento
humano”, este filósofo concluye lo siguiente: "Oso afirmar, como
proposición general que no admite excepciones, que el conocimiento de la
relación de causa a efecto no es, en ningún caso, lograda razonando a priori,
sino que surge por entero de la experiencia, cuando observamos que algunos
objetos particulares se encuentran constantemente unidos con otros.”
Note el lector que las
palabras de David Hume, en su parte final (unos objetos unidos con otros), ya
se están refiriendo a un concepto matemático que será de fundamental
importancia en los estudios observacionales y experimentales modernos:
correlación estadística.
Nosotros hemos
heredado de David Hume nuestra noción de relación de causalidad, con algunos
agregados y cambios posteriores del positivismo y el probabilismo. Y en esencia,
esa noción moderna de relación de causalidad se define de la siguiente manera:
Una relación empírica por la cual el efecto no es deducible de la causa, pero sí
es previsible a partir de ella, por la constancia y uniformidad de la relación
de sucesión. Esta concepción elimina de la relación causal la idea de “fuerza
productiva”, que era propia de la noción racionalista.
Ahora bien, la relación
de causalidad no es accesible a
la experiencia humana, pero sí lo son la causa y el efecto de esa relación y su
interacción (correlación estadística). Creo que nadie describió mejor esta
cuestión que Claude Bernard, uno de los más importantes científicos y
metodólogos del siglo XIX. Nos dice lo siguiente Bernard en su Introducción a
la medicina experimental: “La experiencia nos muestra solamente la forma de los
fenómenos (la causa y el efecto), pero la relación de un efecto con una causa
determinada es necesaria e independiente de la experiencia y forzosamente
matemática y absoluta.”
Esta impenetrabilidad
de la relación causal para la experiencia humana nos lleva con demasiada
frecuencia a cometer falacias de causalidad, es decir, al error de afirmar la
existencia de una conexión causal entre dos cosas solo porque una cosa ocurrió
después de otra o poque dos cosas ocurrieron simultáneamente en el tiempo.
Dentro del vasto repertorio de falacias que conocemos
gracias al trabajo de Aristóteles y los lógicos medievales, hay una que se
conecta a nuestro tema: La falacia “Cum Hoc, Ergo Propter Hoc” (Junto con esto, por lo
tanto a consecuencia de esto). Esta falacia es una forma específica de la
falacia más general llamada “Non causa pro causa”, y ocurre cuando inferimos la
existencia de una conexión causal entre dos cosas solo porque se dan simultáneamente
en el tiempo: dado que A y B ocurren al mismo tiempo, entonces A es causa de B.
Y se trata de una falacia o argumento falso porque el hecho de que dos cosas
ocurran al mismo tiempo no significa necesariamente que
exista una conexión causal entre las dos cosas.
Las reglas para una inferencia de conexión causal justificada:
Una vez que tenemos claro el significado y las
implicaciones de nuestra noción empirista de relación de causalidad, ya podemos
pasar a definir algunas reglas que se deben cumplir para que una inferencia de
conexión causal esté justificada.
Primera regla: toda inferencia de una
conexión causal debe estar fundada en conocimiento válido, esto es, conocimiento
que puede ser puesto a prueba o ensayado empíricamente.
Segunda regla: toda inferencia de una conexión casual
entre dos cosas debe ser respaldada con una medida concreta de correlación
estadística entre las dos cosas bajo análisis. Pero la correlación estadística es
una condición necesaria pero no suficiente para la inferencia de conexiones
causales.
Tercera regla: toda inferencia de una conexión causal debe
estar respaldada analíticamente. Esto significa que debe probarse empíricamente
que la conexión causal es real, descartando para ello al azar o casualidad y
posibles variables ocultas (no consideradas en el estudio) que puedan estar
influyendo en una o las dos variables bajo análisis. Cumplir esta regla nos
evita incurrir en la falacia de causalidad a la que me he referido antes.
Cuarta regla: toda inferencia de una conexión causal debe tener poder
explicativo. Esto significa que la inferencia debe ser respaldada por teorías o
hipótesis probadas que permitan hacer de esa conexión causal que se postula
algo tan familiar para todos que podamos satisfacer nuestra curiosidad,
despejar nuestras dudas y aceptarla como cosa obvia y creíble. En este caso,
las teorías o hipótesis probadas proporcionan evidencia de que la conexión
causal que se postula ya ha sido empíricamente probada como cierta en otras
situaciones. Pero para que esto quede claro para todos, ofrezco un ejemplo de
la vida real a continuación.
Durante siglos la humanidad ha sufrido enfermedades, como
la diarrea, a causa de algunas cepas patógenas de la bacteria e. coli. En
tiempos antiguos, cuando se desconocía la causa de esas enfermedades, la gente
atribuía eso a “fuerzas” invisibles que venían del ambiente o ciertas cosas. La
experiencia acumulada ha confirmado la relación causal entre ciertas cepas de
e. coli (causa) y algunas enfermedades como la diarrea (efecto). Al inicio,
dicha experiencia que se acumulaba llevó a plantear la hipótesis de esa
conexión causal entre la comunidad científica. A la postre, las investigaciones
científicas confirmaron esa hipótesis como cierta: algunas cepas de e. coli son
causa de enfermedades en los humanos, como la diarrea.
Así pues, si mañana el gobierno de la ciudad anuncia que
hay una epidemia causada por la presencia de una cepa patógena de e. coli en lotes
de carne molida comercializados en la ciudad, dicho anuncio nos parecerá
familiar, obvio y creíble porque esa conexión causal entre la e. coli y ciertas
enfermedades humanas ya está probada empíricamente como cierta y la damos por
sentada.
Los opositores y sus cuatro violaciones a la razón y las reglas que prescribe:
Como ya vimos al principio, estos opositores afirman
categóricamente que el discurso crítico de AMLO es la causa verdadera y por
excelencia de los homicidios de periodistas. Sin embargo, no respaldan su
afirmación con alguna medida de correlación estadística. En el mejor de los
casos, la correlación que usan es solo aparente, es decir, producto de su
percepción inmediata y su imaginación, que es todo lo opuesto a un conocimiento
científico. Así que ya tenemos a la vista la primer violación a la razón en
estos opositores.
La segunda violación a la razón ocurre porque no realizan
un trabajo analítico de la situación. No presentan pruebas que descarten
posibles variables ocultas que estén causando los homicidios de periodistas. Y
no podría ser de otra forma si recordamos que ni siquiera respaldan su
argumento acusatorio con una medida concreta de correlación estadística. Si no
hay investigación, ¿cuáles pruebas pueden aducir a este respecto?
La tercera violación a la razón ocurre porque su inferencia
de conexión causal no tiene poder explicativo. Esto sucede porque no respaldan
su inferencia con teorías o hipótesis probadas que permitan hacer de esa
conexión causal que postulan algo tan familiar para todos que podamos
satisfacer nuestra curiosidad, despejar nuestras dudas y aceptarla como cosa
obvia y creíble. Y si no aducen esas teorías o hipótesis probadas, es porque simplemente
no existen.
La realidad es que criticar a un periodista y señalarlo
como deshonesto no equivale a demandar su asesinato. Media gran diferencia
entre los dos tipos de enunciado, al grado de que son mutuamente excluyentes.
Nuestra convicción en esto es más concluyente en el caso de AMLO porque nos
consta que jamás ha invitado a la violencia física contra los
periodistas o contra cualquier persona. Lo cierto es que es un asiduo promotor
del amor, la comprensión, el perdón y esas cosas; algo que a mí me resulta a
veces cursi y chocante, por cierto.
Vamos, el argumento de estos opositores no solo queda sin
poder explicativo, sino que también es destruido, cuando traemos a cuentas al
menos un contraejemplo: el expresidente de los EUA, Donald Trump. Estamos
hablando de un hombre que no solo es crítico duro de los periodistas,
calificándolos de corruptos y enemigos del pueblo, sino que también es crítico
satírico y corrosivo con ellos al grado de ridiculizarlos públicamente. Y sin
embargo, y pese a que EUA es un pueblo armado hasta los dientes, y pese a que
hay mucho psicópata suelto en las calles por allá, jamás eso ha sido causa del
asesinato de un periodista.
En virtud de esa nulidad explicativa, la afirmación de estos opositores en el sentido de que la crítica política
es causa de asesinato del criticado, además de no ser obvia y no ser creíble,
queda reducida a una situación oscura, confusa y muy incomprensible para todos,
porque pertenece más bien al campo de lo sobrenatural. En efecto, para estos
opositores AMLO posee una misteriosa y siniestra “fuerza productiva” en su discurso que
influye a distancia, y a través de un lenguaje cifrado, en la voluntad de
ciertas personas hasta llevarlas a cometer asesinatos y atentados contra
periodistas. Como puede ver el lector, es un cuento digno de una novela
policiaca de fantasías.
Y aquí es donde llegamos a la cuarta violación a la razón
que cometen estos opositores. Porque esa misteriosa y siniestra “fuerza
productiva” en el discurso de AMLO no es comprobable empíricamente, de donde
tenemos que concluir que la conexión causal que afirman estos opositores en
torno a AMLO y los homicidios de periodistas es una pretensión cognoscitiva
infundada o una descarada mentira.
La conexión causal que afirman los opositores es ilegítima:
La inferencia de
conexión causal que hacen estos opositores entre AMLO y los homicidios de
periodistas tampoco cumple las condiciones que debe cumplir toda relación
causal para ser considerada legítima. Enseguida voy a probar
esto haciendo uso de las estadísticas de homicidios de periodistas que publica
la organización Artículo 19.
En la siguiente gráfica vemos los homicidios de
periodistas desde el año 2000 al 2022, y donde añado líneas punteadas
verticales para señalar los diferentes sexenios presidenciales desde Ernesto
Zedillo Ponce de León (EZPL) hasta AMLO. Es evidente en esa gráfica que esos
homicidios (círculos azules) han ocurrido al menos desde el año 2000 y que
muestran una tendencia de crecimiento en el tiempo. La tendencia de crecimiento
la vemos en la línea roja continua. Es por eso que tenemos una correlación
positiva de 0.66237 entre esos homicidios y el tiempo (años), la cual es
estadísticamente significativa y alta: a medida que pasa el tiempo aumentan los
homicidios de periodistas. Una buena aproximación de su tasa de crecimiento la
da el coeficiente beta que vemos en el título: 0.33399. Este coeficiente
significa que, por cada año que ocurre, los homicidios de periodistas aumentan
en 0.33399 unidades en promedio. A esa tasa, se necesitan aproximadamente 3
años para que los homicidios de periodistas crezcan en 1 unidad en promedio.
Le aclaro al lector que no estoy tratando de inferir la existencia de una relación causal entre el tiempo y los homicidios de periodistas. Solo uso las cifras y la gráfica para mostrarle el comportamiento de la variable homicidios de periodistas en el tiempo.
Si observa con cuidado la gráfica, se da cuenta de
inmediato que fue en el sexenio de Felipe Calderón donde se dio el mayor
aumento de homicidios de periodistas. A partir de entonces se sostiene la
tendencia de crecimiento que mencionamos antes. A su vez, al comparar los
homicidios en el sexenio de AMLO contra los homicidios en los sexenios de EPN y
FCH, vemos que son muy semejantes (compare los círculos azules de esos tres
sexenios en relación al eje vertical). En otras palabras, las cifras anuales de
homicidios de periodistas en el sexenio de FCH parecen anormalmente mayores que
los registrados en el sexenio de VFQ; en tanto que esos homicidios en el
sexenio de AMLO no tienen nada de anormal porque ya se han registrado antes, en
los sexenios de EPN y Felipe Calderón.
Realicé pruebas estadísticas para determinar si existen
diferencias estadísticas significativas entre los últimos cuatro sexenios
presidenciales en cuanto al promedio de homicidios de periodistas, considerando
solo los primeros cuatro años de cada sexenio a fin de guardar comparabilidad.
La prueba la realicé con tres técnicas: LSD, Newman Keuls y Duncan. Para los
lectores no duchos en estadística, explicaré enseguida el significado de las
pruebas en los términos más simples o familiares que me sean posibles.
El promedio de homicidios de cada sexenio presidencial se
compara con el promedio de homicidios de cada uno de los otros sexenios. El
objetivo es determinar si en cada comparación por pares dichos promedios son
diferentes estadísticamente o no. En nuestro caso, se realizaron 12
comparaciones. Cada comparación da como resultado un estadístico llamado
p-value. Si ese estadístico es mayor que 0.05 para una comparación, entonces no
hay diferencias significativas en los dos promedios comparados; pero si ese
estadístico es menor que 0.05, entonces sí hay diferencias significativas en
los dos promedios comparados.
Como las tres técnicas me arrojan los mismos resultados,
en la siguiente imagen le entrego los resultados para la prueba LSD. Los
números de esa tabla son los p-value para cada comparación. Si los números
p-value son de color negro, entonces no hay diferencias significativas entre
los dos sexenios comparados; pero si son de color rojo, entonces sí hay
diferencias significativas.
Como puede apreciar, la prueba concluye lo que ya habíamos visionado en la primera gráfica. Entre los sexenios de Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y AMLO, no hay diferencias estadísticamente significativas en cuanto al promedio de homicidios de periodistas (los p-value son mayores que 0.05 y son de color negro). Esto significa que esos tres sexenios podrían considerarse iguales en esa variable porque sus diferencias son despreciables, irrelevantes. Pero sí hay diferencias estadísticamente significativas entre el sexenio de Vicente Fox y cada uno de los otros tres sexenios (los p-value son menores a 0.05 y son de color rojo), lo que significa que el menor promedio de homicidios con Fox en comparación a los otros presidentes, sí es relevante estadísticamente. En suma, y en cuanto a promedio de homicidios de periodistas, hubo un aumento significativo entre los sexenios de Fox y Calderón; pero a partir de Calderón, los aumentos no han sido significativos.
Los resultados de estas pruebas nos quedan más claros visualmente
en la siguiente imagen. Son diagramas de caja y bigotes por sexenio. Estos
diagramas resumen visualmente la distribución de los homicidios de periodistas
para cada sexenio en base a tres estadísticos: promedio (mean), error estándar
(SE) y desviación estándar (SD).
Observe que los diagramas para los sexenios de FCH, EPN y AMLO son muy parecidos en tamaño vertical (variabilidad) y en altura del punto central en relación al eje vertical de la gráfica (la media de cada uno). Eso es coherente con los resultados de nuestras pruebas estadísticas: no hay diferencias estadísticamente significativas entre esos sexenios en cuanto a promedio de homicidios de periodistas; es decir, sus diferencias en esa variable son irrelevantes o despreciables. Ahora observe que el diagrama de caja para el sexenio de VFQ es muy diferente a la caja de los otros tres sexenios, tanto en tamaño vertical (variabilidad) como en la media o promedio. Esto también es coherente con los resultados de nuestras pruebas: sí hay diferencias estadísticamente significativas entre el sexenio de Vicente Fox y cada uno de los otros tres sexenios.
Toda relación de causalidad debe cumplir ciertas
condiciones para ser considerada legítima. Para efectos de este apartado, solo
considero dos de esas condiciones:
1.- El efecto solo ocurre cuando ocurre la causa.
2.- El efecto es posterior o simultáneo a la causa en el
tiempo, es decir, no hay causalidad del futuro sobre el presente.
Usando los datos que acabamos de ver, realizaremos dos
pruebas para determinar si la conexión causal que afirman estos opositores cumple
con esas dos condiciones.
Tenemos cuatro variables:
A = El discurso crítico de AMLO sobre los periodistas
B, C y D = El discurso amistoso o no crítico sobre los
periodistas de EPN, FCH y VFQ respectivamente.
E = Los homicidios de periodistas.
1. Prueba de reciprocidad. Para que la conexión causal de
estos opositores sea legítima, debe ocurrir lo siguiente: El efecto (E =
homicidios de periodistas) solo ocurre cuando ocurre la causa (A = el discurso
crítico de AMLO).
La conexión causal de los opositores no pasa esta prueba
porque, de acuerdo a los datos numéricos que vimos, el efecto que postulan (E =
homicidios de periodistas) no solo ocurre cuando ocurre su causa postulada (A =
AMLO), sino que también ocurre cuando ocurren las otras variables: B = EPN, C =
Felipe Calderón, D = Vicente Fox.
2. Prueba de temporalidad. Para que la conexión causal de
estos opositores sea legítima, debe ocurrir lo siguiente: La causa (A = AMLO) ocurre
antes o al mismo tiempo que el efecto (E = homicidio de periodistas).
La conexión causal de los opositores no pasa esta prueba
porque, de acuerdo a los datos numéricos que vimos, el efecto que postulan (E =
homicidios de periodistas) ocurre antes y después de su causa postulada (A = AMLO).
Concluimos que la inferencia de conexión causal de estos
opositores es ilegítima, porque si la causa de los homicidios de periodistas es
el discurso crítico de AMLO, tal como afirman ellos, ¿cómo han ocurrido
homicidios de periodistas antes de AMLO, con los otros presidentes que no
criticaban a los periodistas?
Conclusiones: la mentira y la falacia causal de Carlos Loret de Mola y sus 180 amigos.
A la vista de todas las pruebas que hemos ofrecido en este
artículo, podemos concluir que la conexión causal que afirman estos opositores
es falsa. Por tanto, debemos descartar al discurso crítico de AMLO como la
causa de los homicidios de periodistas.
El hecho de que los homicidios de periodistas ocurran al
menos en los últimos cuatro sexenios presidenciales, y que entre los últimos
tres sexenios no haya diferencias estadísticamente significativas en el
promedio de esa variable criminal, me indica que hay una o más variables
ocultas que deben explicar ese fenómeno. En lo personal, creo que la variable
oculta más importante es la violencia en general, pero habría que estudiar
esto.
Hemos visto que estos opositores cometen muchas
violaciones a la razón y las reglas que prescribe. Los errores de razonamiento
se van sumando y al final resulta que su argumento falso es un montón de
suposiciones, incoherencias, aberraciones y misterios sin resolver. Y en este
amasijo de violaciones opositoras hay tres que merecen ser subrayadas porque ya
son de escándalo.
El primer escándalo ocurre al atestiguar la razón perezosa
de estos opositores. El que hace una inferencia de conexión causal entres dos
cosas está obligado a probarla investigando empíricamente dicha relación y
cumpliendo todas las reglas que hemos mencionado antes. Pero ya vimos que estos
opositores no cumplen con ese deber, y pese a que muchos de ellos se
autonombran jactanciosamente analistas e intelectuales. Tuvimos que hacer ese
trabajo nosotros en este artículo, en parte.
El segundo escándalo ocurre con la prueba de temporalidad
que hicimos antes. El resultado de esa prueba nos dice que el argumento de
estos opositores es una aberración porque ponen su causa (AMLO) después del
efecto (homicidios de periodistas) en el tiempo, lo cual es imposible porque
están violando la estructura ontológica de la realidad, donde la causa va antes
del efecto según indica el vector del tiempo y su relación de causalidad
sobrepuesta. Es como si quisieran invertir el vector del tiempo en 180° desde
el futuro hacia el pasado, poner al mundo en marcha atrás, para así poner el
efecto antes de la causa. Eso es un deseo imposible y aberrante. Es como querer
preparar un vehículo de tracción animal poniendo los “bueyes” de tiro (la
causa) atrás de la carreta (el efecto).
El tercer escándalo ocurre cuando, por la falta de poder
explicativo, su argumento termina en el terreno de lo sobrenatural, es decir,
lo no comprobable empírica y científicamente. A eso se reduce el argumento de
estas personas, una intriga digna de las tiras cómicas del superhéroe Mandrake:
un AMLO dotado de una siniestra “fuerza productiva” que, a distancia y con
lenguaje cifrado, manipula a otras gentes para que asesinen periodistas. No me
negará el lector que esto ya se parece mucho a las historietas de Mandrake.
Recuerde que este personaje de ficción tenía también la virtud sobrenatural y
misteriosa de manipular mentalmente a sus enemigos a distancia, con lo cual
tenía la llave de su voluntad y los hacía obrar a su antojo.
Pero dejemos de lado la sátira bien merecida, porque lo
cierto es que si Carlos Loret y sus 180 amigos no investigan antes de hablar,
si cometen tantas violaciones contra la razón, y si lanzan acusaciones audaces
y falsas, no es porque sean una banda de estúpidos cometiendo errores, sino porque
son una partida de mentirosos. Y en el caso que nos ha ocupado hoy, su mentira
consiste fundamentalmente en fijar la atención de sus auditorios solo en la
parte de las estadísticas históricas de homicidios que corresponde a AMLO, y
disolver en la nada el resto de las estadísticas históricas. Solo de esa forma
su conexión causal postulada tiene coherencia: AMLO es la causa de los
homicidios. Pero una vez que vemos y analizamos toda la serie de estadísticas
históricas de homicidios, como hemos hecho aquí, quedan a la vista las
incoherencias de su argumento y la mentira.
Estos opositores están usando la falacia a la que hicimos
referencia al inicio de este articulo (“Cum Hoc, Ergo Propter Hoc”: Junto con
esto, por lo tanto a consecuencia de esto) para intentar engañar al público. Para
describir lo que estos opositores están haciendo parafraseo lo que dijo Pedro
Hispano (siglo XIII) sobre la falacia en su obra “Summulae logicales”, y quien
fue uno de los más destacados cultivadores de la lógica aristotélica en la
escolástica medieval: La falacia de Carlos Loret de Mola y sus 180 amigos es
una mentira deliberada “para hacer creer a los demás que es lo que no es,
mediante alguna visión fantástica, o sea, las apariencias sin existencia.”
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