Según un reciente sondeo de opinión pública en EUA realizado por IBD/TIPP, el 72% de los norteamericanos está al tanto del Obamagate o el escándalo sobre el espionaje político que ejerció el gobierno de Barack Obama sobre Donald Trump y algunos de sus asociados durante y después de las elecciones del 2016. El 55% de los enterados cree con alguna probabilidad que el gobierno de Barack Obama realizó espionaje político, en tanto que el 54% considera que es necesario instalar un fiscal especial que investigue la implicación del FBI y el Departamento de Justicia - DOJ en lo sucesivo - en este escándalo. Otro sondeo reciente de Rasmussen indica que el 50 % de los probables votantes creen que es al menos probable que oficiales de justicia rompieron la ley para evitar que Donald Trump ganara las elecciones.
Pero ¿de qué se trató este escándalo: maniobras electorales
inocuas o es algo más grave? Creo que para definir este escándalo con la mayor objetividad
y exactitud posibles, primero necesitamos describir las acciones de los
implicados en el campo que eligieron. A eso voy enseguida valiéndome de los
adelantos de resultados en las investigaciones del Congreso republicano y
Michael Horowitz, el Inspector general del Departamento de Justicia - IG del
DOJ en lo sucesivo -.
Tenemos a la vista un organismo informal y a subterfugio integrado
y operado por algunos individuos notables en vista de un móvil principal. Ese
móvil fue definido perfectamente bien por dos de los implicados en uno de sus
intercambios de mensajes de texto revelados, el agente del FBI Peter Strzok y
la abogada del FBI Lisa Page: comprarse una "póliza de seguro" contra
Donald Trump. La póliza de seguro significaba lo siguiente: evitar desde el
Estado que Donald Trump fuera presidente. Por consecuencia, esa organización
informal vulneró el acuerdo democrático de la carta fundacional de los EUA y
una multitud de estatutos criminales de su Código, incluyendo conspiración.
¿Y contra qué riesgos se querían proteger los implicados con
esa póliza de seguro? De entrada, contra el riesgo de ir a parar a la cárcel si
Donald Trump ganaba las elecciones. Supongo que el lector recordará que una de
las principales consignas de campaña de la base republicana contra Hillary
Clinton era el "Lock her up", por aquello de su sistema de cohecho en
la Fundación Clinton y sus probadas irregularidades en el caso de los e-mails. Y
tan en serio se tomó Trump esta demanda que, alguna vez, durante un debate en
la campaña, le dijo directamente a Hillary Clinton lo siguiente: "Si yo
fuera presidente, usted estaría en la cárcel." Pero el riesgo de prisión
no era solo para Hillary Clinton. Demasiadas gentes habían incurrido ya en
serias irregularidades al exonerar a esta mujer en el caso de los e-mails.
Sabemos también que el gobierno de Barack Obama dejó varias irregularidades
pendientes que están investigando el Congreso republicano y Michael Horowitz, y
que podrían detonarse en una reacción en cadena a partir de este escándalo
político. Me referí a ellos en el primer artículo de mi saga Obamagate en este
diario: Rápido y furioso, la masacre de Bengasi, presuntas relaciones
patronales con el ISIS, Uranium One, Iran Deal, Operación Cassandra -
protección al narcotráfico de Irán en EUA - y los Fondos Réptil - desvío
billonario de fondos del Estado hacia organismos de activistas demócratas
insertados en la red de Open Society de George Soros -. De hecho, el Congreso
republicano acaba de revivir el caso Rápido y Furioso antier.
Pero esa organización conspiradora no pudo formarse por el
solo interés de evadir a la justicia en algunos políticos y burócratas
demócratas. Intentarlo de esa manera hubiera sido una causa perdida por
descontado, toda vez que en aquel país a nadie le importa si Barack Obama o
Hillary Clinton siguen libres o van a prisión por sus delitos. Una muestra de
esta indiferencia con respecto al futuro de Hillary Clinton y Barack Obama la
dieron los actuales dirigentes del partido demócrata cuando el Congreso
republicano les requirió explicaciones sobre los pagos realizados a otra
entidad implicada en el escándalo: la empresa Fusión GPS. En esa ocasión los
líderes del partido se lavaron las manos y remitieron el problema al Hillary
Clinton arguyendo que esta mujer había monopolizado el control del partido
durante la campaña presidencial. Y de cierto que esta indiferencia con respecto
al futuro de los implicados en el escándalo también la comparten las élites
económicas de los EUA. Así pues, es claro que la formación de esa organización
conspiradora requirió de una fuerza externa superior que la resolviera y la
formara: un metapoder.
Se puede deducir con facilidad que ese metapoder está
conformado por los más importantes compradores de esa póliza de seguro contra
Donald Trump: Wall Street y las corporaciones privadas insertadas en el
programa neoliberal y globalista. Desde las elecciones primarias tenemos
noticia de que esos agentes económicos siempre se opusieron a Donald Trump en
virtud de que sus intereses privados son como agua y aceite frente al capítulo
comercial del programa político de Donald Trump: América First o nacionalismo
económico. Así que no cabe ni la menor duda que para ellos era muy importante
protegerse contra el riesgo del nacionalismo económico apoyando la formación de
esa organización conspiradora con su poder económico, de lobby y sobre los
medios de información afines al programa neoliberal. En lo sucesivo me referiré
a esos medios como "falsimedia", no de manera peyorativa, sino por
objetividad y economía de escritura. Creo que, al menos en este caso, los estoy
definiendo de la manera más exacta posible según son sus conductas.
Todo indica que la idea de la póliza de seguro contra Donald
Trump se empezó a acariciar en el mundo del metapoder desde las elecciones
primarias, cuando se percataron de que Donald Trump no era una broma, que tenía
buenas posibilidades de ganar las primarias y las elecciones presidenciales. Una
buena señal de esa alerta temprana en Wall Street la ofreció el magnate Michael
Bloomberg, cuando amenazó con entrar a la contienda como candidato
independiente para anular a Donald Trump. Fue un tema al que le dediqué un
artículo en ese momento. Y desde luego que esta preocupación de Wall Street y el
resto de conspiradores tenía mucho fondo porque Donald Trump no está bajo su
control. A diferencia de Hillary Clinton, Donald Trump no es manufactura del
sistema político norteamericano, es un outsider, incluso en el mismo campo del
partido republicano. Si Trump no jugó como candidato independiente fue porque
la experiencia acumulada ha demostrado que esa categoría no tiene posibilidades
de triunfo electoral en aquel país, tal como demostré en un artículo que
publiqué en este diario durante las elecciones primarias.
Pero de cierto que la póliza de seguro contra Trump se habrá
convertido en una necesidad de primer orden para el metapoder y el resto de
conspiradores cuando la derrota de Hillary Clinton se convirtió en evento
seguro gracias a la ocurrencia de los siguientes sucesos: la publicación de los
e-mails de John Podesta y el Partido Demócrata, la irregular y sospechosa
exoneración de Hillary Clinton en el caso de los e-mails, y la exposición de la
enfermedad neurológica de esta mujer. Sobre el segundo suceso, los e-mails de
Clinton, una encuesta realizada por Rasmussen el 21 de octubre de 2016,
indicaba que el 53% de los votantes no estaba de acuerdo con la decisión del
FBI de exonerar a Hillary Clinton. Solo ese dato ya era alarmante para los
conspiradores.
Enseguida le entregó una gráfica que hice para mostrar la estructura de esa organización conspiradora en sus dos campos principales de operación: Hillary Clinton y Barack Obama. Me estoy refiriendo solamente a los personajes visibles y principales en la intriga. Dejamos fuera a lo no visible, lo externo: el metapoder.
Pero como dicen los economistas: donde ya hay un interés
humano, no hay free lunch, todo tiene un costo. Y la adquisición de la póliza
de seguro contra Trump no fue la excepción, porque las estrategias que usaron
los conspiradores para dicha adquisición les reportaron costos muy crecidos: corrupción
y politización de los aparatos de justicia, inteligencia y política del
gobierno de Barack Obama.
La corrupción y politización del gobierno de Barack Obama
empiezan con la investigación en torno a los e-mails de Hillary Clinton, que
arranca el 10 de julio de 2015 y termina el 5 de julio de 2016 con la irregular
exoneración de este mujer. El proceso de descomposición del gobierno de Obama
continúa con la investigación sobre la presunta colusión Trump-Rusia, que se
abre a finales de julio del 2016, y donde la madre de todas las pruebas fue el
desacreditado Dossier Fusión GPS, que sirvió para la gestión del espionaje
político contra Trump durante y después de las elecciones.
No profundizaré en esta parte porque ya lo he abordado por
extenso en los anteriores artículos de la saga Obamagate. Lo que me interesa es
obsequiarle la siguiente gráfica donde esquematizo la forma en que esta
organización operó el flujo y lavado de información de seudointeligencia para
llegar al desacreditado Dossier Fusion GPS, y de ahí al espionaje político,
según las evidencias que van saliendo al paso.
Como se puede ver en las dos gráficas anteriores, los
alcances de esta organización son vastos y complejos. Todo indica que se
coordinaban a través de varios canales internos: Departamento de Justica, FBI,
CIA, Departamento de Estado, Casa Blanca, Fusión GPS, asesores de los Clinton -
Syd Blumenthal y Cody Shearer - y tal vez hasta tres congresistas. Los alcances
de la operación eran internacionales gracias sobre todo a dos personas:
Christopher Steele y Alexander Downer. Por el exespía británico Steele se dan
las interacciones con la Inteligencia del Reino Unido y tres agentes del
Kremlin. Y aquí llegamos a una de las ironías de esta historia, puesto que los
que acusan a Trump de colusión con Rusia, son los que se coludieron con tres
agentes rusos para dar forma a un desacreditado Dossier Fusion GPS.
El caso de Alexander Downer - ver primera gráfica - se cocina
aparte, porque además de que nos da otra medida del alcance internacional de
esta operación, nos pone al descubierto más basura de los Clinton. Resulta que
este sujeto, que es actualmente funcionario del servicio exterior de Australia
en Londres, fue el que denunció por vez primera la presunta colusión de Trump
con Rusia en el FBI valiéndose de una plática de borrachos que tuvo con un
colaborador voluntario de la campaña de Trump, George Papadopoulos, quien
supuestamente le confesó que los rusos tenían información comprometedora de
Hillary Clinton. Extrañamente, esta habladuría de borrachos le bastó al FBI
para abrir la investigación formal sobre la colusión rusa a finales de julio de
2016. Como ya sabemos, Papadopoulos se desmintió y se declaró culpable de
mentirle al FBI. Pero enseguida viene el dato más curioso: ahora sabemos que
Alexander Downer también es colaborador externo de los Clinton desde años atrás
a través de la Fundación Clinton. Incluso a Downer se le está siguiendo en
estos momentos una persecución criminal en Australia por un desfalco
multimillonario de recursos públicos que cometió años atrás en favor de la
Fundación Clinton, tiempo en el cual era funcionario de aquel país. Pero estos
antecedentes de Downer jamás fueron revelados por el FBI.
Creo que a estas alturas el lector se habrá dado cuenta de
algo muy interesante: todo este asunto de la colusión rusa se detonó a partir
del campo de Hillary Clinton: Fusión GPS, Alexander Downer, Syd Blumenthal y
Cody Shearer. Pero además, ella corrió a cargo del financiamiento de la
operación a través de su Comité de Campaña y el Partido Demócrata.
Demasiados indicios indican que los principales medios
de información en EUA tomaron partido por Hillary Clinton y que participaron en
la conspiración difundiendo la falsa narrativa rusa. En cuanto a la narrativa
rusa su mejor recurso persuasivo han sido las filtraciones supuestamente
anónimas de información confidencial y clasificada sobre el caso.
Afortunadamente, las investigaciones del Congreso republicano ya han probando
documentalmente que la mayoría de esas filtraciones eran mentiras o apuestas a
lo probable, la identidad de algunos de los filtradores y, sobre todo, que
algunos medios importantes estaban deliberadamente insertados en la
conspiración: CNN, New Yorker, New York Times, Washington Post, Yahoo News,
BuzzFeed. En la siguiente gráfica que hice le muestro el esquema de esas
filtraciones.
Conclusiones:
He titulado mi artículo con interrogantes porque no pretendo
ser categórico. Sólo le ofrezco los hechos consumados para que usted delibere,
lo cual no impide que yo dé mi veredicto. A eso voy enseguida.
Tenemos a la vista a una organización informal que estuvo
conspirando contra Donald Trump y Estados Unidos, y que está integrada por los
siguientes tipos de agentes: algunos demócratas - en su mayoría funcionarios
del gobierno de Barack Obama -, algunos republicanos antiTrump, algunos agentes
extranjeros - Christopher Steele, Alexander Downer, agentes rusos y británicos
-, la falsimedia y un metapoder que seguramente hizo posible todo: Wall Street
y las corporaciones privadas insertadas en el programa neoliberal. Si hemos de
llamar a las cosas por su nombre y con la mayor exactitud posible que permita
la materia en cuestión, no podemos sino concluir que esa organización intentó
un golpe de Estado en dos fases: primero con un fraude electoral desde el
Estado, y luego buscando derrocar al presidente de los EUA. No fue sino por esto
que esa organización vulneró el acuerdo Democrático de la carta fundacional de
los EUA y una multitud de estatutos criminales de su Código, incluyendo
conspiración. Y desde esa perspectiva, la investigación sobre la colusión rusa
a cargo de Robert Mueller ya se nos muestra como parte del intento de golpe de
Estado, toda vez que los hechos consumados en esa investigación demuestran que
se trata de una investigación, no de un crimen, sino de cualquier crimen que
sirva para derrocar a Donald Trump, y con lo cual ya se convirtió en un crimen
contra el Estado.
No es la primera vez que ocurre un intento de golpe de Estado
en los EUA. A saber, existieron otros dos intentos. El asesinato de John F
Kennedy parece haber sido el remate de un golpe de Estado exitoso. El otro
golpe de Estado se da en el año de 1860 contra Abraham Lincoln. Los demócratas
de entonces, al perder el control del poder ejecutivo con el triunfo de Lincoln
en las elecciones presidenciales, vieron amenazado su sistema esclavista y
comercial y optaron por romper con la Unión con las trágicas consecuencias que
ya conocemos. El dato curioso es que los demócratas fueron los promotores del
golpe de Estado en los tres casos.
El intento de golpe de Estado contra Donald Trump no ha sido
abortado del todo porque la mayoría de los agentes en la organización siguen
activos. Ahí sigue, por ejemplo, Robert Mueller y su investigación sobre la
colusión rusa como última línea ofensiva y de defensa de los golpistas. Pero sí
creo que ha sido muy atenuado en sus posibilidades por las investigaciones del
Congreso republicano y Michael Horowitz, y pronto será desactivado. Esas
investigaciones siguen avanzando y están escalando hacia los primeros niveles.
Están tan en firme que ya los implicados están en dos condiciones: o
gestionados completamente por sus abogados o ya sirviendo como testigos
protegidos. Respecto a la segunda condición, se tienen algunos indicios por
fuentes directas en torno a que al menos cinco de los implicados acordaron con
el gobierno de Trump un perdón a cambio de confesar. Me reservo los nombres
porque no es ético revelarlos. Y bueno, tal como decía en mi anterior artículo,
todo parece indicar que las indagaciones podrían terminar en el escritorio de
Barack Obama.
El mejor ejemplo de la decadencia o degradación del intento
de golpe de Estado es el mismo Robert Mueller, quien ha terminado indiciando a
una granja de trolls rusos irrelevantes que no tienen conexión con Donald Trump
y Julian Assange. Y bueno, a ese paso de degradación no sería extraño que
cualquier día la falsimedia nos diera noticia de que Robert Mueller por fin ha
logrado descubrir que la interferencia rusa en las elecciones del 2016 estuvo a
cargo de los espías rusos Boris y Natasha y en colusión con dos yanquis de pura
cepa: Rocky y Bullwinkle. Digo, si ya CNN acusó hace meses a Pokemón, ¿por qué
no acusar a estos personajes de ficción?
De acuerdo a los resultados de los sondeos de opinión con los
que abrí mi artículo, nos queda claro que los implicados en este intento de
golpe de Estado ya tienen desde ahora un problema político muy agravado. Ocurre
que la enorme mayoría de los norteamericanos está enterada de su espionaje
político, y la mayoría de los enterados están de acuerdo en que sean
investigados. Y tómese en cuenta que todavía no entramos a la fase de los
resultados oficiales de las investigaciones que, según apuntan los adelantos,
serán catastróficos para los implicados. Así pues, se puede inferir con alta
probabilidad que esta historia tendrá efectos devastadores para el Partido
Demócrata en las elecciones intermedias a finales de este año.
Con sinceridad, creo que toda esta historia pone en evidencia
la estupidez crecida de los implicados en este intento de golpe de Estado
fallido. Digo esto porque, impulsados por el deseo de comprar una póliza de
seguro contra Donald Trump, están terminando por asumir un costo más crecido
que el que les significaba Donald Trump como presidente. Tal vez su mejor
negocio era no hacer nada y negociar con Donald Trump en caso de que ganara las
elecciones. Pero en fin, se vuelve a demostrar que la avaricia siempre rompe el
saco.
Notas de pie:
Enlace al primer artículo de la saga "Obamagate":
" Obamagate: ¿Van a
prisión Barack Obama, Hillary Clinton y otros demócratas?"
Enlace al segundo artículo de la saga "Obamagate":
" Obamagate: ¿El
FBI de Barack Obama conspiró contra Donald Trump?"
Enlace al tercer artículo de la saga "Obamagate":
"Obamagate: ¿qué hay en el explosivo memo FISA sobre el espionaje de
Barack Obama?"
Enlace al cuarto artículo de la saga "Obamagate":
"Obamagate: los demócratas de Barack Obama en pánico total por el
#releaseTheMemo."
Enlace al quinto artículo de la saga "Obamagate":
"Obamagate: Barack Obama sí realizó espionaje político contra Donald Trump."
Enlace al sexto artículo de la saga "Obamagate":
"Obamagate: ¿los medios conspiraron contra Donald Trump y EUA?"
Enlace al séptimo artículo de la saga "Obamagate":
"Obamagate: Barack Obama comandó la conspiración contra Donald Trump y EUA."
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